Cuba


El arte rupestre cubano. Estadísticas fundamentales, características y distribución

Divaldo A. Gutiérrez Calvache, divaldogc@yahoo.es,
Racso Fernández Ortega
itibacahuababa@yahoo.com.ar
José B. González Tendero
, marinaglez@infomed.sld.cu

GCIAR. Grupo Cubano de Investigadores del Arte Rupestre, Instituto Cubano de Antropología.
Calle Amargura No. 203 entre Aguiar y Habana, Habana Vieja, Ciudad de la Habana, Cuba.

RESUMEN

Desde que en 1975 el Dr. Antonio Núñez Jiménez publicara su obra “Cuba: Dibujos Rupestres”, donde se dan a conocer 48 estaciones rupestres para nuestro país, no ha sido reunido un material donde se sistematicen y actualicen los nuevos datos que, en estos últimos 30 años, han aportado no pocos investigadores al conocimiento de nuestro patrimonio rupestrológico. Por otra parte, el desarrollo, evolución y aplicación en este período de nuevos métodos y medios en la investigación arqueológica mundial imponen la necesidad inmediata de actualizar desde una perspectiva sistémica los datos con que contamos acerca de una de las más importantes manifestaciones de la psicología e ideología de los grupos sociales que poblaron nuestro archipiélago en diversas épocas. El presente trabajo pretende llenar este vació y poner en manos de los investigadores y personas interesadas en general, un resumen del Proyecto G1-MARC.RYD, desarrollado como parte de los programas de investigación del Grupo Cubano de Investigaciones del Arte Rupestre.

Palabras Claves: pictografias, petroglifos, arte rupestre, Cuba.

INTRODUCCIÓN

La aparición en el ámbito arqueológico cubano de la obra “Cuba: Dibujos Rupestres”, del Dr. Antonio Núñez Jiménez en el año 1975, marca el inicio del registro documental del arte rupestre de nuestro país a nivel nacional, pues hasta ese momento todo los trabajos que habían abordado la temática tenían un carácter espacial muy reducido y se limitaban a estudios de caso muy específicos; siendo quizás el más abarcador el compendio de monografías sobre las estaciones rupestres de la Sierra de Cubitas, presentado por el propio Núñez Jiménez, en el VI Congreso Internacional de Espeleología celebrado en Olomuc en 1973.

En la obra inicialmente citada, su autor deja establecida la existencia en nuestro país de 785 diseños rupestres distribuidos en 46 estaciones,(1) que conformaban un total de cinco regiones pictográficas a las cuales denominó Habana - Matanzas, Guara, Isla de la Juventud, Caguanes y Sierra de Cubitas. En los años siguientes, Núñez Jiménez actualizó ese registro para conferencias y ponencias que presentó en diferentes eventos. En 1995 es presentada la última de dichas actualizaciones, por medio de la ponencia titulada “Nuevas investigaciones en el arte rupestre de Cuba”, llevada al Congreso Internacional LV Aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba. En ella su autor eleva el número de regiones pictográficas de Cuba a 10, incorporando las que denomina Sierra de los Órganos, Sierra de Najasa, Banes, Sierra Maestra y Baracoa; y sugiere que investigaciones inmediatas podrían elevar este número hasta 14, considerando el potencial de la Península de Guanahacabibes, Ceiba del Agua, San José de la Lajas y el Grupo Guamuhaya. En ese trabajo se dan a conocer también un número importante de nuevas estaciones del arte rupestre cubano (Núñez, 1995:73).

Aun con toda esta insigne labor, después de 1975 no se ha vuelto a publicar un material donde se sistematicen los nuevos datos que, en los 30 años transcurridos, han aportado no pocos investigadores al conocimiento de nuestro patrimonio rupestrológico. Además, la desaparición física del Dr. Antonio Núñez Jiménez trajo como consecuencia que se dispersaran datos esenciales para el conocimiento cabal de este patrimonio cultural.

Por otra parte, nuestra nación nunca había contado con un mapa rupestrológico, requerimiento que cada día se hacía más necesario, si se pretendía lograr que los procesos de conservación y protección fueran asumidos profesionalmente dentro de los sistemas de patrimonio cultural y áreas protegidas, lo cual permite que el arte rupestre y su cuidado sean tenidos en cuenta dentro del ordenamiento territorial y los programas de desarrollo.

El presente trabajo pretende llenar parte de este vacío y poner en manos de los investigadores y personas interesadas en general un resumen ampliado del Proyecto G1-MARC.RYD, desarrollado como parte de los programas de investigación del Grupo Cubano de Investigaciones del Arte Rupestre. El resultado aquí presentado no es obra absoluta de sus autores, por el contrario, es el fruto de numerosos estudiosos que han aportado su saber y colaboración, de ahí lo imprescindible de citarlos por sus nombres y apellidos. Son colaboradores incuestionables de este trabajo Hilario Carmenate, Juan Guarch, Alejandro Romero, Silvia Hernández, Adrián Menéndez, Rafael Mendilú, Reinaldo Guerrero, Roberto Ordúñez, Marcos Rodríguez, Carlos Borges, José Yero, Zacarías Mayo, Roger Arrazcaeta, Santiago Silva, Victorio Cué, Gabino La Rosa, José E. Chirino, Efrén Jaimez, Enrique Alonso y Pedro Pablo Godo.

1. EL ARCHIPIELAGO CUBANO. CARACTERÍSTICAS GENERALES

El archipiélago cubano está constituido por la isla de Cuba, alrededor de la cual se distribuyen cuatro grupos insulares que albergan un total de 4.195 islas, cayos y cayuelos, entre los que se destaca la Isla de la Juventud. Nuestro archipiélago se ubica al sur de la Florida, al norte de Jamaica, al este de la península de Yucatán y al oeste de las Bahamas y de La Española. El área total está estimada en 110.820 Km2, de los que 105.007 pertenecen a la isla grande o de Cuba, la cual mide 1.200 Km. de largo desde el Cabo de San Antonio (extremo occidental) hasta la Punta de Quemados al este de la isla, tiene una anchura que varía entre los 32 y los 191 kilómetros, y cuenta con 5.746 Km. de costas (fig. 1).

Figura 1. Mapa del Archipiélago Cubano

Aproximadamente una cuarta parte de la superficie del país es montañosa, en el resto predominan los terrenos llanos. Sus tres cordilleras principales son el macizo de Guamuhaya, la cordillera de Guaniguanico y la Sierra Maestra. Esta última, ubicada al sureste del país, es la de mayor altitud, albergando el punto culminante de la geografía cubana: el pico Real del Turquino, con  1.972 m. sobre el nivel medio del mar.

La configuración de la isla de Cuba –larga y estrecha– influye en la existencia de ríos de curso corto y caudal reducido. El río más largo es el Cauto, con 343 Km. de longitud, seguido del Zaza, con 145 Km. y el Sagua la Grande, con 144 Km. El río más caudaloso es el Toa, que presenta un desarrollo de 118 Km. de largo.

El clima de Cuba es subtropical húmedo, con dos estaciones claramente definidas: la seca (invierno), de noviembre a abril, y la lluviosa (verano), de mayo a octubre. Su temperatura media anual es de 25,5 ºC. Los extremos de calor y de humedad relativa, que durante el verano tienen un promedio de 27 °C y 80%, respectivamente, son provocados por los vientos dominantes del Noroeste. Las precipitaciones medias anuales son de 1.320 mm. La isla se encuentra en una región de alisios y es frecuentemente afectada por violentos huracanes o ciclones tropicales, que se producen de junio a noviembre, siendo los meses de septiembre y octubre los más peligrosos, tanto por su frecuencia de paso como por la intensidad.

2. ESTADÍSTICAS FUNDAMENTALES DEL ARTE RUPESTRE CUBANO

A continuación presentaremos los datos fundamentales del registro y la documentación del arte rupestre cubano hasta junio de 2009, considerando su distribución, el tipo de estación, la utilización de los colores en las pictografías, la técnica de ejecución en los petroglifos, la solución espacial empleada, su relación con la geomorfología, las categorías de las amenazas a que está expuesto y, finalmente, el grado y tipo de protección.

Distribución del arte rupestre

En la actualidad se han documentado 246 estaciones del arte rupestre en todo el territorio nacional, distribuidas en 13 de las 14 provincias del país y en el municipio especial Isla de la Juventud; siendo la provincia de Matanzas la que más estaciones posee (68) y la de Las Tunas la única que hasta el momento no presenta ninguna (fig. 2).

Figura 2. Distribución del arte rupestre por el territorio nacional (Fuente: datos de los autores)
Desde el punto de vista macroregional, es Cuba occidental la que mayor cantidad de estaciones posee,
con un total de 140, lo que representa un 57 % del total nacional, seguida de las macroregiones
Cuba oriental, con 63 estaciones y Cuba central, con 43, para un 26 % y un 17 %, respectivamente.

Tipo  de estaciones

Desde el punto de vista tipológico, hemos distinguido tres categorías para clasificar las estaciones rupestres: las estaciones pictográficas, donde solo han sido utilizadas técnicas de pintura; las estaciones petroglíficas, donde solo se empleó la talla o grabado y las estaciones mixtas o combinadas, donde confluyen en un mismo espacio ambas técnicas de ejecución.

Partiendo de esta base, se puede establecer que las estaciones pictográficas son la categoría predominante, totalizando 154 estaciones, lo que representa el 63% del arte rupestre cubano. Esta técnica es absoluta en dos provincias del país (Ciego de Ávila y Camagüey) y en el municipio especial Isla de la Juventud (tabla I).

Tabla I. Distribución del tipo de estacones por provincias (Fuente: datos de los autores)

PROVINCIA

TIPO DE ESTACION

PICTOGRÁFICAS

PETROGLÍFICAS

COMBINADAS

Pinar del Río

29

7

2

Isla de la Juventud

12

0

0

Ciudad de la Habana

1

0

1

Habana

13

6

1

Matanzas

65

3

0

Cienfuegos

0

3

2

Villa Clara

0

0

1

Sancti Spíritus

12

6

7

Ciego de Ávila

1

0

0

Camagüey

11

0

0

Las Tunas

-

-

-

Holguín

4

6

0

Granma

3

5

1

Santiago de Cuba

0

3

0

Guantánamo

3

37

1

TOTAL NACIONAL

154

76

16

Por su parte, las estaciones petroglíficas, con un total de 76, representan el 31%, mientras las estaciones mixtas o combinadas son solo 16, para un 6% del total.


Figura 3. Composición porcentual de los tipos de estaciones del arte rupestre cubano
(Fuente: datos de los autores). Una característica peculiar de la distribución tipológica de las estaciones
es su presencia en las diferentes macroregiones del país. Por ejemplo, en la región Cuba oriental
predominan las petroglíficas, que representan el 81%; mientras que en Cuba occidental predominan
las pictográficas, para el 86% del total de la región (fig.3).

Composición y distribución del uso de los colores en las pictografías

El análisis de los colores utilizados en las 170 estaciones que presentan pictografías en el país nos ha permitido identificar el uso de cinco colores, a saber: negro, rojo, blanco, gris y sepia (tabla II).

La intensidad de su uso está caracterizada por el predominio del negro, utilizado en 148 estaciones, lo que representa un 77% del total del país; seguido por el rojo, presente en 36 estaciones, para un 19%. A continuación aparecen, en orden descendente, el sepia, el blanco y el gris; pero la presencia de ninguno de ellos constituye más del 2% del total nacional (tabla II).

Tabla II. Distribución de los colores de las pictografías por provincias (Fuente: datos de los autores)

PROVINCIA
COLORES USADOS EN LAS PICTOGRAFIAS
NEGRO
ROJO
BLANCO
GRIS
SEPIA

Pinar del Río

20

10

2

0

3

Isla de la Juventud

7

9

0

0

0

Ciudad de la Habana

2

1

0

0

0

Habana

13

2

0

0

0

Matanzas

64

3

0

0

0

Cienfuegos

2

0

0

0

0

Villa Clara

1

0

0

0

0

Sancti Spíritus

19

5

0

0

0

Ciego de Ávila

1

0

0

0

0

Camagüey

7

6

0

1

1

Las Tunas

-

-

-

-

-

Holguín

4

0

0

0

0

Granma

4

0

0

0

0

Santiago de Cuba

0

0

0

0

0

Guantánamo

4

0

0

0

0

TOTAL NACIONAL

148

36

2

1

4

Los análisis de laboratorio para la determinación de los componentes de los colorantes o pinturas presentes en las pictografías cubanas han sido sumamente escasos (Fernández, Inédito: 76; Fernández, González y Gutiérrez, 2009: 38); los acercamientos de este tipo en el país no llegan a cinco. Sin embargo, la mayoría de los investigadores concuerdan con que el negro está asociado al carbón vegetal; mientras que el rojo fue obtenido a base de diferentes variantes de la hematites u oxido de hierro; el blanco parece provenir de la caliza blanda y margosa; el gris está elaborado a partir de la ceniza por la combustión de diversos materiales. Finalmente, el sepia –acerca de cuya composición no se han emitido opiniones en la literatura rupestrológica cubana–, en nuestro criterio, puede ser la consecuencia de dos causas: es también el resultado del uso de la hematites, solo que en menores proporciones, durante la preparación de la mezcla con los aglutinantes, o está motivado por el envejecimiento propio y natural de pigmentos rojos (fig. 4).

Figura 4. Ejemplos del uso de los colores en el arte rupestre cubano. (A) Cueva de María Teresa, Sierra de Cubitas, Camagüey; (B) Cueva No. 2 de Punta del Este, Isla de la Juventud; (C, D y E) Cueva del Cura, Viñales, Pinar del Río; (F) Cueva de Ramos, Caguanes, Santi Spíritus; (G) Cueva de García Robiou, Diago, Habana; (H) Cueva de los Estratos, Viñales, Pinar del Río; (I) Cueva de Ambrosio, Varadero, Matanzas (Fuente: archivos del GCIAR)

El examen de esta problemática desde una perspectiva macroregional nos permite identificar que en toda Cuba oriental hay un dominio absoluto del negro; mientras que el rojo aparece en Cuba central y occidental, con un 26% y un 18%, respectivamente. Por su parte, el color blanco es privativo del territorio de Cuba occidental, mientras el gris lo es de Cuba central. El análisis concluye que es el negro el color predominante en todo el territorio cubano (fig. 5).

Figura 5. Composición porcentual de los colores utilizados en las pictografías
del arte rupestre cubano
 (Fuente: datos de los autores)

Composición y distribución de las técnicas de ejecución de los petroglifos

En el archipiélago cubano se han localizado hasta el momento 92 estaciones donde existen petroglifos (tabla III). Estos diseños se pueden clasificar de manera genérica en dos grandes grupos, según la técnica de ejecución utilizada: los petroglifos elaborados mediante el rayado y los elaborados por percusión - abrasión.

En los primeros se utilizaron instrumentos filosos, de dureza mayor que el sustrato de realización, donde se rayaron generalmente líneas de grosores que varían entre 1 y 3 mm. y 0.5 a 1.5 mm. de profundidad (fig. 6).

Figura 6. Ejemplos de las técnicas de ejecución de los petroglifos cubanos.
 Rayado: (A) Cueva de la Iguana, (B y C) Cueva de los Petroglifos y (D) Cueva de Mesa,
todas ubicadas en el municipio Viñales, provincia Pinar del Río.

Percusión - Abrasión: (E) Cueva de los Paredones, Ceiba del Agua, Habana; (F) Cueva Ceremonial
No. 1 del Guafe, (G) Cueva Ceremonial No. 2 del Guafe, ambas en Cabo Cruz, provincia Guantánamo;

 (H) Cueva de los Bichos, Maisí, Guantánamo; (I) Petroglifo del Maffo, Tercer Frente,
Santiago de Cuba y (J) Rivera del Río Maya, Maisí, Guantánamo (Fuente: archivos del GCIAR)

Entre estos instrumentos se encuentran los de madera, lascas de sílex, cuchillos y puntas de rocas y conchas; también parece haberse utilizado en algunas ocasiones las propias uñas del “artista”.

En el segundo grupo se incluyen aquellos diseños que se realizaron por medio de la percusión, la abrasión o la combinación de ambas técnicas (fig. 6). En estos casos los instrumentos utilizados fueron aquellos que permitían cortar, cortar por percusión y desbastar, entre estos se encuentra el buril, las hachas petaloides, los pulidores, los cuchillos de sílex, etc. (Gutiérrez, Fernández y González, 2003: 98).

El análisis de la distribución de estas técnicas refleja que, del total de las estaciones en el país, en 29 se utilizó la técnica del rayado y en 63 la percusión - abrasión (tabla III), lo que representa un 33% para las primeras y un 67% para las segundas (fig. 7). 

Tabla III. Distribución del tipo de técnica de ejecución de los petroglifos por provincias
 (Fuente: datos de los autores)

PROVINCIA

TECNICA DE EJECUCIÓN

RAYADO

PERCUSIÓN - ABRASIÓN

Pinar del Río

5

4

Isla de la Juventud

0

0

Ciudad de la Habana

1

0

Habana

3

4

Matanzas

2

1

Cienfuegos

5

0

Villa Clara

1

0

Sancti Spíritus

9

4

Ciego de Ávila

0

0

Camagüey

0

0

Las Tunas

-

-

Holguín

3

3

Granma

0

6

Santiago de Cuba

0

3

Guantánamo

0

38

TOTAL NACIONAL

29

63

Es significativa la distribución que de este a oeste tienen estas técnicas, pues la percusión - abrasión está presente en el 94% de la estaciones de la macroregión Cuba oriental, reduciéndose esta cifra al 21% en Cuba central, donde predominan los petroglifos rayados, mientras que en Cuba occidental la presencia de estas técnicas es bastante pareja, con un 45% para los percutidos y un 55% para los rayados (fig. 7).

Figura 7. Composición porcentual de las técnicas de ejecución de los petroglifos
del arte rupestre cubano (Fuente: datos de los autores)

La asignación de los espacios geomorfológicos

En la actualidad, numerosos estudios funcionales del arte rupestre basan sus resultados en la relación de este con los accidentes geomomorfológicos del lugar donde se encuentra, lo que ha determinado que las investigaciones encaminadas al registro y documentación de los sitios presten un interés fundamental a estos y otros aspectos de la interrelación arte rupestre - paisaje.

Como quiera que en este trabajo el enfoque es nacional, nos limitaremos a dejar establecidas las relaciones existentes entre estas manifestaciones y las macro-formas del relieve, estas asociaciones, como es lógico, a nivel de sitios o estaciones pueden ser relativamente más precisas.

De hecho, en nuestro país se da una característica que de forma general no es lo común para el Caribe insular, y es que el 98% de las estaciones se encuentra en cuevas o solapas, mientras que las ubicadas a cielo abierto (rocas, monolitos, etc.) están limitadas a seis casos que representan solo el 2.5% (fig. 8).

Figura 8. Distribución de las estaciones a cielo abierto y su relación porcentual 
con las estaciones en condiciones subterráneas (Fuente: datos de los autores)

Por su parte, el análisis de la distribución del arte rupestre en las diferentes morfoestructuras del paisaje cubano nos permite llegar a algunas relaciones. Por ejemplo, son las llanuras costeras los paisajes más utilizados, en estas geoformas se encuentran 137 de las 246 estaciones, lo que representa el 56% del total nacional; las alturas y montañas constituyen el segundo paisaje con mayor presencia, con otras 77, para el 31%; seguidas de las mesetas, con el 8%, y las llanuras interiores, con el 5% del total (fig. 9).

Las relaciones antes planteadas también permiten la evaluación de qué tipo de estaciones está presente y su interrelación con los paisajes: tanto en las llanuras costeras como en las alturas y montañas son las estaciones pictográficas las que representan los valores de presencia mayoritarios; en las primeras estas ocupan el 67%, mientras que en las segundas representan el 74% (fig. 9).

En el caso de las mesetas y las llanuras interiores, esta relación cambia considerablemente, predominando en ambos paisajes las estaciones petroglíficas, con valores del 69% para las llanuras interiores y del 74% para las mesetas. Un caso peculiar es el de las estaciones combinadas o mixtas que, sin tener un alto peso porcentual en ninguna de las geoformas, se destacan en las llanuras costeras, donde se ubican 10 estaciones de este tipo, de las 16 existentes en el país, para el 62% (fig. 9).

Otra relación de interés surge del hecho de que las estaciones petroglíficas, aunque representan el 26% de las presentes en las llanuras costeras, se localizan en mayor número precisamente en este paisaje, con un total de 35, lo que representa el 46% de todas las estaciones petroglíficas del país (fig. 9).

Figura 9. Composición porcentual de las relaciones entre el arte rupestre y
la geomorfología del archipiélago cubano (Fuente: datos de los autores)

La regionalización del arte rupestre cubano

Todos los elementos acumulados durante nuestro proyecto de trabajo han permitido superar, en alguna medida, los criterios de regionalización propuestos en los trabajos que sobre esta temática desarrollara el Dr. Antonio Núñez Jiménez, (1975: 69; 1985: 2; s/a: 81; 1995: 73) que, desde el punto de vista actual de la geografía como ciencia social, presentan algunas limitaciones teóricas, conceptuales y metodológicas; amen de que al ampliarse el conocimiento a nivel nacional, muchas de las expresiones rupestres incluidas en las propuestas de aquel entonces rebasan ahora los límites de las zonas establecidas.

En estas propuestas no se asumían unidades socio-geográficas o categorías geográficas debidamente identificadas; tampoco se dio a conocer una cartografía resultante, donde se precisaran límites de las unidades socio-naturales; se utilizaban criterios como “Región pictográfica de Guara”, topónimo sin valor regional o geosistémico. Todo ello, y sobre todo la ausencia cartográfica, limita de manera significativa su uso en la actualidad.

Ante esta realidad consideramos, como hemos expresado con anterioridad (Gutiérrez, et al., Inédito), que la región en el arte rupestre implica un espacio acotado, donde elementos físicos y humanos, dotados de ciertas peculiaridades, guardan estrechas interrelaciones que generan una jerarquización, a través de la cual se pueden definir las categorías del sistema, lo cual no significa que estas no puedan tener vinculaciones con sus espacios periféricos a través de flujos de entradas y salidas, que podrían servir igualmente para diferenciar regiones entre sí.

Indudablemente, la región rupestrológica así concebida, y su proceso de evolución, está determinada por el desarrollo económico producido y alcanzado por los grupos culturales que la habitaron, aunque este no tiene que ser lineal, pues debe haber tenido evoluciones y/o fluctuaciones, tanto en el tiempo como en el espacio, motivados por los adelantos y retrocesos provocados por los procesos de aprehensión, adaptación, modificación y dominio sostenible del ecosistema circundante.

La afirmación anterior, con un fuerte peso en nuestros criterios teóricos, no implica que no reconozcamos que el acercamiento que proponemos es solo un punto de partida, en el cual quedan muchos obstáculos por superar. Aunque tratamos de ir más allá de la mera yuxtaposición de elementos físicos y humanos, para buscar la funcionalidad integral del sistema, no creemos que el resultado sea aún todo lo rico en variables como podrá serlo con el desarrollo y la madurez futura de nuestras concepciones, la riqueza de las bases de datos que se manejan y las propias investigaciones.

En definitiva, las regiones geo-arqueológicas del arte rupestre cubano no responden a características físicas inmutables, sino que deben entenderse como el resultado de la interacción entre las estructuras y las ideologías de las sociedades del pasado y los diferentes paisajes en los que estas se asentaron y desarrollaron. Ello dependió en alguna medida de otros muchos procesos sociales y naturales que formaron parte de la organización sociocultural, por lo que la región, así entendida, como espacio producto del desarrollo ideológico y social de estas comunidades, es una elaboración teórica y, por tanto, variable en sus límites y en su propia estructura. Si las investigaciones o simplemente los hallazgos futuros así lo demuestran, pues muy probablemente las regiones y su estatus o caracteres actuales serán modificados según la evolución de los estudios rupestrológicos y arqueológicos en nuestro país.

Asumiendo estos elementos teóricos, se han podido determinar 18 regiones geo-arqueológicas del arte rupestre donde se distribuyen 239 estaciones, lo que representa algo más del 97% del total nacional (tabla IV).

Estas regiones han sido identificadas según la comunidad de tipos de estaciones existentes en ellas. Así, tenemos regiones con estaciones pictográficas solamente, con estaciones petroglíficas solamente, con estaciones tanto pictográficas como petroglíficas, con estaciones petroglíficas y combinadas o mixtas y, finalmente, regiones con estaciones pictográficas, petroglíficas y combinadas o mixtas. Estas cinco variantes de combinaciones están representadas por el 22%, 11%, 34%, 11% y 22%, respectivamente, del total de regiones rupestrológicas del país (fig. 10).

La relación entre estos rasgos ideológico-sociales y las regiones naturales está mayormente relacionada con la vinculación directa entre el arte rupestre cubano y la carsogénesis subterránea, lo que ya expusimos cuando tratamos la asignación de los espacios geomorfológicos. No es casual que tres de las estaciones rupestres localizadas a cielo abierto en el país formen también parte de las siete estaciones que quedan aisladas, fuera de los límites regionales que aquí se consideran.

Tabla IV. Regiones geo-arqueológicas del arte rupestre cubano (Fuente: datos de los autores)

No.

REGION

I

Llanura Cársica de Guanahacabibes

II

Llanura Cársica del Sur de la Isla de la Juventud

III

Alturas y Montañas de Guaniguanico

IV

Llanura Cársica Artemisa - Almendares

V

Alturas de Bejucal - Madruga

VI

Alturas y Llanuras del Norte de La Habana - Matanzas

VII

Llanura Cársica Costera Norte de Matanzas

VIII

Llanura de Los Arabos

IX

Llanura Cársica Costera Judas - Aguada

X

Alturas y Montañas de Sancti  Spíritus

XI

Alturas de la Sierra de Cubitas

XII

Llanuras y Alturas Banes - Nipe - Sagua

XIII

Llanura Cársica Costera de Baracoa

XIV

Meseta de Maisí

XV

Llanura Cársica Costera de Sigua

XVI

Meseta Costera de Cabo Cruz

XVII

Alturas del Peniplano Norte de la Isla de la Juventud

XVIII

Alturas de la Sierra de Najasa

En la macroregión Cuba occidental –donde se agrupan las provincias de Pinar del Río, Habana, Ciudad de la Habana y Matanzas–, solo están presentes dos tipos de regiones, a saber: las que presentan estaciones pictográficas y petroglíficas y las que muestran, además de esta composición, estaciones mixtas o combinadas. Sin embargo, esta relativa homogeneidad es alterada al formar parte integrante de esta macroregión la Isla de la Juventud, pues en este territorio meridional del archipiélago cubano existen dos regiones rupestrológicas en las que solo aparecen estaciones pictográficas (fig. 10).

En sentido general, se puede decir que la macroregión Cuba occidental se caracteriza por el predominio de las regiones con estaciones pictográficas y petroglíficas, teniendo un peso significativo las estaciones pictográficas, en las que el negro aparece como color mayoritario. Los petroglifos, por su parte, son escasos y las técnicas de ejecución han sido tanto el rayado como la percusión-abrasión.

Este territorio es mayormente considerado como un área donde predominaron los grupos aborígenes apropiadores. El censo más actualizado(2) del potencial arqueológico del archipiélago cubano (Departamento de Arqueología, 2003: 96-97) establece que, del total de los yacimientos de la macroregión Cuba occidental, el 92% pertenece a los grupos apropiadores (fig. 10); aunque el registro arqueológico va desde las comunidades cazadoras-recolectoras de los sitios Cuevas del Perico I y del Infierno –al norte de las provincias de Pinar del Río y Habana, respectivamente–; pasando por evidencias de las comunidades pescadoras-cazadoras-recolectoras y de otras con posible agricultura esporádica –como el residuario de Punta del Macao, en Ciudad de La Habana–; hasta las comunidades agricultoras del sitio El Morrillo, al norte de Matanzas (Moreira, 1999). 

Por su parte, la macrorregión Cuba central –que comprende las provincias de Villa Clara, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila, Camagüey y Las Tunas–, con 43 estaciones, presenta un predominio espacial de las regiones con estaciones pictográficas solamente; no así desde el punto de vista cuantitativo, pues la región Llanura Cársica Costera Judas - Aguada, al norte de Sancti Spíritus, con estaciones pictográficas, petroglíficas y combinadas o mixtas (20 estaciones), representa la de mayor peso informativo y porcentual, con el 57% de toda el área (fig. 10).

Un rasgo característico de esta macroregión es el hecho de ser el territorio con mayor variabilidad, tanto por el tipo de estaciones, como por los colores de las pictografías. Aunque existe predominio de las estaciones pictográficas, y del negro como color de ejecución, ambos rasgos son menos intensos cuantitativamente que en Cuba occidental. Por su parte, la técnica de ejecución de los petroglifos en Cuba central es mayoritariamente el rayado, el cual está presente en el 79% de las estaciones, elemento que la distingue dentro de la regionalización rupestrológica.

Figura 10. Mapa de regionalización geo-arqueológica
del arte rupestre cubano
(Fuente: datos de los autores)

En cuanto al material arqueológico, también nos indica una mayoritaria presencia de comunidades apropiadoras, las que representan un 82% del total de los sitios (Departamento de Arqueología, 2003: 96-97) aunque, como es sabido, las evidencias del poblamiento de este territorio van desde grupos o comunidades cazadoras-recolectoras –como es el caso de los yacimientos El Charcón y la Solapa del Megalocnus, en el norte de Villa Clara, o la Cueva de los Cuchillos en Cayo Salinas, Sancti Spíritus–; hasta grupos productores (agricultores), como el conocido sitio Los Buchillones, al norte de la provincia Ciego de Ávila (Moreira, 1999).

Es en este territorio donde se ha realizado, quizás, el estudio más afortunado de correspondencia entre arte rupestre y grupo de filiación cultural, de los elaborados hasta hoy en nuestro país (Calvera y Funes, 1991). En el se demostró, por el método de interpretación arqueológica, la vinculación entre los diseños de algunas estaciones de la región Sierra de Cubitas y la cerámica de los sitios Saimi I y II, al norte de Camagüey; lo que sugiere que la manufactura de esta manifestación fue realizada por grupos agricultores de la región. No obstante, no es la Sierra de Cubitas la única región de Cuba central y, en general, en este gran territorio la mayoría de los sitios arqueológicos pertenecen a los grupos apropiadores (fig. 10).

La macroregión Cuba oriental –que incluye a los territorios de las provincias de Holguín, Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo, con 63 estaciones, está caracterizada por el predominio de las regiones con estaciones pictográficas y petroglíficas, las cuales alcanzan el 68% del total de la macroregión, seguidas de las regiones con estaciones petroglíficas y combinadas o mixtas, con un 15% (fig. 10).

Desde el punto de vista de los caracteres generales, en Cuba oriental existe un predominio de las estaciones petroglíficas, que ocupan el 81% del total. Los petroglifos fueron realizados mayoritariamente por la técnica de la percusión-abrasión (94%), lo cual distingue a Cuba oriental de las otras macroregiones. El negro ha sido el color de ejecución utilizado en el 100% de sus pictografías (fig. 10).

Los resultados publicados por el Departamento de Arqueología del Centro de Antropología (2003: 96-97) nos permiten establecer que las evidencias del poblamiento en el área van desde los grupos cazadores-recolectores –como son los casos de los sitios Seboruco, Levisa y Melones, en la provincia de Holguín, hasta los numerosos residuarios representativos de las comunidades productoras de la zona de Banes –también en Holguín, o los territorios de Baracoa y Maisí, en Guantánamo (Moreira, 1999), los que ocupan el 70% del registro arqueológico (fig. 10).

Afectaciones o amenazas a la conservación del arte rupestre cubano

En general, los rupestrólogos consideran que existen tres grandes grupos de  afectaciones para esta manifestación universal, y las han denominado por su tipo como amenazas naturales, industriales y antrópicas. Para algunos especialistas –con mucha  razón–, las  afectaciones  industriales deberían estar incluidas dentro de las antrópicas. Esta línea de pensamiento, sin embargo, no se ajusta a nuestra voluntad de diferenciar marcadamente aquellas amenazas que, a pesar de tener su origen en el actuar del hombre sobre el medio geográfico, repercuten en el arte rupestre de forma indirecta, en contraposición con aquellas causas o afectaciones antrópicas que son producto de la ineficiente interacción directa hombre-arte rupestre (Gutiérrez, Fernández y González, 2007: 110).

Son las amenazas naturales, quizás, uno de los problemas más importantes a que se enfrentan los rupestrólogos, debido a la imperiosa necesidad de poder definir cuándo los daños ocasionados pueden ser evitados o pueden ser disminuidos, sin causar peores deterioros.

Aunque estos peligros son el resultado de procesos naturales, como consecuencia de las alteraciones geológicas, carsológicas, biológicas, climáticas, etc., los cambios que se originan en las estaciones son considerados como daños, puesto que afectan, o pueden alterar, la integridad del dibujo rupestre. En nuestro país, el más reciente levantamiento de estas amenazas fue elaborado por nosotros en el año 2007, y arrojó que el 100% de las estaciones peligran por factores de tipo natural (tabla V), entre los que se destaca la alta incidencia del crecimiento de líquenes y otros microorganismos directamente sobre el arte rupestre (fig. 11).

El incremento industrial  en  nuestro  planeta  ha  ocasionado, y ocasiona, grandes  daños –a veces irreversibles– prácticamente en todos los ecosistemas, y el arte rupestre no ha estado en nada ajeno: las afectaciones que sufre son conocidas y denunciadas casi a diario en los círculos académicos. En Cuba esta situación es absolutamente tangible, como en el caso, por ejemplo, de la estación Cueva Grande de Santa Isabel, en la Isla de la Juventud, que fue prácticamente destruida por la explotación minera en la Sierra de Casas.

Este tipo de agresión está presente en un grado significativo en 36 estaciones (tabla V), lo que representa el 17% del total nacional, siendo el caso más representativo el de la provincia de Matanzas, donde 16 estaciones están amenazadas por la acción industrial, en su mayoría asociada a la industria petroquímica.

Tabla V. Comportamiento de las afectaciones o amenazas a la
conservación del arte rupestre cubano
(Fuente: datos de los autores)

PROVINCIA

TIPO DE AMENAZA

NATURALES

INDUSTRIALES

ANTRÓPICAS

Pinar del Río

38

4

22

Isla de la Juventud

12

11

12

La Habana

2

2

2

Ciudad de la Habana

20

1

18

Matanzas

68

16

48

Cienfuegos

5

-

 

Villa Clara

1

-

-

Sancti Spíritus

25

-

22

Ciego de Ávila

1

-

1

Camagüey

11

-

6

Las Tunas

-

-

Holguín

10

2

7

Granma

9

-

6

Santiago de Cuba

3

-

-

Guantánamo

41

-

27

TOTAL

246

36

171

Las acciones realizadas por el hombre moderno en las estaciones rupestres y su entorno son, sin lugar a dudas, los daños más abundantes y devastadores que reciben estas obras en todo el mundo (amenazas antrópicas). Tenemos que admitir que la agresión que más ha afectado al dibujo rupestre en nuestro país, durante siglos, es el conocido “graffiti”, técnica mediante la cual los visitantes, desposeídos totalmente de una cultura de la naturaleza, decoran las paredes de los recintos cavernarios con letreros de todo tipo (fig. 11). Pero no es este el único deterioro que el hombre provoca en su interactuar con las estaciones, además del graffiti, en este grupo de amenazas se incluyen también las sobrecargas, los proyectiles y las amenazas culturales (Fernández y González, 2001: 15; Gutiérrez, Fernández y González, 2007: 115).


Figura 11. Ejemplos de estaciones que han recibido el impacto de las agresiones.
(A) Pictografía dañada con graffitis, Cueva de la Virgen, Ciudad de la Habana; (B) Cueva de los Paredones, Habana; de donde se extrajeron sus petroglifos para su adaptación agroindustrial; (C) Pictografía afectada por escamado o pérdida de fragmentos del sustrato, Cueva No. 1 de Punta del Este, Isla de la Juventud; (D) Petroglifo de la antigua Colección García Feria, abandonado a la intemperie en el patio del Instituto Cubano de Antropología, Cueva de Waldo Mesa, Holguín; (E) Petroglifo afectado por el crecimiento de líquenes, musgos y algas, Cueva de la Chapa, Habana y (F) Pictografía dañada con graffitis, Cueva del Indio, Camagüey (Fuente: archivos del GCIAR)

En Cuba 171 estaciones están afectadas por estos factores, número realmente alarmante si se conoce que representa el 83 % del total de nuestro arte rupestre, y si se tiene en cuenta que esta es una amenaza casi imposible de medir, pues su aumento es impredecible, sobre todo en aquellos lugares que reciben en su entorno el acelerado desarrollo urbanístico e industrial.

Podemos entonces resumir que el total de las estaciones del país se encuentra bajo amenazas de tipo natural, grave situación a la que nos enfrentamos y que, sin lugar a dudas, nos impone un importante reto científico y metodológico. Sin embargo, el monitoreo sistemático y la evaluación del problema arroja un importante grado de amenazas industriales y antrópicas, que asciende al 17% y al 83%, respectivamente, lo que demuestra que solo el hombre, y su acción directa, constituye la afectación de mayor incidencia en el deterioro inmediato del arte rupestre cubano.

La protección del arte rupestre cubano

En la actualidad existen en la legislación cubana dos marcos jurídicos que pueden ser aplicables a la protección de las estaciones del arte rupestre. El primero lo sería logrando alguna de las categorías de monumentos (nacionales, locales o zonas de protección), y el segundo, si el territorio donde se encuentran es considerado dentro de alguna de las categorías de manejo del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Reserva Nacional, Parque Nacional, Reserva Ecológica, Elemento Natural Destacado, Reserva Florística Manejada, Refugio de Fauna, Paisaje Natural Protegido y Área Protegida de Recursos Manejados).

En el primero de los casos, el país cuenta hoy con algo más de 175 monumentos nacionales, 190 locales y 70 zonas de protección; sin embargo, solo 10 estaciones rupestres poseen la categoría de Monumento Nacional y 53 la de Monumento Local (tabla VI), lo que representa el 4% y el 21%, respectivamente, del total nacional (fig. 12). Entre las estaciones con categoría de monumento merecen destacarse las cuevas No. 1, 2, 3 y 4 de Punta del Este, en el  municipio Isla de la Juventud; las Cavernas de  Patana y Perla del Agua, en la provincia de Guantánamo; las espeluncas Ambrosio y Santa Catalina, en la provincia de Matanzas; las grutas Las Mercedes y Pichardo, en la provincia de Camagüey, y las cuevas El Cura y Mesa, en Pinar del Río, por sólo citar algunas del total de 73 que han sido nominadas.

Por su parte, el Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Cuba (SNAP) está constituido por un total de 253 áreas identificadas, en correspondencia con la Estrategia Ambiental Nacional (EAN) 2007-2010, y el Plan de Acción de la ENBIO 2006-2010. De ellas, un total de 105 cuentan con administración, entre las que se encuentran las 45 aprobadas por el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros (CECM), y las 13 que están en proceso de aprobación (fig. 12). Las 253 áreas del SNAP identificadas representan el 19.95% del territorio nacional, incluyendo la plataforma insular marina. Del total de la superficie terrestre, queda bajo cobertura de áreas protegidas el 16,85% del territorio, y del total de la extensión de la plataforma marina, cuenta con protección el 24,81% (GNDB, 2009: 24).

En este sistema se incluyen 45 estaciones rupestres (tabla VI), que representan el 17% del total nacional, lo que ha tenido como resultado una mejor protección y que se haya comprobado una disminución sensible de las afectaciones a las pictografías y petroglifos. Hasta el momento, un reducido grupo de cavidades, como las cuevas de Ambrosio y Los Musulmanes, en Matanzas; María Teresa, Matías, El Indio y Los Portales, en Camagüey, y Las Ceremoniales 1, 2, en la provincia Granma, cuentan con servicio de guía especializado, por encontrarse en territorios del SNAP, donde es obligatorio el acceso a las estaciones a través de los Puestos de Control, sistema que, en alguna medida, ha dado muestras de eficacia y eficiencia en la protección del dibujo rupestre cubano.


Figura 12. Composición del Sistema Nacional de Áreas Protegidas
de la República de Cuba
(Fuente: CNDB, 2009)

Los números y comentarios anteriores no son ni relativamente alentadores, si tenemos en cuenta que más del 68% de nuestras estaciones rupestres no tienen ningún grado o categoría de protección, haciendo sumamente vulnerable mucho más de la mitad de este patrimonio.

Tabla VI. Comportamiento de la protección del arte rupestre cubano
(Fuente: datos de los autores)

PROVINCIA

TIPOS DE PROTECCION

MONUMENTO LOCAL

MONUMENTO NACIONAL

SISTEMA NACIONAL
DE AREAS PROTEGIDAS

SIN PROTECCION

Pinar del Río

6

1

13

18

Isla de la Juventud

8

4

3

0

La Habana

1

-

-

19

Ciudad de la Habana

1

-

-

1

Matanzas

5

5

4

54

Cienfuegos

2

-

-

3

Villa Clara

-

-

-

1

Sancti Spíritus

14

-

17

0

Ciego de Ávila

-

-

1

0

Camagüey

7

-

-

4

Las Tunas

-

-

-

-

Holguín

3

-

-

7

Granma

4

-

-

5

Santiago de Cuba

-

-

-

3

Guantánamo

2

-

7

32

TOTAL

53

10

45

147

En este sentido, es preocupante el volumen de estaciones sin protección que presentan las provincias de Pinar del Río, Habana, Matanzas y Guantánamo (fig. 13). También es un problema a resolver el de aquellos territorios con escasa presencia de este tipo de patrimonio arqueológico, como son las provincias de Villa Clara y Santiago de Cuba, cuyas estaciones, sin embargo, se encuentran sin ningún tipo de protección (fig. 13).

Figura 13. Composición de la protección del arte rupestre cubano
(Fuente: datos de los autores)


A MANERA DE CONCLUSIONES

En los últimos años se han elaborado algunas propuestas regionales para abordar el arte rupestre caribeño, en las cuales se ha analizado críticamente el estado de las investigaciones y del conocimiento de esta expresión en la región. En el más reciente e importante de estos esfuerzos se ha afirmado que:

Sin embargo para otras de las islas de las Antillas Mayores, por ejemplo Cuba y Haití…las presiones económicas reprimen las oportunidades para la investigación extensa(3) (Haviser y Streecker, 2007).

El presente trabajo es la muestra más evidente y objetiva de que tal afirmación refleja un criterio bien alejado de la realidad cubana, pues ni en los años más difíciles para la economía nacional, en la década de los años 90 del recién pasado siglo, los estudios rupestrológicos cubanos se “reprimieron”. Todo lo contrario: esos años difíciles generaron la unidad entre los investigadores de diversas instituciones y localidades, creándose el proyecto Cuba: Dibujos Rupestres, embrión del actual Grupo Cubano de Investigaciones del Arte Rupestre (GCIAR).

Un problema que sí nos afectó durante este periodo fue la limitada divulgación y difusión de los resultados de las numerosas investigaciones, a través de publicaciones de rigor académico, lo que privó a los interesados de conocer el pensamiento rupestrológico cubano, un pensamiento tan riguroso y sólido como el de otras partes del mundo.

Este desconocimiento sobre la obra de los rupestrólogos cubanos ha inspirado en investigadores extranjeros la idea de que los problemas económicos han deprimido nuestra especialidad y, en general, el avance científico del país. A esos investigadores y al ámbito académico internacional van dirigidos los resultados aquí expuestos, con la intención de poner en sus manos un resumen actualizado de la labor sistemática en la investigación, registro y documentación del arte rupestre cubano durante los últimos 15 años.

NOTAS

1. Además de las 46 estaciones señaladas, el autor cita dos cuevas con arte rupestre que, según él, estaban reportadas en el siglo XIX para Banes (Holguín) y Tapaste (Habana), pero que hasta el momento de la publicación de esta obra no habían podido ser reubicadas (Núñez, 1975).

2. Según las Cartillas Básicas de Información Arqueológica del Instituto Cubano de Antropología.

3. Traducido del Inglés por D. Gutiérrez.

¿Preguntas, comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com

 

Cómo citar este artículo:

Gutiérrez C., Divaldo, Fernández O. Racso y González T. José B.
El arte rupestre cubano. Estadísticas fundamentales, características y distribución.

En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/artecubano.html

2010

BIBLIOGRAFÍA

Calvera J. y R. Funes (1991): Métodos para asignar pictografías a un grupo cultural. En Arqueología de Cuba y de otras áreas antillanas. Ed. Academia, La Habana, pp. 79-93.

Departamento de Arqueología, Centro de Antropología (2003): Atlas Arqueológico de Cuba: Una estrategia científica para la investigación y la conservación del patrimonio histórico aborigen. Catauro, 5 (8): 196-202.

Fernández, R. y J. B. González (2001): Afectaciones antrópicas al arte rupestre aborigen en Cuba. Revista Rupestre, de Arte Rupestre en Colombia,  Año 4, no. 4, Bogotá.

Fernández, R. (inédito): El registro gráfico rupestre como fuente de información arqueo-antropológica. Tesis para optar por el grado académico de Master en Antropología, Universidad de La Habana.

Fernández, R., J. B. González y D. Gutiérrez (2009): History, Survey, Conservation and Interpretation of Cuban Rock Art [with translation by Michele H. Hayward].  In Rock Art of the Caribbean. Editores Michele H. Hayward, Lesley-Gail Atkinson y Michael A. Cinquino. Alabama Press, Coleccion Caribbean Archaeology and Ethnohistory Series: 22-40.

GNDB [Grupo Nacional de Diversidad Biológica] (2009): IV Informe Nacional al Convenio sobre Diversidad Biológica. CITMA-UNESCO-WWF. La Habana, 170 pp.

Gutiérrez, D., R. Fernández y J. B. González (2003): Estilo Patana. Propuesta para un nuevo estilo ideográfico para el extremo más oriental de Cuba. Catauro, 5 (8): 91- 111.

Gutiérrez, D., R. Fernández y J. B. González (2007): La conservación del patrimonio rupestrológico cubano. Situación actual y perspectivas. Boletín del Gabinete de Arqueología, 6 (6): 107-124.

Gutiérrez, D., E. Jaimez, R. Fernández y J. B. González (Inédito): La Regionalización Geo-Arqueológica del Arte Rupestre Cubano. Una Primera Aproximación. Archivos del GCIAR, La Habana, 36 pp.

Haviser, J. B. y M. Streecker (2007): El Caribe y la Costa Norte de Suramérica. Zona 2. En Rock Art Latinoamérica. ICOMOS-UNESCO, consultada Online el 23 de septiembre de 2008 en http//www.icomos.org.  

Moreira, L. J. (1999): La sociedad comunitaria de Cuba. Ed. Félix Varela, La Habana, 201 pp.

Núñez, A. (1975): Cuba: Dibujos Rupestres. Ed. (Conj) Ciencias Sociales e Industrial Grafica S.A., Lima, 507 pp.

Núñez, A. (s/a): El arte rupestre cubano y su comparación con el de otras áreas de América. La Habana, 183 pp.

Núñez, A. (1985): Arte Rupestre de Cuba. Ed. Jaca Book, Torino, 123 pp.

Núñez, A. (1995): Nuevas investigaciones en el arte rupestre de Cuba. Congreso Internacional LV Aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba, La Habana, p. 73.


[Rupestreweb Inicio] [Introducción] [Artículos] [Noticias] [Mapa] [Investigadores] [Publique]