Crónica de un reencuentro con el arte rupestre de las Cinco Cuevas 

Divaldo A. Gutiérrez divaldog@yahoo.es , José B. González, José R. Martínez y Roberto Castillo

A Miguel Escalante,
por su empeño y perseveranciaen
la búsqueda de una historia para
nuestros pueblos originarios

La caverna de las Cinco Cuevas se abre en una de las elevaciones cársticas que bordean gran parte del litoral de la Habana - Matanzas, específicamente en las que se ubican en ambas riveras del río Jaruco y, con más precisión, a 900 metros al este de dicho cauce fluvial y a 2 500 metros, aproximadamente, de la costa, en el litoral norte del municipio Santa Cruz del Norte, de la provincia Mayabeque, al occidente de Cuba; exactamente en las coordenadas planas rectangulares Cuba Norte X 397.538 - Y 370,514 (fig. 1).

Fig. 1. Ubicación de la caverna de las Cinco Cuevas, Santa Cruz del Norte, Mayabeque, Cuba

La primera referencia pública a la presencia de arte rupestre en la caverna de las Cinco Cuevas, la constituye un pequeño trabajo mecanografiado (fig. 2), realizado en el año 1972 por Florentino Pérez Prieto, por aquel entonces un joven miembro del círculo de interés de arqueología René Herrera Fritot, radicado en Marianao. En este trabajo su autor describe de forma somera la presencia de siete pictografías, en lo que él llamó “Salón de las Pictografías”, distribuidas en un mural o panel de 3.40 metros de longitud (Pérez, 1972: 3).

Fig. 2. Facsímil del trabajo sobre el arte rupestre de la caverna de las Cinco Cuevas, de Florentino Pérez Prieto  

Con este reporte como antecedente, en 1973 el Dr. Antonio Núñez Jiménez comienza la exploración e investigación rupestrológica sistemática de la cavidad, que concluye el 8 de abril de 1975. Como resultado de este proceso, dicho investigador describe detalladamente el arte rupestre de la localidad en su obra Cuba: Dibujos Rupestres, publicada en 1975; reconociendo la existencia de tres pictografías en el área descrita por Pérez Prieto tres años antes, y añadiendo dos nuevas pictografías en galerías interiores de la caverna, para un total de cinco (Núñez, 1975: 111).

En el propio año 1975 el entonces joven espeleólogo Alexis Rives Pantoja, junto a un grupo de sus colaboradores presenta en el Simposium XXXV Aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba una ponencia titulada “Posibles manifestaciones superestructurales en Cinco Cuevas”, Boca de Jaruco, La Habana” donde de manera general se da cuenta de la existencia en dicho sitio de arte rupestre (Rives et al. 1975).

Con posterioridad a esas descripciones, la presencia y ubicación de los diseños rupestres de la caverna de las Cinco Cuevas se fue diluyendo en la memoria de arqueólogos, rupestrólogos y espeleólogos, a tal punto que, después del fallecimiento del entrañable amigo y colega Miguel Escalante, quien dedicara su vida el estudio de la arqueología habanera, parecía imposible encontrar alguna persona que, con exactitud, ubicara todos y cada uno de los diseños precolombinos reportados en esa estación del arte rupestre cubano. A pesar de las descripciones existentes, de Pérez (1972) y Núñez (1975), varios intentos de localización realizados por algunos de nosotros habían sido infructuosos.

Ante esa realidad, y con los trabajos de registro y documentación que, desde hace varios años, lleva a cabo el Grupo Cubano de Investigaciones del Arte Rupestre (GCIAR), se convocó a reuniones, donde participaron miembros de esta organización y algunos colegas que habían sido parte de muchas de las exploraciones pioneras de estas regiones del litoral habanero: Jorge F. Garcel, Ramón Artiles, Pedro Pablo Godo, Iriel González, José R. Martínez, Roberto Castillo, José Benito González y Divaldo A. Gutiérrez. En estos encuentros quedó establecida la necesidad de proceder a una exploración detallada, centímetro a centímetro, de la caverna de las Cinco Cuevas, con el objetivo de intentar reubicar y registrar, para el archivo de la imagen, los diseños rupestres de la localidad.

 

Fig. 3. Conjunto pictográfico de la caverna de las Cinco Cuevas (A) Dibujo de Florentino Pérez (1972: 3); (B) Dibujo de Antonio Núñez Jiménez (1975: 272) y (C) Fotografía actual del conjunto (Este conjunto alberga las pictografías no. 1 y 2)

En honor a la verdad, llegamos a Cinco Cuevas sin muchas expectativas. Dentro de nuestro equipo no se producían intercambios de opiniones pesimistas, pero cada uno de nosotros, en secreto, consideraba muy poco probable el reencuentro de un arte rupestre que, aunque debidamente reportado 40 años atrás, era escaso, y del cual, en la actualidad, no se conocía ninguna información precisa. Los investigadores Nicasio Viña y Zaida Dávila, quienes habían participado en las expediciones de Núñez Jiménez entre los años 1973 y 1975, residen hoy en la ciudad de Santiago de Cuba, lo que ha limitado mucho el intercambio de información. Por estas y otras muchas razones, para algunos de los que participaríamos en la búsqueda del arte rupestre de la caverna de las Cinco Cuevas, este había desaparecido.

Así las cosas, sobre las 09:45 de la mañana del sábado 11 de junio de 2011 comenzó la planificada búsqueda. Sorpresa agradable fue escuchar, solo un rato después, las palabras pausadas y tranquilas de José Benito: ¡aquí están! Todos miramos hacia el lugar que se nos indicaba, y allí, muy deterioradas, se encontraban las pictografías no. 1 y 2 (según Núñez, 1975: 110) de la caverna de las Cinco Cuevas (fig. 3 y 4).

Encontrar estas pictografías representaba un paso importante, pues a partir de ellas se podrían ubicar al menos las más cercanas, según las descripciones de los investigadores que nos precedieron; criterio que fue absolutamente efectivo: se logró identificar entre las sombras, muy deteriorados y en ocasiones casi imperceptibles, los trazos de líneas cortas y cruzadas, descritos por Florentino Pérez en 1972, y la casi indistinguible figura “antropomorfa”, descrita por Antonio Núñez Jiménez en su obra de 1975.
 

Fig. 4. Miembros de la expedición junto al primer conjunto pictográfico de la caverna de las Cinco Cuevas Izquierda: José B. González Tendero. Derecha: Divaldo A. Gutiérrez

De las descripciones realizadas del arte rupestre de esta localidad se infería que la pictografía no. 4, según la numeración propuesta por Núñez Jiménez en 1975, representaría mayores problemas; pues Florentino Pérez en su trabajo de 1972 no la describe, y Núñez Jiménez la reporta, pero en su obra no aparece ninguna imagen gráfica de la misma, por lo que hasta hoy lo único que se conocía de ella eran las siguientes líneas:

 

En el Salón de los Derrumbes, donde se unen las tres laberínticas galerías citadas se nota, en el techo, una larga y simple raya negra, de varios metros de largo, que pudiera ser una marca topográfica, tal como indicamos en la introducción de esta obra (Núñez, 1975:111).

Al llegar nosotros a la descrita unión de galerías, comenzamos a escrudiñar el techo, tarea nada fácil si tenemos en cuenta que este se eleva sucesivamente hasta más de diez metros, lo que provocó miradas involuntarias de incertidumbre que, como mensajes telepáticos, nos decían que a esa altura era muy difícil identificar en el techo “…una larga y simple raya negra…”. Entonces, algunos de nosotros nos dispersamos, para intentar abarcar mayor área de búsqueda, y solo unos minutos después, con su voz segura, se volvía a oír a José Benito, con su típica expresión: ¡aquí está! Y de nuevo tenía razón, en una rampa inclinada que se aleja de la unión de galerías para bordear el gran Salón de los Derrumbes, se podía apreciar en el techo, a casi cuatro metros de altura, una larga raya, fragmentada en algunos lugares (fig. 5). Inmediatamente comenzamos los trabajos de su documentación, para lo cual fue necesario, debido a la altura, el uso de una vara que en su punta portara la escala IFRAO, se tomaron fotografías, y se pudo determinar que su trazo, en general, tiene un ancho promedio de 5.0 mm y que la raya tiene una longitud total de 3.77 m.

Fig. 5. Imágenes con secciones de la raya larga, dibujada en el techo del Salón de los Derrumbes de la caverna de las Cinco Cuevas, y que el Dr. Antonio Núñez Jiménez  identificara como la pictografía no. 4 de esta localidad

Su papel como marca topográfica, sugerido por Antonio Núñez Jiménez, no queda explícito en el contexto del arte rupestre de la localidad, dentro del cual dicha función no se puede identificar ni sugerir para otros diseños. Por otra parte, según nuestra experiencia, cuando un diseño o motivo rupestre cumple una función topográfica en el interior de una cueva o caverna, en la mayoría de los casos está ubicado en el campo visual del explorador; mientras en el caso que nos ocupa se puede transitar perfectamente por la galería sin percibir su presencia, debido a su ubicación en cenital. No obstante, en la actualidad un debate sobre el tema no pasaría de la especulación científica, pues cualquier propuesta funcional para el arte rupestre de Cinco Cuevas necesita de mayor y mejor documentación.  

Llegados hasta aquí, solo nos quedaba encontrar la última pictografía descrita para esta localidad, la cual, según Núñez Jiménez, estaba localizada en el

…Salón de los Derrumbes y representa una cruz cuyo elemento vertical mide 60 cm de alto y el horizontal, 36 cm […]. El trazo de ese dibujo es de 4 cm de ancho, el mayor de esta cueva; este dibujo está marginado por incisiones que bordean toda la figura. La combinación de dibujos y rayado se repite en algunas otras manifestaciones rupestres de Cuba… (Núñez, 1975: 111).

Pero entonces, y debe de haber quedado claro para el lector, después de lo ya ocurrido en la expedición, la mayoría de nosotros decidimos descansar un rato, mientras bebíamos unos sorbos de agua bajo la luz natural que penetra por una vistosa claraboya, que se abría sobre nosotros; y entregamos a José Benito la tarea de buscar la no poco famosa y debatida cruz pictográfica de Cinco Cuevas, aunque no sería justo esconder que, en apariencias, esta tarea sería más fácil, pues dicha pictografía era la única que había sido vista años atrás por algún miembro del equipo. Después de casi veinte minutos de búsqueda, escuchamos a nuestro José Benito (Pepe) volver a expresar sus palabras mágicas, y en menos de un minuto todos nos agrupamos frente a la figura en cruz de la caverna de las Cinco Cuevas (fig. 6).

Fig. 6. Pictografía de la Cruz de la caverna de las Cinco Cuevas. (A)  Fragmento de la fotografía retocada a plumilla publicada por Núñez Jiménez (1975: 440). (B)  Fotografía actual

Es probable que el lector interesado en nuestras letras haya sentido algún vacío, cuando calificamos la última pictografía conocida en esta localidad como “…la no poco famosa y debatida cruz pictográfica de Cinco Cuevas…”; pero tales calificativos se deben al uso y manejo que ha tenido esta pictografía en el intenso debate que sostiene la rupestrología cubana sobre la cruz como diseño diagnóstico para el arte rupestre de grupos de esclavos de origen africano que, fugados de sus dueños, se convirtieron en cimarrones y apalencados, retomando en estos modos de vida muchas de sus tradiciones culturales ancestrales, entre ellas el arte rupestre.

Aunque este trabajo no pretende en sí mismo un debate teórico, sino que es más bien una crónica de viaje, como su nombre lo indica, sí quisiéramos dejar establecido que tal relación morfo-cultural entre cruz y afrodescendientes es para nosotros insostenible, en la mayoría de los casos en que se ha defendido, pues la cruz como figura ha sido utilizada por casi todas las culturas de la humanidad, sin llevar implícito ningún apellido. El criterio de “cruz cristiana”, relacionado con esta y otras muchas pictografías del arte rupestre cubano, es por lo tanto un criterio poco sólido y sostenible, pues parte de un signo o símbolo utilizado en todo el mundo y cuya representación aparece en el arte rupestre precolombino de las Antillas y de América de forma abrumadora (Gutiérrez, et al., en prensa).

Fig. 7. Croquis de las áreas pictográficas de la caverna de las Cinco Cuevas, Santa Cruz del Norte, Mayabeque, Cuba

Al respecto, el propio Núñez Jiménez apuntó, al referirse a este diseño en particular de las Cinco Cuevas: “Respecto de la cruz, recordemos que según Adan Quiroga, fue para muchos pueblos americanos un símbolo meteórico –posiblemente de las lluvias–” (Núñez, 1975: 111).  

Entonces, es nuestra opinión que una figura de cruz puede tener numerosas implicaciones dentro de las estratificaciones sociales, en cualquier sociedad; que no podemos sintetizarlas en el concepto reduccionista y contemporáneo de “cruz católica” o “cristiana”, para justificar una inferencia cronológica (pos-colombina). Para argumentar nuestra afirmación, baste solo decir que en la actualidad un icono en forma de cruz, cuyos signos vecinos anteriores e inmediatos sean números, es automáticamente interpretado como un símbolo de sumatoria, y nada tendrá que ver con una expresión ideológica o religiosa. Esta simple reflexión nos indica que en todos los tiempos las representaciones han estado condicionadas por el propio funcionamiento de la sociedad y sus necesidades, pero nunca estrictamente por su morfología (Gutiérrez, et al., en prensa).

De todos los elementos aquí discutidos podemos establecer que en la actualidad pueden ser identificadas en l arte rupestre de esta localidad un total de siete pictografías, cinco de ellas ubicadas en el Salón o Galería de las Pictografías, una sexta (la cruz) en una pequeña cavidad a la izquierda del paso inclinado que permite unir el Salón de las Pictografías con el Salón de los Derrumbes y la séptima (la raya)  ubicada en el techo de la galería inclinada que une el Salón de los Derrumbes, con el Salón de la Claraboya.

Todos estos elementos forman parte del debate teórico que sobre este y otros temas mantenemos hoy un número importante de investigadores cubanos, de ahí la importancia –junto a otras muchas razones, como su documentación y registro– del viaje y la exploración que hemos reseñado hoy, los cuales nos permitieron lograr un reencuentro con el arte rupestre de las Cinco Cuevas.

 

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Cómo citar este artículo:

Gutiérrez, Divaldo A.; González, José B.; Martínez, José R. y Castillo, Roberto.
Crónica de un reencuentro con el arte rupestre de las
Cinco Cuevas.

En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/cincocuevas.html

2011

 

BIBLIOGRAFÍA

Gutiérrez, D. A.; R. Fernández y J. B. González (en prensa): “Arte rupestre africano en las cuevas de Cuba. La necesidad de un cambio en las herramientas metodológicas”. En: Cuba Etnográfica II, La Habana.

Núñez, A. (1975): Cuba: Dibujos Rupestres. Editorial Ciencia y Técnica, La Habana.  

Pérez, F. (1972): “Información preliminar de las pictografías de Cinco Cuevas” (ejemplar mecanografiado). Archivos del Museo Municipal de Habana del Este, La Habana.

 

Rives, A.; G. García y R. Cartaza (1975): Posibles manifestaciones superestructurales en Cinco Cuevas¨, Boca de Jaruco, La Habana (inédito). Ponencia presentada al Simposium XXXV Aniversario de la Soc. Espeleológica de Cuba. Isla de Pinos.

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