Perú


Inventario y análisis iconográfico de las manifestaciones rupestres de Coasa en la vertiente oriental de la Cordillera de Carabaya, Puno, Perú(1)

Rainer Hostnig rainerhostnig@gmail.com

Resumen

El artículo analiza el corpus de expresiones rupestres - pinturas y petroglifos - de la cuenca alta y media del río Coasa en la provincia de Carabaya donde la mayoría de los sitios se encuentran a lo largo de caminos precolombinos y algunos relacionados con lugares de entierro. El tratamiento analítico de los 17 sitios rupestres documentados fotográficamente por el autor entre los años 2008 y 2009 permite diferenciar, en cuanto a las pinturas rupestres, al menos cuatro diferentes tradiciones y épocas de producción, destacándose una tradición local circunscrita al valle de Coasa y caracterizada por representaciones de personajes armados de hacha y escudo, este último en una gran variedad de tamaños, formas y diseños interiores. La identificación de esta tradición rupestre, atribuida por el autor al Período Intermedio Tardío, una época de permanentes turbulencias sociopolíticas en la región, representa uno de los resultados más relevantes del presente estudio. El artículo concluye con algunas consideraciones sobre la ubicación preferencial de los sitios rupestres, una síntesis de la tipología de motivos y una propuesta respecto a la asignación temporal y la secuencia estilística-cronológica de las expresiones rupestres tratadas.

Gran parte de las fotografías que ilustran el texto, fueron procesadas mediante la herramienta DStretch-ImageJ, con excelentes resultados por cuanto permitió visibilizar no sólo la existencia de superposiciones de pinturas sino también motivos irreconocibles o desvaídos por su exposición a los agentes meteorológicos.

Introducción

Entre fines del siglo XX y los primeros años del nuevo milenio, la provincia de Carabaya, ubicada en el extremo noroeste del departamento de Puno, se hizo conocer en la comunidad científica por su inmensa riqueza de yacimientos rupestres, pertenecientes a diferentes épocas de la ocupación humana en esta región limítrofe entre el altiplano y la Amazonía sur peruana (Hostnig 2010, 2007, 2003, Ramos 2002; Vega C. 2008; De la Vega 2008; Palao 1991). Objeto de registros y de documentación fueron principalmente los sitios rupestres del área alto-andina, circunscrita a los distritos de Macusani y Corani, cuyos pastizales naturales y extensos bosques de piedra ofrecieron condiciones ecológicas y topográficas ideales para las actividades de caza de camélidos silvestres y cérvidos durante el largo período pre-cerámico, mientras que los numerosos abrigos rocosos en la base de los farallones sirvieron de refugio, de lugares de faeneo de los animales cazados y para fines rituales a una larga sucesión de generaciones de cazadores-recolectores y pastores-cazadores.

La vertiente oriental de la Cordillera de Carabaya, caracterizada por una geografía montañosa y abrupta, bisectada por valles profundos que drenan sus aguas en el río Inambari, no ha sido aún objeto de registros sistemáticos de manifestaciones rupestres, con excepción de los distritos de Coasa y Ayapata, donde entre los años 2008 y 2010 el autor halló una gran cantidad de paneles con pinturas y algunos petroglifos (Hostnig 2010), siendo precursores de las investigaciones rupestres en Ayapata Alfredo Quispe Tutacano (s/f) y en Coasa los arqueólogos Flores y Cáceda (2004), así como Félix Tapia (1985). Llama la atención el hecho que todos los sitios registrados hasta la fecha a lo largo de los valles orientales y sus cabeceras, si bien pertenecen a diferentes épocas precolombinas, son atribuibles exclusivamente, con una sola excepción, a sociedades agro-pastoriles. Tal parece que los cazadores-recolectores del Arcaico, que habitaban las planicies y faldas meridionales de la Cordillera de Carabaya, no tenían necesidad de ampliar su radio de acción hacia el norte y noreste de la provincia, región poco atractiva por su geografía abrupta y una fauna mayor mucho menos abundante y menos fácil de cazar por la existencia de extensas áreas cubiertas de vegetación arbórea y arbustiva que servían de refugio a los camélidos silvestres y cérvidos.

Objeto de este artículo es el conjunto de manifestaciones rupestres de la cuenca del río Coasa en el distrito del mismo nombre, que destacan por la singularidad de su iconografía en el contexto del arte rupestre carabaino, y por la existencia de una unidad estilística e iconográfica (antropomorfos premunidos con hacha y escudo) muy diferente a las expresiones parietales de los demás valles de la vertiente oriental de la Cordillera de Carabaya.

Contexto geográfico de Coasa

Coasa es con 3572 km² el más grande de los diez distritos de la provincia de Carabaya en el departamento de Puno. Su territorio abarca desde la zona nival a 5100 msnm (Nevado Achasiri, hoy desaparecido) hasta los 400 msnm en el llano amazónico donde colinda, en el extremo norte de la provincia de Carabaya, con la provincia Tambopata del departamento de Madre de Dios. El río Inambari que recolecta las aguas del río Coasa, divide el distrito en dos partes: la cordillerana en el sur y la amazónica en el norte. Gran parte de la región amazónica de Coasa ha sido integrada en 1996 en el Parque Nacional Bahuaja Sonene.

Fig. 1: Ubicación del distrito de Coasa en la provincia de Carabaya

El río Coasa nace en las alturas en el extremo sur del distrito. Cerca de la capital distrital recoge las aguas del río Achasiri y recibe otros tributarios en ambas márgenes a medida que desciende por el flanco oriental de la Cordillera Oriental hacia la Amazonía. A partir de la confluencia con el río Achasiri, el valle alto-andino del río Coasa pierde su carácter glaciar y se comienza a encañonar. En las laderas empinadas en ambos lados del río abundan afloramientos rocosos grandes y pequeños, algunos en forma de farallones de paredes perpendiculares. Un tributario importante del Coasa, en la margen derecha, es el río Esquena, en cuya cuenca media se encuentra el pueblo colonial del mismo nombre.

La capital distrital Coasa, ubicada a 3745 msnm, alberga cerca de 4500 habitantes, algo más del tercio de la población distrital de 12 097, según el censo de población del 2007. Los coaseños se dedican a actividades agropecuarias, comerciales y a las relacionadas con la minería artesanal de oro. Durante la época colonial el pueblo figuró como centro minero y durante el siglo XX hasta la actualidad funge como punto de partida y de apoyo para la colonización de la zona amazónica del distrito, donde existen varios lavaderos de oro y las instalaciones hoy abandonadas de la famosa mina de Santo Domingo, operada durante los últimos años del siglo XIX y la primera mitad del siglo pasado.

El acceso por carretera es desde Juliaca (224 km) o Macusani (84 km) vía Ajoyani o desde Macusani vía el distrito de Ituata. De Coasa sale una carretera afirmada que pasa por los pueblos de Cuticarca, Tahuana, Esquena y Saco y termina en Pata Quitún, en el piso ecológico de la ceja de selva.

Contexto arqueológico

Como los demás distritos carabainos que se extienden sobre el flanco oriental de la Cordillera de Carabaya, Coasa es rico en vestigios del pasado precolombino. Según los inventarios arqueológicos realizados hasta la fecha (Flores y Cáceda 2004; Tapia 1985) e información de los lugareños, existe media docena de asentamientos humanos precolombinos en el distrito. Son los complejos arqueológicos de Charansoja o Llaqtapata en el cerro entre Coasa y Uchuhuma, Kurkurtira, Qoa Qoa y Wantinimarka entre Coasa y Tahuana, y Wat’amarka en la comunidad de Esquena. Este último complejo se encuentra a medio camino entre el pueblo de Esquena y el lugar donde las aguas del río Esquena se mezclan con las del río Coasa (fig. 67). Constituye el asentamiento pre-inca más extenso del distrito y está asociado con el antiguo pueblo fortificado de Juchuy Qaliri en la parte alta de la montaña. Destaca, además, por la existencia de grandes casas funerarias de planta rectangular de uno o dos pisos, agrupadas en una planicie en las afueras del antiguo asentamiento humano.

La ubicación de la mayoría de los asentamientos precolombinos de Coasa en la cumbre de los cerros, rodeados por muros defensivos, así como el tipo de chullpas que se han conservado en el ámbito de los complejos arqueológicos, son claros indicios de su pertenencia al Período Intermedio Tardío y en algunos casos al Horizonte Tardío.

Como los demás valles orientales de Carabaya, también Coasa cuenta con una red de caminos precolombinos, pre-incas e incas, que se conectaban tanto con el altiplano como con la zona amazónica y articulaban también a las diferentes subcuencas del río Coasa. La presencia inca del valle está evidenciada por la existencia de una chullpa decorada al estilo incaico (diseño de damero en negro y blanco), similar a las del río Lauca en Bolivia (fig. 2). Las extensas andenerías con las que se estabilizaron los suelos en las vertientes empinadas del río Coasa y sus tributarios, probablemente comenzaron a construirse durante el Horizonte Medio y siguieron construyéndose hasta el final de la época de la ocupación inca. Las terrazas agrícolas que quedan en pie, siguen usándose en la actualidad para el cultivo de tubérculos y granos andinos.

Luego de siglos de despojo mediante excavaciones clandestinas y el saqueo sistemático de las tumbas, de usar las ruinas como canteras para la construcción de cercos y casas y de haber dejado sin mantenimiento o en el abandono total parte de la infraestructura productiva heredada de los pueblos precolombinos asentados en la región, este patrimonio se ha ido deteriorando, destruyendo y perdiendo, dificultando con ello la tarea de los arqueólogos del futuro, interesados en develar, mediante excavaciones científicas, el proceso cultural y socio-político de este y los demás valles orientales de Puno.

Fig. 2: Chullpa decorada en la margen derecha del río Achasiri, cerca del sitio Chillihua 1

Los sitios rupestres de Coasa

Una parte importante del patrimonio arqueológico del distrito, vinculado por lo general estrechamente con los vestigios mencionados en el capítulo anterior, comprenden las manifestaciones rupestres en la modalidad de pinturas y petroglifos.

En dos viajes al distrito (abril 2008 y octubre 2009), el autor pudo documentar fotográficamente un total de 17 sitios rupestres, cinco en la quebrada angosta del río Achasiri, nueve en ambas márgenes del río Coasa (a partir de la confluencia de los ríos Achasiri y Coasa) y tres en la cuenca media del río Esquena. No se ha podido localizar el sitio Qutikarka, mencionado por Tapia (1985), aunque se supone, por el nombre del sitio, que este se halla cerca del complejo arqueológico o del pueblo de Cuticarca. Tampoco se encontró el sitio Tingore 3 en la margen izquierda del río Achasiri, mencionado por Flores y Cáceda (2004).

En los cuadros 1-4 se proporciona un listado de los sitios inventariados hasta la fecha, con indicación de la altura sobre el nivel del mar, el año del registro y el nombre del o de los investigadores que registraron el sitio. El mapa de la figura 3 muestra la distribución de los sitios en la cuenca del río Coasa y las subcuencas de los ríos Achasiri, Cuticarca y Esquena. La imagen satelital (Google Earth) de la figura 4 da una idea de la topografía de la región y muestra las tres concentraciones de sitios rupestres del distrito indicadas mediante óvalos blancos.

Cuadro 1: Sitios rupestres en la cuenca baja del río Achasiri

No.
Nombre del sitio
Altura msnm
Registrado por / fecha
1

Musujchaca 1
(o Usuña o Tingore 1)

3860
Flores y Cáceda, 2004 (denominaron el sitio Tingore 1); Hostnig, abril 2008
2
Musujchaca 2
3850
Flores y Cáceda, 2004; Hostnig, abril 2008
3
Chillihua 1
3855
Hostnig, abril 2008, octubre 2009
4
Chillihua 2
3783
Flores y Cáceda, 2004 (denominaron el sitio Tingore 2); Hostnig, abril 2008; Es probable que coincida con el sitio Lluskuna, mencionado por Tapia (1985)
5
Kanoqa
3750
Hostnig, abril 2008, octubre 2009

Cuadro 2: Sitios rupestres en la cuenca media del río Coasa (tramo desde la desembocadura del río Achasiri hasta el sector Pampamayo)

No.
Nombre del sitio
Altura msnm
Registrado por / fecha
1

Roq’to Uno 1

3774
Hostnig, abril 2008, octubre 2009; Tapia, 1985 (trabajo de campo entre 1976-1977)
2
Roq’to Uno 2
3800
Hostnig, abril 2008
3
Roq’to Uno 3
3715?
Hostnig, abril 2008
4
Ch’ullunqani 1
3698
Hostnig, abril 2008, octubre 2009
5
Ch’ullunqani 2
3700
Hostnig, octubre 2009
6
Pampamayo
3600
Hostnig, octubre 2009
7
K’ucho Uno 1
3648
Hostnig, octubre 2009
8
K’ucho Uno 2
3648
Hostnig, octubre 2009
9
K’ucho Uno 3
3648
Hostnig, octubre 2009

Cuadro 3: Sitios rupestres en la cuenca media del río Esquena

No.
Nombre del sitio
Altura msnm
Registrado por / fecha
1
Juncuntira
3848
Hostnig, octubre 2009
2
Pukupata 1 y 2
3975
Hostnig, octubre 2009
3
Trankapunku
3614
Hostnig, octubre 2009

Cuadro 4: Sitio rupestre en la subcuenca del río Cuticarca

1
Qutikarka
s/d
Tapia, 1985 (trabajo de campo entre 1976-1977, sitio no localizado por el autor)

Fig. 3: Ubicación de los sitios rupestres de Coasa

 

Fig. 4: Los tres óvalos indican la localización de las áreas rupestres de Coasa

Los principales yacimientos de pinturas rupestres de Coasa se encuentran en la cuenca baja del río Achasiri y en la cuenca alta del río Coasa, desde la confluencia del río Achasiri con el Coasa hasta una distancia de kilómetro y medio río abajo. Es muy probable que existan más sitios rupestres siguiendo el Coasa hacia el piso ecológico de la ceja de selva, pero la exploración de la quebrada a partir del último sitio registrado en Pampamayo demandaría varios días de caminata y de frecuentes bajadas y subidas desde el camino troncal a las zonas de difícil acceso en la ribera del río para inspeccionar las rocas y las paredes en la base de los acantilados.

En el año 2009, el autor halló una tercera concentración de sitios rupestres, en la modalidad de petroglifos, al visitar el complejo arqueológico de Wat’amarka guiado por pobladores de Esquena y acompañado por personal de la Municipalidad de Carabaya. En este segundo viaje a Coasa se logró registrar un conjunto de petroglifos coloniales grabados sobre piedras en pleno camino de herradura, mientras que encima del pueblo de Esquena, el guía local enseñó al autor dos planchas grandes de rocas con numerosos grabados en las superficies planas y casi horizontales. Estos grabados son interesantes por su emplazamiento e iconografía pero requieren ser documentados a detalle mediante un método apropiado, puesto que las fotografías no permiten visibilizar todos los surcos de los petroglifos que son muy superficiales. Otro sitio con petroglifos se encontró durante la misma visita en la margen izquierda del río Esquena, entre el pueblo de Esquena y Wat’amarca.

A continuación se proporcionará una descripción sucinta de cada sitio para luego, en las conclusiones, sintetizar los principales resultados del análisis.

Sitios rupestres de la subcuenca del río Achasiri

El río Achasiri tiene su origen en el nevado del mismo nombre (hoy día ya sin nieve perpetua) y vierte sus aguas, luego de un recorrido de 23 km de oeste a este, en el río Coasa. En la parte alta de la cuenca, el río atraviesa un valle ancho de tipo glaciar hasta el poblado de Huarachani, donde comienza a cerrarse. A partir del caserío Ayusuma adquiere el carácter de una quebrada encañonada hasta cerca de la capital distrital. Los sitios rupestres descritos en lo sucesivo, se encuentran en el último trecho de la cuenca, entre 2,5 y 5 kilómetros, contados desde la unión con el río Coasa.

Musujchaca 1 (o Usuña o Tingore 1)

Cruzando el puente cerca de Ayusuma a la margen derecha del río Achasiri, se llega al primer sitio rupestre en el sector llamado Musujchaca, topónimo que significa “puente nuevo”. El sitio está ubicado a 3837 msnm, en la margen derecha de la carretera. El panel con las pinturas se encuentra en la base de un farallón, directamente debajo de una fractura horizontal de la roca, a una distancia de aproximadamente 25 m del borde de la carretera afirmada que sigue el curso del río (fig. 5).

El pequeño panel se compone de dos motivos: un cuadrado de 12 cm de lado, en cuyo interior se observa un diseño que consta de cuatro triángulos (uno por lado) que apuntan hacia el centro del cuadrado. Uno de los triángulos lleva otro en el interior usando como base la misma línea que el triángulo grande. A los costados de tres de los triángulos salen trazos cortos que otorgan mayor complejidad al diseño. Hacia la derecha de este motivo, a una distancia de unos 40 cm, se encuentran tres líneas verticales ondulantes paralelas, dos de las cuales se juntan en la parte superior. Corresponden a un motivo recurrente de Coasa que se repite en Kanoja y en los petroglifos de Trankapunku.

La pintura usada es el rojo oscuro que en el motivo cuadrado ha adquirido en algunas partes un tono violáceo, probablemente debido a la reacción química del pigmento con el soporte rocoso.

Fig. 5: Vista panorámica con indicación del panel. Sitio Musujchaca 1

Flores y Cáceda (2004) reportaron en este sitio un segundo panel con la “representación de camélidos en acto de apareamiento en color rojo oscuro, mientras que unos centímetros más abajo [existe] una silueta antropomorfa acechando a los animales.”

Musujchaca 2

A corta distancia del primer sitio se encuentra, en la base del mismo farallón, otro panel con pinturas rupestres de color rojo oscuro de iconografía distinta a la del sitio anterior, compuesto por dos motivos figurativos y dos abstractos (figs. 6 y 7a). En el lado izquierdo del panel vemos una figura antropomorfa esquematizada con los brazos en alto, uno de ellos agarrando lo que pareciera ser una cuerda que sale del cuello de un cuadrúpedo con aspecto de llama de tamaño mucho más grande que la figura antropomorfa. El animal está orientado hacia la izquierda del observador y representado con cuatro extremidades, una oreja, cuello grueso y alargado, cuerpo rectangular y cola exageradamente gruesa. En el lado derecho arriba se observa una estructura reticulada con un apéndice en la parte inferior y debajo de este motivo una línea zigzagueante, quizás la representación de una serpiente. En la parte inferior del extremo izquierdo se observan manchas de pigmentos rojos, probablemente los restos de una figura, hoy destruida (figs. 7a y 7b).

El color usado es el mismo que en el sitio anterior, pero sin el cambio de coloración que han sufrido parte de las pinturas de Musujchaca 1.

Fig. 7a: Combinación de motivos
figurativos y abstractos

Fig. 6: Vista panorámica del sitio Musujchaca 2
Fig. 7b: Calco en base a foto 7a

Chillihua 1

Luego de cruzar el segundo puente sobre el río Achasiri y pasar nuevamente a la margen izquierda del río, se llega a la estación rupestre de Chillihua 1 que se encuentra a una distancia de aproximadamente 200 m desde el puente. El soporte de las pinturas lo forma la pared de un alero de un afloramiento rocoso ubicado a unos 20 m encima de la carretera (fig.8).

Fig. 8: Vista panorámica del sitio Chillihua 1, tomada desde el sitio de la chullpa decorada

En la pared inclinada del fondo del alero – hoy prácticamente inaccesible - se puede distinguir un panel grande con pinturas de color rojo oscuro y negro (fig. 9).

En base a fotografías del panel tomadas con teleobjetivo y posterior tratamiento digital de las imágenes se han podido identificar seis personajes, dos de ellos acompañados por o yuxtapuestos a un camélido considerablemente más pequeño que la figura humana a su lado (fig. 10). Las figuras humanas tienen el cuerpo alargado con un ligero ensanchamiento a la altura de las caderas que puede indicar la vestimenta utilizada por los varones. Las dos piernas están separadas y terminan en pies. Llevan los brazos levantados portando objetos en ambas manos (fig. 11). Cuatro hombres portan hachas en su mano izquierda (suponiendo que están representados de manera frontal) y tres de ellos un pequeño escudo redondo en la mano derecha. Dos de los escudos, representados mediante líneas de contorno, han sido decorados en el interior de la cara externa con un círculo rojo. El elemento más llamativo de las figuras humanas es el gran tocado que adorna sus cabezas. El tocado más grande tiene forma semi-radial, siendo los trazos radiales cerrados mediante una línea de contorno. Las hojas de las hachas son de forma trapezoidal y enmangadas de manera que sobresale el mango en el extremo distal unos pocos centímetros. Las hachas son sostenidas por los hombres en la parte céntrica del mango.

Los pequeños camélidos asociados a dos de los personajes armados están representados de perfil y en posición estática, con dos orejas, cuatro extremidades y cola curvada, el cuerpo de poco volumen. Tienen el cuello largo y erguido y la cabeza dirigida hacia la figura humana a su costado.

El procesamiento digital de las fotografías permitió resaltar las pinturas de color negro que se concentran en el centro y en el lado derecho el panel (fig. 12). Se ha podido contabilizar nueve motivos en este color, seis de ellos figurativos (2 camélidos, 1 figura humana, 3 aves en vuelo) y tres abstractos (dos cuadrados con diagonales cruzadas en el interior, 1 cuadrado vacío) de color negro. Notamos que uno de los camélidos, al que le falta la parte posterior, es altamente esquematizado y de trazo lineal. La figura humana, de cuerpo ancho, se encuentra junto al camélido negro, pero sin aparente relación con el animal. Dos de los tres cuadrados, uno vacío y el otro con un aspa en el interior, fueron pintados yuxtapuestos a personajes con hacha y escudo, en el espacio entre el brazo derecho extendido y la línea del cuerpo y pierna derecha. Uno de los motivos negros (el camélido completo) se superpone ligeramente sobre el escudo de la figura humana más grande de color rojo, por lo que queda establecido que el conjunto de figuras rojas es de data anterior. Esto coincide con la suposición que el motivo de los cuadrados con diagonales cruzadas es de tiempos precolombinos relativamente recientes en el ámbito del centro-sur andino y que en el caso de este sitio, podría datar de la época de la ocupación incaica del territorio coaseño. Las tres aves en posición de vuelo son las únicas representaciones ornitomorfas halladas hasta la fecha en el arte rupestre de Carabaya.

Fig. 9: Alero con pinturas rupestres de Chillihua 1

Fig. 10: Conjunto de figuras del panel de Chillihua 1, sin los motivos de color negro. (Procesamiento digital mediante Photoshop)
Fig. 11: Detalle del panel

Fig. 12: Calco del conjunto de pinturas de color negro en el panel de Chillihua 1

Chillihua 2 (o Tingore 2)

Este sitio, ubicado en la orilla derecha del río y sólo accesible en época de sequía al vadear el río, lamentablemente fue vandalizado mediante pintas políticas, siendo las más destructivas de los años ochenta (Flores y Cáceda 2004). El panel principal se encuentra directamente debajo del alero y fue cubierto por las letras VOTA POR A. AGUILAR, pintadas con aceite quemado de automóvil. Debajo de las letras fue pintada una lampa de color rojo, el símbolo político del Partido Acción Popular (figs. 13, 14a-14c). Hay pinturas aisladas y manchas de color rojo en otras partes del afloramiento rocoso, pero igualmente cubiertas con lemas de índole política partidaria.

Fig. 13: El sitio Chillihua 2 en la orilla derecha del río Achasiri

Mediante el procesamiento digital de las imágenes del panel principal tomadas en el sitio se logró visibilizar parte de las figuras cubiertas por la pinta política. Se trata de dos camélidos en fila desplazándose hacia la derecha del observador. El primero, de cuello erguido, es jalado con una soga por una figura humana muy pequeña. El segundo camélido, con el cuello estirado en posición horizontal, parece correr detrás del otro para alcanzarlo. A la derecha de esta escena y directamente debajo de un círculo de color rojo oscuro se distingue un personaje, representado en posición frontal, que porta un hacha en la mano derecha. Más hacia la izquierda, superpuesto parcialmente sobre el camélido enlazado, fue pintado un rectángulo vertical delineado, dividido en el centro por una línea horizontal. La tonalidad de rojo de la figura antropomorfa con hacha y de este motivo geométrico es más clara que la de los dos camélidos y del círculo mencionado.

La superposición de los dos grupos de motivos de temática, estilo y tonalidades cromáticas diferentes revela cierta distancia temporal, quizás de varios siglos, entre los momentos de su factura. En vista de la ubicación de la pared pintada en el borde del río, los pintores deben haber aprovechado el cauce bajo del río durante la época de invierno (meses de mayo a octubre) para realizar la obra.

Fig.14a: Pinturas rupestres vandalizadas
mediante pintas políticas
Fig.14b: Foto procesada mediante programa
DStretch ImageJ 2), canal de color “lds”
Fig.14c: Calco en base a la foto 14b

Kanoqa

Continuando el recorrido hacia Coasa se encuentra, nuevamente en la margen izquierda del río, otra estación rupestre en el sector Kanoqa. Las pinturas rupestres de este sitio fueron producidas en la pared vertical plana de un pequeño afloramiento rocoso, que colinda con la carretera. Esta ha reemplazado años atrás el antiguo camino de herradura que comunicaba Coasa con la zona alto-andina (hoy distrito de Ajoyani) y que probablemente siguió el trazo de un importante camino prehispánico. Afortunadamente, el sitio no ha sido afectado durante la construcción de la carretera y tampoco ha sufrido actos de vandalismo a pesar de la facilidad de acceso (fig. 15).

Fig. 15: Panorámica del sitio Kanoqa

El panel con las pinturas cubre un área de 2.5 m de ancho por 1.5 m de alto. Los motivos están concentrados en el lado derecho del panel, habiendo sólo pocas figuras en la parte céntrica y en el extremo izquierdo, cerca del borde inferior de la roca. Los colores usados fueron el rojo oscuro, rojo claro, anaranjado, blanco y negro (fig. 16).

Las pinturas más antiguas, de una tonalidad de rojo más oscuro que otros motivos de este color, corresponden a cuatro camélidos de estilo naturalista, representados en posición de carrera (fig. 17). Están distanciados unos 50 a 60 cms entre ellos y corren en distintas direcciones. Uno de ellos está cubierto por una capa delgada y transparente de color blanco. Por la forma naturalista de los animales es de suponer que pertenezcan al Arcaico Tardío o al Horizonte Temprano (o Formativo Temprano). También un conjunto de cuatro cuadrúpedos, entre ellos uno con aspecto de felino y otro de canino, parece ser de la misma época.

Fig. 16: Calco del panel de Kanoqa

Fig. 17: Detalle de las figuras de camélidos de estilo naturalista

Milenios más tarde, probablemente durante el Intermedio Tardío, fue pintado cerca de los camélidos mencionados un personaje grande de color naranja, armado con un hacha y un escudo. Está representado en posición frontal, con los brazos extendidos. Porta el hacha, con el mango en posición vertical, en la mano derecha y el escudo en la izquierda. Este tiene forma rectangular y la cara exterior rellenada de color naranja. La figura humana, de cerca de 80 cm de alto, está cubierta parcialmente con una capa delgada y transparente de color blanco. Superpuesto sobre la capa blanquecina y el personaje, fue pintado en color rojo claro un motivo abstracto compuesto por círculos y líneas onduladas que terminan en ojales. Un motivo similar se observa en los petroglifos de Trankapata en Esquena (fig. 85). En el mismo color aparece, en el lado izquierdo, un motivo consistente en una agrupación de cinco pequeños círculos asociados a un camélido esquematizado encerrado mediante un trazado ovoide. El motivo de las líneas sinuosas debe pertenecer a la última fase de producción pictórica en el sitio, que puede haber tenido lugar durante el Horizonte Tardío (figs. 18a-18c).

Queda por establecer a cuál de las fases mencionadas se puede atribuir un extraño motivo aislado en la parte inferior del panel, compuesto por dos líneas paralelas “dentadas” opuestas (figs. 22a-22c). Bajo el supuesto que represente un motivo perteneciente a la tradición regional de las “composiciones abstractas”, se propone ubicarlo cronológica y preliminarmente en el Horizonte Medio. La capa blanca transparente que subyace al motivo de líneas sinuosas, así como un pequeño cuadrado del mismo color debe haber sido pintada en algún momento entre el Período Intermedio Tardío y el Horizonte Tardío. Lo mismo vale para un pequeño motivo cuadrado con punto central de color negro (similar al de Chillihua 1) apenas visible en el lado derecho de la figura humana con hacha y escudo.

Fig. 18a: Motivo de líneas sinuosas superpuesto sobre figura antropomorfa con hacha y escudo.
Fig. 18b: Foto procesada mediante Programa DStretch ImageJ, canal de color “lds”
Fig. 18c: Calco en base a foto 18b

Fig. 19-21: Detalles del panel

Fig. 22a: Composición abstracta.
Fig. 22b: Foto procesada mediante programa DStretch ImageJ,
canal de color “crgb”
Fig. 22c: Calco en
base a foto 22b

Quebrada del río Coasa, margen izquierda

En la parte baja del pueblo de Coasa, un puente recién construido permite cruzar el río Achasiri que desemboca a corta distancia del puente en el río Coasa, aumentando considerablemente el caudal de este. Cerca del moderno puente de concreto existen los restos de un puente de piedra que antes conectaba el pueblo de Coasa con la margen izquierda de los ríos Achasiri y Coasa. Al otro lado del puente antiguo parte un camino ancho y bien mantenido a un amplio sector de terrenos agrícolas ubicados en la ladera empinada del cerro Charasoja (fig. 23). El camino vence las zonas rocosas o de mucha pendiente mediante gradas cavadas en la roca madre o mediante peldaños de piedra canteada y asciende hasta la cumbre del cerro donde se encuentran los restos de una fortificación precolombina (pukara) conocida como Llaqtapata. A un km de recorrido, el camino se bifurca y un ramal desciende nuevamente hasta el río.

Los nueve sitios de pinturas rupestres registrados en esta ruta de 1.5 km en línea recta desde el inicio del camino hasta el sitio de Pampamayo, están ubicados tanto en las peñas encima del camino (en dos casos asociados a sitios de entierros), a unos 70 m encima del lecho del río, así como en el fondo de la quebrada, en las roquerías que bordean el río en ambos lados.

 

Fig. 23: Camino prehispánico que asciende por la vertiente izquierda del río Coasa

Roq’to Uno 1

Recorriendo unos 500 m desde el inicio del camino se llega al primer sitio con pinturas rupestres ubicadas sobre la pared vertical de un afloramiento rocoso prominente en el lado izquierdo del camino. El sector lleva el nombre de Roq’to Uno y alberga tres de los ocho sitios rupestres hallados en la margen izquierda del río Coasa. El farallón con las pinturas es de difícil acceso por lo que carecemos de medidas exactas del panel y de las figuras representadas (fig. 24).

Fig. 24: Vista panorámica de Roq’to Uno 1

A lo largo de la pared rocosa, de fuerte pendiente en dirección hacia el río, se hallan restos de osamenta humana y de estructuras funerarias. Las pinturas, todas de color rojo, están repartidas en tres sectores de la pared. De los 12 elementos identificados, cinco fueron pintados en el lado izquierdo del panel, desde pocos centímetros del piso donde se encuentran los vestigios de varias chullpas, hasta una altura de dos metros.

En el lado derecho, separado del sector funerario por un peldaño de roca, existe otra concentración de pinturas dominadas en el extremo derecho de la pared rocosa por dos figuras humanas grandes pintadas a una altura aproximada de 0.8 y 1.5 m de altura, desde la base. Son las únicas figuras que a pesar de lo desvaído de las pinturas, son visibles desde el camino. Los demás motivos sólo se pueden documentar fotográficamente desde cierta distancia si se logra escalar una roca de superficie resbalosa contigua al acantilado. Los dos personajes son de cuerpo ancho y parecen estar vestidos con túnicas que llegan hasta la rodilla. El de arriba porta un hacha en su mano derecha. En el lado derecho de la figura se observa el fragmento de un pequeño círculo concéntrico. Ambas figuras antropomorfas están representadas con los brazos extendidos en posición horizontal, las piernas separadas con los pies orientados hacia fuera. La figura de arriba ha sido dotada con el detalle anatómico de los dedos en ambos manos (figs. 25a-25c), algo poco usual en el arte rupestre de la región.

Fig. 25a:Dos figuras
humanas con hachas

Fig. 25b: Foto procesada mediante programa DStretch ImageJ,
canal de color “ire”

Fig. 25c:Calco en base a foto 25b

Hacia la izquierda de las dos figuras humanas, se ha podido visibilizar, mediante el procesamiento digital de las fotografías, otros motivos de color rojo, irreconocibles a simple vista debido a la pérdida de la pintura superficial: una forma abstracta y dos figuras humanas, uno con un hacha en la mano izquierda y la otra con un objeto corto no identificado. Debajo de ellas, un motivo cuadrado con divisiones internas, cuya línea vertical divisoria sobresale y se prolonga hacia abajo (figs. 26a-26c). Cerca de la base de la roca se encontró una espiral apenas discernible y manchas de color rojo en el lado derecho (27a-27b).

Fig. 26a: Pinturas rojas diluidas por chorreo de agua de lluvia
Fig. 26b: Foto tratada mediante canal “ire” (Programa DStretch)
Fig 26c: Calco en base a foto 26b

Fig. 27a: Espiral semicubierta por líquenes
Fig. 27b: Foto procesada mediante programa
DStretch ImageJ , canal de color “crgb”

En el extremo izquierdo del panel, muy cerca del piso rocoso usado como entierro en tiempos precolombinos, se puede ver un personaje con hacha y escudo (figs. 28a-28b, 29a-29b). El escudo, que casi alcanza el tamaño del hombre, lleva un diseño romboidal en el interior, convirtiendo las cuatro esquinas en triángulos equiláteros. A la derecha de esta figura se distingue un conjunto de cuatro motivos compuesto por una figura fitomorfa flanqueada por una hilera de puntos o pequeñas manchas redondas; abajo, hacia la izquierda, un elemento en forma trapezoidal en cuyo interior se pueden distinguir restos de un diseño ornamental y que parece haber estado unido con la composición abstracta abierta en la parte inferior (fig. 30). A una distancia de aproximadamente un metro más arriba y hacia la derecha fue pintado otro motivo fitomorfo rojo similar (fig. 31), siendo el panel en la parte superior rematado por una figura humana grande de color naranja, vestida con una túnica larga. Parece representada de perfil, con los pies dirigidos hacia la izquierda. Cabeza y brazos de la figura están ausentes, probablemente por la pérdida de los pigmentos. A la altura y en ambos lados donde debería estar la cabeza de la persona, se encuentra un círculo concéntrico pintado en los colores anaranjado – blanco - anaranjado (fig. 32).

Fig. 28a: Lado izquierdo
del panel de Roq’to Uno 1

Fig. 28b: Calco en base a foto 28a
Fig. 29a: Personaje con hacha
y escudo cuadrangular
Fig. 29b: Foto procesada mediante programa DStretch ImageJ, canal de color “crgb”

 

Figs. 30-32: Calcos de detalles del panel de Roq’to Uno 1

La dificultad de acceder al pie del acantilado no ha sido un impedimento para los saqueadores de tumbas precolombinas que tiempo atrás han destrozado las chullpas adosadas a la pared rocosa para vaciar su contenido. Las fotografías fueron tomadas desde el camino y desde una peña frente a la pared rocosa.

Roq’to Uno 2

Trepando la falda empinada del cerro encima del sitio Roq’to Uno 1 se llega a un sector de entierros precolombinos con restos de mampostería rústica de lo que fueron los muros de chullpas adosadas a la pared inclinada de un prominente farallón. Este está orientado en el sentido de la cuesta la que en este lugar tiene una fuerte pendiente. De los muertos enterrados en el lugar hoy sólo quedan cientos de huesos humanos desparramados al pie de la pared rocosa (figs. 33 y 34).

En la parte superior del farallón, cerca de los restos del muro de una chullpa, se encontró pinturas rupestres en los colores rojo y anaranjado. El panel principal está compuesto por una figura humana portando un hacha y un escudo, dos “máscaras” humanas, una mancha roja alargada y vertical y otra mancha roja sin forma definida (fig. 35a-35c). El hombre armado, de cabeza redonda, tiene 15 cm de alto. Sus piernas terminan sin indicación de pies. Parece estar vestido con una clase de túnica que le llega hasta las rodillas. Según la convención pictórica de la época, sostiene el escudo apartado del cuerpo, con el brazo extendido. En la otra mano porta el hacha con el mango levantado en posición perpendicular. El escudo lleva el diseño de una cruz en el interior (fig. 36).

Las dos “máscaras” humanas son únicas en el repertorio actual del arte rupestre carabaino. La de arriba (fig. 37) de forma trapezoidal con ojos y boca, pintada en positivo y la de abajo, en negativo, con ojos, boca y nariz. Es posible que hayan jugado un papel en los ritos mortuorios locales.

Hacia la izquierda de este panel se encuentra otra figura humana pequeña de trazo lineal y de color anaranjado. Porta en su brazo derecho extendido un gran escudo cuadrangular delineado que tiene casi el doble del tamaño del hombre. Este porta en la mano derecha un objeto corto en media luna. El escudo está decorado en el interior con otro cuadrado pequeño (fig. 38).

Fig. 33:Restos de chullpa adosada a la pared inclinada del farallón
Fig. 34: Pinturas rupestres de Roq’to Uno 2
asociadas a un lugar de entierros prehispánicos

 

Fig. 35a: Panel del sitio Roq’to Uno 2
Fig. 35b: Foto procesada mediante programa DStretch ImageJ,
canal de color “crgb”
Fig. 35c:Calco en base a foto 35b

 

Fig. 36a: Personaje con hacha y escudo
Fig. 36b: Foto procesada mediante programa DStretch ImageJ, canal de color “crgb”
Fig. 37a: Máscara con detalles faciales
Fig. 37b: Foto tratada mediante canal “crgb” (Programa DStretch)

Fig. 38a: Roq’to Uno 2.
Fig. 38b: Foto procesada mediante programa DStretch ImageJ, canal de color “ybk”

Roq’to Uno 3

Continuando el recorrido por el camino prehispánico, se pasa por un sector con grandes peñas. En una de ellas se puede observar la silueta de una figura antropomorfa (fig. 39). El panel ocupa un pequeño segmento de la superficie vertical plana de la roca, ennegrecida por el crecimiento de líquenes de color oscuro. Aunque la figura es algo difusa, mediante el canal de color “yds” (DStretch-ImageJ) se ha logrado resaltar la imagen de un personaje que porta un hacha en la mano derecha.

Parece que los pintores de aquel entonces, o confiaban en la resistencia de los pigmentos usados o realizaban la pintura sin la intención de que perdure en el tiempo. Por la dificultad de acceso, sólo se tomó una foto desde el camino y lamentablemente sin contar con un teleobjetivo.

Fig. 39: Peña con pintura roja representando un personaje con hacha
(Foto: Rosa Ana Hostnig) La foto de la figura humana ha sido procesada
mediante el programa DStretch ImageJ, canal de color “yds”

Ch’ullunqani 1

A unos 800 m desde el inicio del camino precolombino se llega a la cuarta estación rupestre en la margen izquierda del río Coasa. El soporte de las pinturas forma un afloramiento rocoso ubicado directamente encima del camino. En la parte céntrica, a unos 20 m de altura desde el camino, el peñón tiene una repisa en fuerte declive hacia afuera (fig. 40). Los pintores prehispánicos se valieron de este balcón natural, quizás asegurados por cuerdas desde lo alto de la peña, para realizar la obra pictórica.

Fig. 40: Vista panorámica del sitio Ch’ullunqani 1

Fig. 41a: Panel de pinturas de Ch’ullunqani 1

Fig. 41b: Foto procesada mediante Programa DStretch ImageJ, canal de color “lds”

Fig. 41c: Calco en base a foto 41b

El panel con las pinturas mide aproximadamente 3.5 m de ancho por 0.8 m de alto. Consiste en una hilera de motivos antropomorfos y abstractos pintados a poca distancia (entre 15 y 80 cm) encima de la fractura horizontal de la roca (figs. 41a-41c). Comenzando en el extremo izquierdo del panel, los motivos identificados son los siguientes: Una figura antropomorfa pequeña y poco visible en la esquina superior. Lleva en la mano izquierda un hacha. Hacia abajo siguen dos motivos de color negro sobre fondo blanco: el superior es de forma abstracta y se compone de dos trazos curvos opuestos, cuyos extremos terminan en volutas. Debajo de este motivo se encuentra una pintura en forma de “sol”, provisto de siete rayos curvos que terminan en ganchos. Ambos motivos se encuentran cerrados mediante una línea de contorno de color negro. Parcialmente superpuesto sobre la línea de contorno alrededor del “sol” estilizado aparece en el lado izquierdo una figura de color rojo, similar a un “sol poniente o saliente” o un penacho de plumas, compuesta por un semicírculo del que se proyectan siete trazos o rayos rectilíneos. En el lado derecho del motivo abstracto de colores negro sobre blanco fue pintado arriba y en color rojo, un personaje que porta un escudo en la mano derecha y un hacha en la otra. El escudo, al parecer sin decoración interior, está superpuesto ligeramente sobre el trazo curvo más grande en el lado izquierdo. A pocos centímetros hacia la derecha de esta figura antropomorfa se encuentra, aislada de los demás motivos, otra figura abstracta de color blanco. Está formada por un triángulo, cuya punta se abre y se divide en dos volutas dobladas hacia abajo. Parece haber sido pintada en la misma sesión en la que se produjo la composición de motivos negros sobre blanco. Superpuesto sobre la línea que contornea el motivo del posible símbolo solar de color negro fue pintado en el lado derecho una hilera de pequeñas figuras humanas muy esquematizadas, vistas de frente y tomadas de la mano. El mismo motivo antropomorfo se repite a una distancia de medio metro hacia la derecha. Debajo de la primera hilera de antropomorfos, en la parte inferior del panel, hay otro personaje de color rojo, con un escudo grande en la mano derecha y un objeto redondo en la izquierda. Es posible que se trate de una cabeza trofeo. El interior del escudo está libre de pintura (figs. 42a-42b).

Fig. 42a: Detalle del lado izquierdo del panel
Fig. 42b: Calco de foto 42a

A la segunda hilera de figuras humanas cogidas de la mano sigue, siempre hacia la derecha del observador, un hombre con un escudo de grandes proporciones en la mano izquierda y un objeto redondo en la mano derecha. La tinta roja en el interior del escudo se ha escurrido, pero se distingue como elementos decorativos o distintivos un triángulo en la parte superior y otro, más pequeño, en la parte inferior que descansa sobre la línea de base del escudo (figs. 43a-43b).

Fig. 43a: Detalle de personaje con escudo
Fig. 43b: Foto procesada mediante
programa DStretch ImageJ, canal de color “ire”

A unos 20 cm hacia la derecha se puede observar una cuarta figura antropomorfa. Lleva un hacha en la mano derecha y un escudo más pequeño decorado en la izquierda. La decoración consiste en un pequeño círculo de tinta plana en el centro de la hoja (figs. 44a-44b). Debajo de la figura humana con hacha hay un círculo con una raya vertical en el centro. El panel termina en el extremo derecho con una composición abstracta de color rojo. Tiene forma de un rectángulo vertical con un diseño en el interior que consiste en pequeños círculos, líneas quebradas y sinuosas (figs. 45a-c).

Fig. 44a: Detalle de personaje con escudo
Fig. 44b: Foto procesada mediante
Programa DStretch ImageJ, canal de color “lds”

 

Fig. 45a: Motivo abstracto en el extremo derecho del panel
Fig. 45b: Foto procesada mediante programa DStretch ImageJ,
canal de color “lds”
Fig. 45c: Calco en base a foto 45b

Las superposiciones de motivos en el panel de Chullunqani 1 aportan argumentos para sustentar la anterioridad de la tradición de las composiciones abstractas a la tradición local figurativa caracterizada por la representación de personajes con hacha y escudo.

Ch’ullunqani 2

El topónimo Ch’ullunqani proviene del aymara y significa “donde hay hielo”. Este y otro topónimos aymaras de Carabaya indican que la zona fue habitada antiguamente, en los siglos anteriores a la ocupación inca, por poblaciones de habla aymara.

Esta quinta estación rupestre se encuentra a unos 80 m del sitio anterior, siempre varios metros encima del camino precolombino (figs. 46a-46c). El panel con las pinturas, carente de un alero protector, ha sufrido por su exposición a la lluvia y la radiación solar. Recurriendo nuevamente al programa DStretch ImageJ se pudo visibilizar buena parte de las figuras casi indistinguibles en la fotografía original. Usando las partes planas de la roca, los pintores representaron en este lugar varios personajes con escudo y hacha (figs. 47a-47b). En medio del panel fue plasmada la figura de un perro o zorro (figs. 48a-48b) y a la derecha abajo el motivo recurrente del cuadrado con aspa en el interior. El color predominante es el rojo. El color naranja fue usado para llenar los espacios de las subdivisiones en el cuadrado con diagonales cruzadas.

No es posible reproducir mediante dibujos todas las figuras de este panel debido a su mal estado de conservación. Pero por lo visto se trata de la misma tradición que domina en los paneles de pinturas rupestres de la margen izquierda del río Coasa y margen izquierda del río Achasiri.

Fig. 46a:Vista panorámica del panel de Chullunqani 2
Fig. 46b: Foto procesada mediante programa DStretch ImageJ, canal de color “ire”
Fig. 46c:Calco en base a foto 46b
Fig. 47a:Detalle de la parte
superior del panel
Fig. 47b: Foto procesada mediante programa DStretch ImageJ, canal de color “ire”
Fig.47c:Calco en base a foto 47b
Fig. 48a: Figura de cánido
Fig. 48b: Foto procesada mediante programa DStretch ImageJ, canal de color “ire”
Fig. 48c: Calco en base a foto 48b

Pampamayo

A aprox. 1.5 km desde el puente sobre el río Coasa, sobre el camino que faldea la margen izquierda del río, se localizó el sitio Pampamayo, formado por un alero en la parte alta de un farallón (fig. 49) cerca de la orilla del río.

El área pintada tiene aproximadamente 5 m de ancho por 1.5 m de alto y contiene un total de 11 motivos, todos de color naranja, 4 figurativos y los 7 restantes abstractos (fig. 50). En el extremo derecho y superior del panel sobresalen las figuras de dos personajes, representados de perfil, con los cuerpos y pies orientados hacia la derecha del observador. Están adornados con tocados ovalados en la cabeza y llevan un hacha en una de sus manos. El personaje en la parte superior tiene los dos brazos extendidos horizontalmente y superpuestos de modo que parece que el mismo brazo sostiene el hacha y una prolongación del brazo porta el escudo. El escudo es de dimensiones grandes y tiene forma ovalada. Junto al segundo personaje en la parte inferior que sólo porta un hacha, se encuentra un motivo abstracto compuesto por dos trazos horizontales y cuatro trazos verticales, formando un enrejado.

Fig. 49: El abrigo de Pampamayo con las pinturas rupestres de color naranja.

Más abajo, en la parte céntrica del panel, se distingue un pequeño cuadrado con diagonales cruzadas en el interior y debajo de este motivo un antropomorfo que lleva en la mano izquierda una cuerda o lazo.

En el extremo izquierdo del panel, donde la pared forma un ángulo de cerca de 90º, están concentrados los demás motivos: una figura humana esquematizada, en posición frontal, con las piernas separadas y los brazos extendidos, la cabeza sin tocado y el cuerpo sin indicación de vestimenta. A una distancia de unos 20 cm hacia la izquierda se observa un trazo lineal intersectado por cuatro trazos rectilíneos cortos. En el lado derecho un cuadrado con dos diagonales cruzadas en el interior, una mancha de pintura de forma redonda. Es probable que represente el escudo de la figura humana esquematizada a la derecha que sostiene un objeto en la mano izquierda.

Todas las pinturas parecen corresponder a un mismo momento de producción. No se cuenta con las dimensiones de las figuras por la inaccesibilidad del panel que por la misma razón se encuentra en excelentes condiciones de conservación.

Fig. 50: Calco del panel de Pampamayo

 

Quebrada del río Coasa, margen derecha

En la segunda visita a Coasa en noviembre del 2009, el guía comisionado por la alcaldía distrital, nos hizo conocer el sitio Pampamayo y, en el retorno a Coasa, tres sitios rupestres de difícil acceso en el fondo de la quebrada. El sector donde se encuentran las rocas con las pinturas rupestres se llama K’uchu Uno (de la palabra quechua “k’uchu” = rincón y “uno” = agua). Jóvenes del cercano pueblo de Coasa llegan a este lugar para pescar truchas.

K’ucho Uno 1

En una peña cerca del río, debajo de un alero protector, existe un pequeño panel con pinturas abstractas y figurativas de color naranja, así como dos manchas grandes del mismo color (figs. 51). El panel está dividido en dos secciones por fracturas horizontales en la roca. En la sección superior se distingue a la izquierda una estructura rectangular compartimentada, con divisiones horizontales y una vertical. Las líneas que delimitan la estructura en ambos lados, sobresalen del rectángulo en la parte superior. Yuxtapuesto, en el lado derecho, fue dibujado un motivo pisciforme. En el lado derecho del panel, al lado de las manchas amorfas, se encuentra un cuadrado reticulado. En la sección inferior separada por las fracturas de la roca, se observa la figura de una posible lagartija, representada en visión aérea (figs. 52a-52b).

Fig. 51: Vista panorámica de K’uchu Uno 1

Fig. 52a: Panel con motivos abstracto de color naranja
Fig. 52b: Calco en base a foto 52a

K’ucho Uno 2

A pocos metros de distancia del sitio anterior se encuentra este segundo sitio rupestre en un afloramiento rocoso a corta distancia encima del lecho del río (fig. 53). Las pinturas consisten de un personaje de color naranja que porta un escudo ricamente adornado en la mano derecha y lo que parece ser un hacha, en la izquierda. Por carecer el soporte rocoso de un alero que podría proteger la pintura de la lluvia y del sol, la figura se encuentra en la actualidad en muy mal estado de conservación y es apenas reconocible. El procesamiento digital de las fotografías ayudó a reconstruir parte de la figura y distinguir detalles del diseño del escudo y de la parte superior del personaje cuya cabeza delineada tiene una prolongación que podría representar un tocado de plumas. De la posible hacha han quedado sólo pequeñas manchas de color naranja. El elemento más destacado y mejor conservado es el escudo polícromo de forma rectangular. Lleva como diseño en el centro dos pequeñas máscaras humanas, una encima de la otra; en cada lado tres triángulos rellenos de color azul, igual que el espacio entre los triángulos y las pequeñas máscaras. En la parte superior, el diseño del interior está rematado mediante un pequeño cuadrado y triángulo, ambos llenados con pintura blanca (figs. 54a-54b, 55).

Fig. 53: Vista panorámica del sitio K`uchu Uno 2

Fig. 54a: Personaje con escudo y hacha.
Colores naranja, blanco y azul
Fig. 54b: Foto procesada mediante programa
DStretch ImageJ, canal de color “ybk”

Fig. 55: Calco en base a foto 54b

K’ucho Uno 3

Es el único sitio en la margen derecha del río Coasa hallado en este tramo del cañón. Se encuentra ubicado a la altura de K’uchu Uno 1 y 2, aproximadamente a 1 km de distancia río abajo desde la confluencia con el río Achasiri. El panel con las pinturas se encuentra a unos 25 m de altura encima del lecho del río, en la pared lateral izquierda de un abrigo rocoso de poca profundidad en la base de un acantilado de aprox. 40 m de alto (fig. 56).

Fig. 56: Abrigo rocoso del sitio K’ucho Uno 3, en la margen derecha del río Coasa.

El panel de este yacimiento rupestre destaca por el número de motivos (19 sin contar los elementos amorfos de color rojo) y su policromía, pudiéndose identificar pigmentos de color rojo, anaranjado, azul, blanco y negro. Se diferencia de los demás sitios rupestres de Coasa por la presencia de un conjunto de composiciones abstractas de tipo ornamental, similares a las encontradas en los distritos de Ayapata, Macusani y Corani.

El panel principal se extiende sobre 7.6 m de ancho y 2.4 m de alto y cubre un área de 18 m² (figs. 57a-57c). En la pared de fondo del abrigo, cerca de la fractura vertical que marca el quiebre de la roca, se ha conservado la mitad de una cruz cristiana sobre un pedestal piramidal. Otra cruz con pedestal, de dimensiones considerablemente más grandes, fue pintada en la base inclinada de la pared de fondo. El piso frente a las paredes pintadas está conformado por una roca en fuerte declive hacia el talud del abrigo (fig. 66).

Fig. 57a: Panel principal de K’ucho Uno 3 en la pared lateral izquierda

Fig. 57b: Foto procesada mediante programa DStretch ImageJ, canal de color “lab”

Fig. 57c: Calco en base a fig. 57b

En el panel de la pared lateral se ha logrado aislar un total de diez composiciones abstractas de tipo ornamental y seis motivos figurativos de color rojo, entre antropomorfos y zoomorfos. Los animales representados son camélidos domesticados, posiblemente llamas, que aparecen con sogas en el cuello y jaladas por hombres. Llama la atención el tamaño grande de la llama en la parte alta del panel en comparación con el hombre que la jala con una soga. Las llamadas “composiciones abstractas” se diferencian por sus formas y tamaños, diseños interiores y colores usados. Entre los diseños al interior de los motivos cerrados se distinguen el reticulado, ajedrezado y triángulo escalonado. En dos motivos (figs. 60 y 64) el diseño interior de color naranja descansa sobre un fondo rojo. En el motivo de los triángulos escalonados, se alternan los colores rojo y naranja (fig. 58a-58b).

Llama la atención el uso del color azul, sumamente raro en el arte rupestre de Carabaya, para contornear el motivo rectangular de la figura 59. El color blanco fue empleado para pintar un compuesto por dos líneas rectas paralelas con triángulos equiláteros seriados, un diseños meándrico con eje central y otro conformado por un trazo recto con apéndices laterales a manera de ganchos (figs. 61-62).

En el extremo izquierdo del panel se ven los restos tenues de una figura humana con hacha y escudo, hoy casi irreconocible.

Fig. 58a: Motivo de tres triángulos escalonados invertidos con líneas de
contorno rojo y anaranjado
Fig. 58b: Foto procesada mediante
Programa DStretch ImageJ,
canal de color “lds”
Fig. 59a: Motivo cuadriculado de color anaranjado con línea de contorno azul
Fig. 59b: Foto procesada mediante
Programa DStretch ImageJ,
canal de color “lds”
Fig. 60a: Motivo ajedrezado
de colores alternantes
Fig. 60b: Foto procesada mediante Programa
DStretch ImageJ, canal de color “lds”
Fig. 61: Motivo meándrico con eje central (der.) y dos líneas paralelas “dentadas”(izq.)
Fig. 62: Motivo abstracto con eje central alargado y apéndices laterales
Fig. 63a: Motivo cuadriculado con
manchas de color naranja
Fig. 63b: Foto procesada mediante programa DStretch ImageJ , canal de color “ybk”
Fig. 64a: Mancha roja delineada mediante líneas meándricas y escalonadas de color naranja, formando un triángulo.
Fig. 64b: Foto procesada mediante Programa DStretch ImageJ, canal de color “lds”
Fig. 65a: Camélido grande de cuello largo jalado por hombre de dimensiones pequeñas
Fig. 65b: Foto procesada mediante programa DStretch ImageJ, canal de color “crgb”

En el sitio K’uchu Uno 3 existen varias superposiciones de motivos de tradiciones diferentes lo que indica un re-uso del sitio en distintas épocas de la ocupación humana de la zona. Hay superposición de figuras antropomorfas y zoomorfas esquematizadas de color rojo sobre manchas de color naranja y la superposición de un motivo abstracto de color blanco sobre una porción del pie del camélido naturalista de tamaño grande en el lado derecho del panel.

Los dos motivos coloniales aislados en forma de cruces (fig. 66) con pedestal no intervienen en el espacio de las pinturas precolombinas que se encuentran en buen estado de conservación con excepción de algunas áreas exfoliadas y aquellas ubicadas en el extremo izquierdo del panel donde las pinturas se han deteriorado por el escurrimiento de agua carbonatada que ha formado una película de color lechoso encima de ellas.

Fig. 66: Cruces cristianas con pedestal en la pared de fondo

Quebrada del río Esquena

Un tributario importante del río Coasa, en su margen derecha, es el Esquena que desemboca en el Coasa a una distancia de 9 km río abajo de la confluencia de los ríos Achasiri y Coasa. El río pasa cerca del pueblo de Esquena y comienza a encañonarse más abajo, a la altura del complejo arqueológico de Wat’amarka (fig.67). El pueblo de Esquena fue fundado durante la época colonial y mantiene su carácter de pueblo antiguo con sus casas de piedra agrupadas alrededor de un patio empedrado, su pequeña iglesia con torre exenta y atrio amurallado.

A dos horas de camino desde el pueblo, faldeando los cerros en la margen derecha del río Esquena, se llega al asentamiento pre-inca Wat’amarka donde se pueden distinguir un gran área urbana, varios sectores agrícolas y, en una planicie separada del antiguo pueblo por una pequeña quebrada, un sector funerario con chullpas de planta cuadrada y rectangular, de uno y dos pisos. En la parte alta de Wat’amarka, debajo de la cumbre del cerro Acomarini, está ubicado Juchuy Jaliri, un pequeño asentamiento fortificado que en tiempos de conflictos bélicos debe haber servido de refugio a los pobladores de Wat’amarka.

Fig. 67: Viviendas del asentamiento precolombino de Wat’amarka.
En segundo plano el amplio sector agrícola y la planicie con las casas funerarias.

Existe un sitio rupestre en las inmediaciones de cada uno de los dos caminos que llevan al complejo arqueológico y un tercer yacimiento, con dos sub-sitios, en una pampa encima del pueblo de Esquena. En los tres casos se trata de petroglifos, para cuya producción se usó soportes rocosos de diferentes tipos.

Jucuntira

Saliendo del pueblo de Esquena en dirección a Wat’amarka se desciende por un camino de herradura que a unos 800 m de distancia contiene un tramo muy pedregoso con piedras de color gris-azul, de formas irregulares y de superficie lisa (fig. 68).

 

Fig. 68: Vista panorámica del sector Jucuntira

Varias de las piedras ubicadas en medio o a los lados de este tramo del camino que se extiende sobre una longitud de unos 50 m lineales, presentan petroglifos en la cara superior horizontal. En un primer conteo se llegó a registrar un total de 16 piedras grabadas. Los motivos, aparentemente de data colonial, son figurativos y representan camélidos esquematizados solos o con crías, jinetes, figuras antropomorfas, líneas sinuosas y motivos indeterminados (figs. 69-84).

La técnica empleada es el picoteo (sin abrasión posterior) de la superficie de las piedras con un cincel, sea de piedra o metal, produciendo surcos anchos y poco profundos, de bordes irregulares.

Fig. 69
Fig. 70
Fig. 71
Fig. 72
Fig. 73
Fig. 74
Fig. 75
Fig. 76

 

Fig. 77
Fig. 78
Fig. 79
Fig. 80
Fig. 81
Fig. 82

 

Fig. 83
Fig. 84

Trankapunku

A 3614 m de altura y a unos dos km de distancia del pueblo de Esquena río abajo, existe un pequeño panel con grabados en la pared rocosa que flanquea el río en la margen izquierda (fig. 85). Los grabados consisten en dos líneas onduladas de unos 70 cm de largo que se juntan en la parte superior y terminan cada uno en un círculo (fig. 86). El motivo tiene mucha semejanza con las líneas sinuosas pintadas encima del personaje con hacha y escudo en el sitio Kanoja en la cuenca del río Achasiri y pertenece probablemente a la misma época.

Fig. 85: Los grabados de Trankapunku
Fig. 86: Calco de los grabados

Pukupata

Siguiendo unos pocos kilómetros por la carretera que sube en serpentín desde el pueblo de Esquena a las punas de la comunidad para dirigirse luego al poblado de Saco, se llega a aproximadamente 100 m de altura encima de Esquena a una pequeña pampa surcada por un arroyo. En medio de la pampa aflora una roca de superficie plana, a manera de una mesa (figs. 87 y 88). La cara plana de la roca está cubierta de grabados con surcos de poca profundidad. Los motivos son abstractos, con la excepción de una serpiente de forma meándrica y cabeza triangular en un lado de la roca (figs. 89-90). Junto a este motivo aparecen dos cruces andinas. Abundan trazos quebrados y ondulantes que se interconectan y relacionan con círculos cuyo interior ha sido desbastado. Los grabados fueron producidos mediante el picoteo superficial de la roca mediante un instrumento de percusión (figs. 91-92).

El emplazamiento de la roca en medio de la pampa y cerca de varios corrales de camélidos, así como la posición plana de la cara superior de la roca hace suponer que se trata de una mesa usada para fines rituales.

A una distancia de aproximadamente 100 m, a orillas del arroyo que atraviesa la pampa, hay otras dos rocas con grabados (sub-sitio 2), hechos con la misma técnica (figs. 93-94). Representan líneas sinuosas y quebradas, espirales y una llama esquematizada con su cría, lactando (fig. 95a-95b). Parte de los grabados están cubiertos por líquenes que están invadiendo la superficie de las rocas.

La ausencia de motivos post-colombinos (jinetes, caballos, cruces) sugiere el origen prehispánico de los grabados.

Fig. 87: Vista panorámica de Pukupata con los dos sub-sitios de petroglifos

Fig. 88: Grabados abstractos en la superficie horizontal de la roca

Fig. 89: Figura de serpiente de forma
meándrica y líneas sinuosas en el borde
de la roca, sub-sitio 1
Fig. 90: Calco en base a foto de fig. 89
Fig. 91: Lineas sinuosas y quebradas entrelazadas con áreas desbastadas, sub-sitio 1
Fig. 92: Otra vista de la misma roca
Fig. 93: Roca con grabados en
el borde de un riachuelo, sub-sitio 2
Fig. 94: Invasión de líquenes
sobre los grabados, sub-sitio 2
Fig. 95a: Roca con grabados en el borde de un riachuelo, sub-sitio 2
Fig. 95b: Calco en base a foto de fig. 95a

 

SINTESIS Y CONCLUSIONES

Sobre el inventario

El presente artículo ha sido elaborado en base a 17 sitios rupestres ubicados en el valle oriental del río Coasa y dos de sus tributarios, los ríos Achasiri y Esquena. En las dos visitas al distrito de Coasa, en abril del 2008 y octubre del 2009, el autor, contando con el apoyo de su esposa, de personal de la Municipalidad provincial y de guías locales, ha podido registrar y documentar fotográficamente los sitios rupestres a lo largo de la carretera de acceso a la capital distrital, en un tramo corto del río Coasa y alrededor del pueblo de Esquena. Si bien los sitios registrados pueden considerarse representativos del arte rupestre coaseño, no se trata de un inventario exhaustivo, puesto que falta extender el registro sistemático de sitios rupestres más allá del sitio Pampamayo, en ambas márgenes del río Coasa, y a las demás sub-cuencas del río.

Estado de conservación

Los sitios rupestres de Coasa, a pesar de estar cerca de la carretera de acceso al distrito o en las inmediaciones de un importante camino de herradura que conduce a los terrenos agrícolas cerca de la capital distrital, no han sufrido actos serios de vandalismo con excepción de los paneles de Chillihua 2 vandalizados con pintas políticas. El deterioro que han sufrido algunos paneles o partes de paneles con pinturas, se debe principalmente a agentes naturales puesto que los soportes rocosos, en muchos casos carecen de aleros lo suficientemente grandes como para proteger a las pinturas del efecto nocivo de la radiación solar y de las precipitaciones. En Ch’ullunqani 1, la pintura roja usada por los artistas precolombinos, parece haberse escurrido poco después de su aplicación, con las primeras lluvias que cayeron sobre el panel. También el escurrimiento de agua de lluvia proveniente de lo alto de las rocas ha causado estragos en algunos sitios como Roq’to Uno 1, Roq’to Uno 3, Ch’ullunqani 2 y K’uchu Uno 2. Los paneles mejor conservados son aquellos protegidos por aleros prominentes o inaccesibles o de difícil acceso como en el caso de Chillihua 1 y Pampamayo.

Ubicación preferencial de los sitios rupestres

Los 17 sitios rupestres registrados hasta la fecha, distribuidas en tres áreas de mayor concentración, están ubicados en los ecopisos suni y puna del distrito de Coasa, entre los 3600 msnm (Pampamayo) y los 3975 msnm (Pukupata).

A excepción de cinco sitios (K’ucho Uno 1 - 3, Pukupata 1 y 2), todas las demás manifestaciones rupestres de Coasa, sea en la modalidad pintada o grabada, se encuentran en las inmediaciones de caminos prehispánicos y en su mayoría cerca de los terrenos de cultivo. Uno de los caminos, destruido durante la construcción de la carretera de acceso a la capital distrital, siguió el curso del río Achasiri y se dividía en tres ramales cerca de la desembocadura del río Coasa: un camino bien conservado servía de vía de comunicación entre la pukara de Llaqtapata y las zonas agrícolas y de entierro de este asentamiento humano ubicado en la cumbre del cerro; otro debe haber conectado los asentamientos humanos precolombinos en la margen derecha del río Coasa (Qoa Qoa, Kutikarka, Watinimarka, Wat’amarka y Juchuy Qaliri) y un tercero trasmontaba el cerro al oeste del río Coasa en dirección a la comunidad actual de Uchuhuma y las punas de Ituata y Ayapata. Del camino a los terrenos agrícolas de Llaqtapata se desprende un ramal a media cuesta que desciende al río Coasa y sigue el curso del río en la margen izquierda en dirección norte.

En la quebrada del río Coasa, dos de los sitios rupestres en la margen izquierda del río están asociados con lugares de entierro. Por los restos de las construcciones funerarias encontradas en el lugar se puede inferir que eran de planta rectangular y cuadrada, con dos paredes laterales y una frontal hechas de mampostería de piedras irregulares unidas con argamasa de barro. Las paredes laterales han sido adosadas a la cara vertical del farallón aprovechando esta como pared de fondo de la estructura funeraria. Las tumbas (hoy destruidas) deben haber alcanzado una altura máxima de 1 a 1,5 m. Las pinturas rupestres asociadas a los entierros, fueron producidas o en la pared rocosa encima de las chullpas (Roq’to Uno 2) o, como en el caso de algunos motivos de Roq’to Uno 1, en la base del farallón que sirvió de pared de fondo de la chullpa quedando de esta manera ubicados en el interior de la construcción funeraria. No sabemos si esto corresponde a una intencionalidad de los pintores o si las pinturas preceden a la construcción de las chullpas y fueron luego integradas en ellas con el consiguiente cambio de su función. Lo cierto es que en el emplazamiento de las pinturas asociadas con entierros precolombinos, muy al contrario de las pinturas ubicadas en las peñas encima de los caminos, no primaba como criterio su visibilidad por parte del transeúnte.

Es singular en el arte rupestre del suroriente peruano el emplazamiento de las manifestaciones rupestres (grabados) de Esquena en medio de un camino de herradura que desciende desde el pueblo hacia las partes bajas de la comunidad. Sin embargo, no se descarta la posibilidad de que el camino que atraviesa el sitio, sea de data posterior a la confección de los grabados y que el tramo con las piedras grabadas haya formado, durante el primer siglo de la Colonia (antes de la implementación de la política de extirpación de idolatrías a comienzos del siglo XVII), parte de los lugares sagrados de la comunidad en los que se realizaba ritos vinculados con la fertilidad de los rebaños de camélidos.

Tradiciones rupestres

El arte rupestre de Coasa ha sido producido en diferentes épocas precolombinas desde el Arcaico Tardío (u Horizonte Temprano) hasta la época colonial. En los paneles de pinturas rupestres en los que se pueden distinguir varios momentos de producción (Chillihua 2, Kanoja, Ch’ullunqani 1, K’ucho Uno 3), las diferencias estilísticas y preferencias representacionales son marcadas y permiten no sólo identificar distintas tradiciones rupestres, sino también establecer una secuencia estilística gracias a las superposiciones detectadas a raíz del procesamiento digital de las fotografías con el programa DStretch-ImageJ. En base al análisis iconográfico y de superposiciones realizado se pueden distinguir al menos cuatro tradiciones de pinturas rupestres, de las cuales una es de creación y difusión estrictamente local, mientras que las otras tres parecen ser importadas del altiplano adyacente (distritos de Macusani, Corani y Ayapata).

1. Tradición naturalista

2. Tradición de composiciones abstractas

3. Tradición local de representaciones antropomorfas con armas simbólicas

4. Tradición tardía

La tradición naturalista, probablemente procedente de la cuenca alta del río Macusani y Corani fue hallada en un único sitio (Kanoja) y se caracteriza por la representación de camélidos de cuerpo voluminoso y cuatro extremidades en posición dinámica. Los animales corren en distintas direcciones y parecen conformar una escena de caza, aunque sin representación de cazadores.

Un segundo momento de producción pictórica representan las llamadas composiciones abstractas que aparte de un significado hoy día ininteligible deben haber cumplido también un propósito ornamental-decorativo. Los únicos exponentes de este estilo los encontramos en los sitios Ch’ullunqani 1 y K’uchu Uno 3, aunque el cuadrado con diseño interior de Musujchaca 1 podría pertenecer también a esta tradición. Los motivos de esta tradición no sólo se restringen a las llamadas composiciones abstractas, sino comprenden también, aunque en mucho menor cuantía, motivos figurativos, por lo general camélidos de formas semi-naturalistas y en estado domesticado.

La tradición local de representaciones antropomorfas con armas simbólicas se centra en la figuración de personajes portando hacha y/o escudo como símbolos de prestigio y en el caso del escudo quizás también como emblema distintivo del portador. Ninguna de estas figuras parece involucrada en alguna actividad bélica o de enfrentamiento. Esta tradición se circunscribe a la cuenca del río Coasa y sucede a la anterior de las composiciones abstractas. Únicamente en la cuenca media del río Ayapata se ha encontrado en años pasados un panel con figuras de esta tradición coasina. Se destaca por la representación recurrente de pequeñas o grandes figuras humanas premunidas de hachas y/o escudos (8 sitios con 18 representaciones) y máscaras (2 sitios). En esta tradición son poco frecuentes las representaciones de figuras zoomorfas. Los antropomorfos pueden aparecer junto con motivos abstractos, simples o compuestos, pero por lo general estos son poco complejos por lo que difieren de las composiciones abstractas de la tradición antecedente que además se destaca por una mayor policromía. Los colores usados en esta tradición rupestre son el rojo (predominante) y el anaranjado.

La tradición tardía, quizás contemporánea con la ocupación inca de la región, está representada por motivos abstractos (líneas sinuosas terminando en ojales; cuadrados con aspa en el interior, aunque este motivo aparece también en el panel de Pampamayo asignado a la tradición anteriormente descrita) y figurativos esquematizados (antropomorfos y camélidos lineales y geometrizados o de facción tosca). Exponentes de este estilo son Chillihua 1 (figuras en negro), Kanoja (motivos en rojo claro superpuestos sobre personaje con hacha y escudo, pintado en color naranja) y los grabados de Trankapata. Existen algunas representaciones, particularmente los camélidos sujetados por hombres mediante una cuerda en los sitios Chillihua 2 y K’uchu Uno 3, pero también en Musujchaca 2, que en principio pueden atribuirse a cualquiera de las tres tradiciones últimas, aunque es probable que los animales de formas poco elaboradas y más toscas pertenezcan a la tradición tardía.

Tipología de motivos

El análisis detallado de cada uno de los paneles de pinturas rupestres de Coasa permitió establecer una tipología de motivos dividida en tres categorías: motivos figurativos, abstractos y amorfos. Sumando todos los motivos identificados (146), vemos claramente que los figurativos (80 motivos, equivalente al 54% del total) predominan sobre los abstractos (53 motivos o el 36% del total). El resto conforman motivos amorfos o manchas, algunas de las cuales pueden haber representado motivos figurativos. El número de elementos pintados por sitio varía entre 1 y 29. En seis de los 14 sitios rupestres se contabilizó más de 10 motivos, siendo Kanoja con un total de 29 elementos (14 figurativos y 15 abstractos) el sitio con el mayor número de pinturas individuales, seguido por K’uchu Uno 3 (22 elementos), Chillihua 1 y Roq’to Uno 1, ambos con 17 elementos.

Los petroglifos de Esquena no fueron incluidos en la tipología de motivos puesto que los sitios de Jucuntira y Pukupata (sub-sitio 1) faltan ser estudiados con mayor detenimiento y documentados mediante calcos in situ para poder relevar y aislar los diferentes tipos de motivos del conjunto de las representaciones.

Cuadro 5: Tipología de motivos de los sitos rupestres de Coasa

 

Tipología de figuras humanas

De las 42 figuras humanas identificadas en los paneles con pinturas rupestres, 27 llevan un objeto en una o en ambos manos. Los objetos más recurrentes y fácilmente reconocibles son el hacha, el escudo y la soga sujetada al cuello de un camélido, mientras que los demás objetos son más difíciles de identificar.

En ocho de los 14 sitios con pinturas rupestres se han registrado un total de 18 figuras humanas que portan un hacha de hoja trapezoidal o rectangular en una de sus manos, sea la izquierda o la derecha; 13 personajes sostienen en una mano un hacha y un escudo en la otra. Cinco de los hombres sólo portan un hacha. Hay tres hombres que portan un escudo en una de las manos y un objeto no identificable en la otra. Todos los portadores de hachas están representados con los brazos levantados o extendidos horizontalmente.

Llama la atención el alto porcentaje de figuras humanas portadoras de hachas (40%) que la sostienen en la mano izquierda. Queda la duda si pintarla en esta posición haya sido la intención expresa de los artistas para indicar la condición de zurdos de los portadores del hacha o un acto inconsciente sin mayor significado. Se puede observar también que existen personajes que agarran el mango del hacha en el centro y otros lo sostienen en el extremo inferior. Es probable que haya habido dos tipos de hachas, uno de mango corto y otro de mango largo.

Los personajes con hacha y/o escudo, representados de manera bastante estereotipada, son los motivos más llamativos y representativos del arte rupestre coasino. Es de suponer que representen hombres aunque las figuras carezcan de algún atributo sexual que permita la diferenciación de género. Su tamaño oscila entre los 15 y 83 cms de altura. Además de las armas que portan, tienen varias características en común. Son pintadas en posición frontal o de costado, con los brazos extendidos y las piernas separadas. Estas, por lo general, terminan en pies que están dirigidos hacia fuera, a veces en la misma dirección indicando el desplazamiento del personaje hacia la derecha o la izquierda. La mayoría de los hombres armados parecen estar vestidos de una clase de camiseta (unku) de diferente longitud. Unos pocos llevan adornos cefálicos cuyas formas y tamaños varían grandemente. En el sitio Chillihua 1 los personajes con hacha y escudo tienen tocados impresionantes en forma de grandes penachos semi-radiales. En otros sitios los tocados son más simples. En Pampamayo son de forma oval y pueden representar una clase de turbante. En las figuras 105 y 108 (Roq’to Uno 1 y K’ucho Uno 2), el tocado adquiere la forma de una pluma.

Fig. 96: Roq’to Uno 1
Fig. 97: Ch’ullunqani 2
Fig. 98: Kanoja
Fig. 99: Ch’ullunqani 1
Fig. 100: Ch’ullunqani 2
Fig. 101: Ch’ullunqani 2
Fig. 102: Chillihua 1
Fig. 103: Chillihua 1
Fig. 104: Chillihua 1
Fig. 105: K’uchu Uno 2
Fig.106: Ch’ullunqani 1
Fig. 107: Pampamayo
Fig. 108: Roq’to Uno 1
Fig. 109: Roq’to Uno 1
Fig. 110: Roq’to Uno 1
Fig. 111: Pampamayo

Fig. 112: Ch’ullunqani 1
Fig. 113: Roq’to Uno 2
Fig. 114: Ch’ullunqani 1

Los escudos

Hay un total de 16 personajes, repartidos entre 10 sitios, que portan un escudo en una de sus manos. Estos corresponden a las formas geométricas del cuadrado, rectángulo, (sub)círculo u óvalo (figs. 115-127), predominando claramente los cuadriláteros sobre los últimos dos que sólo aparecen en el sitio de Chillihua 1 y Pampamayo. En dos sitios de la margen izquierda del río Coasa, el escudo adquiere un tamaño desproporcionalmente grande que sobrepasa al portador. Ocho de los 16 escudos registrados tienen diferentes diseños interiores. Seis escudos tienen rellenado el interior con pintura roja o anaranjada. Se distinguen seis elementos de diseño: rombo, cruz andina, triángulo, cuadrado, círculo, máscaras. El bello escudo de K’ucho Uno 2 no sólo es polícromo, sino contiene además el diseño más complejo, compuesto por varios elementos (triángulos seriados, “máscaras” y un cuadrado).

Los escudos son sostenidos por los hombres con el brazo extendido o flexionado. Ocho de ellos lo sostienen por el centro y tres por el lado de la parte superior. Una de las figuras humanas (Pampamayo) parece representado de perfil, con los dos brazos extendidos en la misma dirección, hacia la derecha sosteniendo el hacha en una mano y el escudo en la otra. El brazo que soporta el peso del escudo, aparece flexionado en tres de las figuras. Lo que en algunas figuras parece una prolongación del brazo (figs. 99, 113, 114), podría ser la representación de un agarrador sujetado a la cara interior del escudo. Aunque se trate de una mera suposición, la existencia de una pieza de este tipo reforzaría la idea de que el escudo fue sostenido por sus portadores más a manera de un estandarte que de un arma de defensa. También el tamaño exagerado de algunos escudos y la complejidad del diseño de la cara exterior del escudo de K’ucho Uno 2 sugiere que hayan servido más para fines ceremoniales o rituales que para la guerra.

Los escudos, como armas defensivas, han sido utilizados en la región andina desde el Horizonte Temprano hasta la época inca (Strecker 2010). El material usado para su fabricación probablemente era madera sólida o un armazón de madera recubierta de capas de cuero a manera de un blindaje que impedía la penetración de flechas o de un hachazo. Aparte del escudo grande de guerra usado por los soldados, existía en tiempos incaicos también un broquel de porte pequeño llamado hallkanka que fungió como símbolo jerárquico o de rango y era uno de los atributos propios de la nobleza incaica (De Rojas Silva 2008). Lo encontramos retratado en varios de los dibujos de Guaman Poma de Ayala (1980 [1612]). En ambos escudos, la superficie exterior servía de soporte para diseños pintados que posiblemente eran elementos identificadores, emblemas o signos particulares del personaje representado, una forma básica de heráldica (De Rojas Silva 2008). El uso de escudos decorados en épocas prehispánicas (redondos, cuadrados o rectangulares) es evidenciado por el hallazgo de ceramios con representación de hombres armados de las culturas moche, wari e inca. El escudo parece haber sido representado en épocas precolombinas tardías también, independiente de su portador, mediante la figura del cuadrado o rectángulo con aspa en el interior (Strecker 2010). En Coasa, este signo aparece en los paneles de Chillihua 1, Ch’ullunqani 2 y Pampamayo (fig. 127).

En el caso de los escudos mayormente grandes representados en las pinturas rupestres de Coasa puede tratarse de precursores, en cuanto a su función y significado, de los broqueles incaicos, pero reservados a los miembros de la élite guerrera, a manera de emblema y distintivo personal.

Fig. 115
Fig. 116
Fig. 117
Fig. 118
Fig. 119
Fig. 120
Fig. 121
Fig. 122
Fig. 123
Fig. 124
Fig. 125
Fig. 126

Fig. 127

“Máscaras” humanas

Las cuatro representaciones de “máscaras” humanas son las únicas halladas hasta la fecha en la provincia de Carabaya. Las dos primeras (figs. 128-129) están relacionadas con uno de los dos lugares de entierro en la margen izquierda del río Coasa (Roq’to Uno 2), mientras que las otras dos forman parte del diseño de la cara externa de un escudo (K’ucho Uno 2). Destaca la “máscara” de la figura 128 pintada en negativo, con ojos circulares, boca ovalada y nariz indicada mediante una raya vertical. La “máscara” de la figura 129, pintada en positivo, tiene forma ligeramente trapezoidal, ojos y boca como la máscara anterior, pero sin nariz. El emplazamiento de ambas “máscaras” en la pared encima de una chullpa adosada a la roca (hoy destruida) sugiere que guardan una íntima relación con el culto mortuorio de la época. En las dos pequeñas “máscaras” humanas integradas en el escudo ricamente ornamentado de K’ucho Uno 2 (figs. 130 y 131), el diseño de los rasgos faciales es distinto. Está ausente la boca y la nariz larga y de alas anchas se une con las cejas.

Fig. 128: Roq’to Uno 2
Fig. 129: Roq’to Uno 2
Fig. 130: K’ucho Uno 2
Fig. 131: K’ucho Uno 2

Los camélidos y otros animales

Mientras que los camélidos abundan y son los protagonistas en las manifestaciones parietales de las zonas alto-andinas (distritos de Macusani, Corani y zonas altas de Ayapata), su presencia en las pinturas rupestres de Coasa es mucho menos significativa. Los 19 camélidos identificados se distribuyen entre sólo cinco de los 17 sitios registrados, cuatro de ellos ubicados en la subcuenca del río Achasiri en la parte alta del distrito. Cerca de la mitad de los camélidos (9 figuras) se encuentran en el panel de Kanoja.

Sólo cinco de los camélidos son pintados en el estilo naturalista y representan animales en estado silvestre (sitio Kanoja), mientras que los demás camélidos probablemente representen llamas y fueron representados en diferentes grados de esquematización. En Chillihua 1 y K’uchu Uno 3, los camélidos, atados a una cuerda y sujetos por pequeñas figuras humanas, mantienen todavía rasgos anatómicos propios del estilo naturalista, aunque en dos escenas similares en el mismo panel de K‘uchu Uno 3, el estilo de representación cambia drásticamente y tanto el hombre que sujeta el animal con una cuerda como el camélido mismo son pintados de manera tosca y sin mayores detalles anatómicos.

En las pinturas pertenecientes a la tradición local de representaciones antropomorfas con armas simbólicas (personajes con hacha y escudo), los camélidos están ausentes y en el único caso donde aparecen junto a las figuras humanas (Chillihua 1), son de tamaño pequeño y representados en posición estática.

La variedad temática zoomorfa incluye, aparte de los camélidos, otras especies de animales, aunque de muy baja frecuencia: un felino asociado a otros dos cuadrúpedos indeterminados, dos cánidos, una figura lagartiforme y tres aves en vuelo. Pertenecen a distintas tradiciones y épocas de producción rupestre.

Motivos abstractos

Motivos no figurativos aparecen en todos las tradiciones rupestres de Coasa. Los más frecuentes y que marcan un estilo propio, son las composiciones abstractas descritas más arriba. Por su similitud con representaciones similares en los distritos de Ayapata, Macusani y Corani de la Provincia de Carabaya donde abundan estas representaciones, es de suponer que se trata de un estilo importado del altiplano circundante (exponentes: K’ucho Uno 3 y los motivos abstractos de Ch’ullunqani 1). Otros elementos abstractos, asociados a representaciones figurativas (antropomorfas, zoomorfas, fitomorfas), son las líneas sinuosas terminando en ganchos cerrados, círculos simples y concéntricos, cuadrados simples y dobles, con diagonales cruzadas en el interior, así como cuadriláteros compartimentados.

Ubicación temporal tentativa y asignación cultural

Al no existir posibilidades de fechar las manifestaciones rupestres de Coasa de manera absoluta, dependemos del análisis iconográfico y la comparación estilística, así como del estudio de las superposiciones para intentar establecer al menos una cronología relativa tentativa de las expresiones rupestres registradas. Mediante el uso del programa de mejoramiento digital de imágenes DStretch-ImageJ se ha podido no sólo descubrir detalles invisibles de los paneles sino también visibilizar mejor las superposiciones de figuras y así llegar a conclusiones mejor sustentadas sobre la sucesión de tradiciones rupestres en la zona.

En cinco sitios (Chillihua 1 y 2, Kanoja, Ch’ullunqani 1 y K’ucho Uno 3) se ha podido constatar la presencia de superposiciones de pinturas. Gracias a estas superposiciones se puede concluir que las primeras expresiones rupestres en la cuenca son los camélidos de estilo naturalista del panel de Kanoja, atribuibles probablemente al Arcaico Tardío u Horizonte Temprano. Un segundo momento importante de producción pictórica representan las composiciones abstractas, seguido por las representaciones figurativas de los hombres con hacha y/o escudo. Por último se tienen las manifestaciones (cruces, jinetes) que datan de la época post-colombina y fueron producidos posiblemente durante la Colonia.

El hecho de haber encontrado un solo panel con motivos del estilo naturalista en la cuenca alta del río Coasa (subcuenca Achasiri), similar a lo observado en los valles orientales de Ayapata y Ollachea, puede ser un indicio de que los cazadores y recolectores de fines del Arcaico realizaron pocas incursiones a la vertiente oriental de la cordillera, sea por las dificultades que presentaba entonces el paso por las montañas debido a las barreras de hielo y nieve o por encontrar en las cabeceras de los valles orientales poblaciones de camélidos silvestres y cérvidos poco atractivos en número comparado con los cotos de caza en el altiplano adyacente.

Mientras que no contemos con datos que sustenten lo contrario, parto del postulado que la ocupación permanente de la vertiente oriental de la cordillera de Carabaya comenzó relativamente tarde, probablemente recién entre fines del Horizonte Temprano o Formativo y comienzos del primer milenio d.C., con un aumento significativo de la población durante el Horizonte Medio y Período Intermedio Tardío gracias a la construcción masiva de infraestructura productiva y vial (andenes, canales de riego, caminos, puentes). Durante el Horizonte Medio, los pueblos que habitaban en la vertiente oriental de la Cordillera, deben haber estado en contacto permanente e intensivo con las sociedades altiplánicas alrededor del lago Titicaca y, sobre todo, con la cultura tiwanaquense. Es probable que a través de estos contactos haya llegado a Carabaya y a Coasa la tradición rupestre de las composiciones abstractas policromadas que parece tener como centro de origen la región al sur del Lago Titicaca entre las cuencas del Río Ilave, Huenque y Desaguadero en los actuales provincias puneñas de El Collao y Chucuito, llegando, sin embargo, a su máxima expresión en la provincia actual de Carabaya al noroeste del Lago Titicaca.

Es de suponer que igual que en el altiplano del Collao, el desmoronamiento del estado de Tiwanaku dio lugar a la formación de pequeños reinos o señoríos relativamente independientes en los valles orientales de Carabaya que al entrar en conflicto entre ellos por el control de los valles y sus recursos naturales, comenzaron a trasladar los asentamientos humanos a las cumbres de las montañas fortificándolos para fines de defensa. En esta época de frecuentes enfrentamientos entre los pueblos que se habían asentado en los valles de la vertiente oriental, la élite local debe haber estado formado por guerreros de rango, diestros en el uso de las armas. El hacha y el escudo se convirtieron entonces en el símbolo de estatus y de poder local. El estilo rupestre figurativo de la zona, con la representación recurrente de personajes en posición frontal o lateral y estática, empuñando estas armas emblemáticas, pertenece a esta época turbulenta de los Andes. Queda por esclarecer porque este estilo peculiar está confinado a la cuenca del río Coasa y no está presente en los demás valles orientales de Carabaya en los que deben haber tenido lugar procesos sociopolíticos muy similares. Sólo en la cuenca media del río Ayapata, el autor encontró en 2007 un sitio con pinturas rupestres de color naranja con representaciones similares a las de la tradición local coaseña de los personajes con hacha y escudo.

A mediados del siglo XV, la región colla a la que pertenecía la actual provincia de Carabaya, fue incorporada al imperio incaico. Por la resistencia que algunos de los pueblos de los valles orientales pusieron a la invasión inca (el cronista Santa Cruz Pachacuti se refiere específicamente a los pueblos de los Chayas y Ollachiyas al norte de Corani) y en vista de la demanda de fuerza de trabajo para la explotación de los famosos lavaderos de oro en la zona de piedemonte de Carabaya y el peligro de invasiones de pueblos amazónicos, los incas trasladaron contingentes importantes de mitimaes de la provincia de los Canas, de las zonas de Nuñoa, Asillo y Azángaro, a la vertiente oriental de la Cordillera (Sánchez 1989), donde se dedicaron a la construcción de caminos, el mejoramiento de la infraestructura productiva y la erección de nuevos asentamientos humanos encima de los anteriores. No fue una época fecunda en cuanto a la producción rupestre, pero existen motivos en algunos paneles que hacen pensar que podrían datar de esta época de ocupación inca. Sospecho que las figuras de color negro del panel de Chillihua 1, compuesto por aves en vuelo, camélidos altamente geometrizados y el símbolo del cuadrado con aspa al interior son testimonios gráficos de esta época prehispánica tardía. También los motivos compuestos por líneas sinuosas terminando en ojetes (superpuestas sobre un personaje de hacha y escudo en Kanoja), deben haber sido producidos o hacia finales del Período Intermedio Tardío o más tarde, durante el Horizonte Tardío, como expresión netamente local de arte rupestre la que se repite en el petroglifo de Trankapata en Esquena.

El uso de las rocas para graficar sobre ellas los conceptos y símbolos de la época, no terminó con la llegada de los españoles y el establecimiento del orden colonial. Entre las contadas manifestaciones rupestres del período colonial encontradas en Coasa figura el símbolo de la cruz cristiana y el jinete montado sobre su caballo, al lado de la llama que a pesar de la competencia que significó la introducción del caballo y del asno, continuó ejerciendo su papel de animal de carga en el tráfico local y regional.

En el cuadro 6 podemos observar la asignación temporal tentativa de los sitios rupestres estudiados. De los 17 sitios descritos en el artículo, 11 (64%) contienen paneles atribuidos cronológicamente al Período Intermedio Tardío (1000-1450 d.C.) y sólo tres al Horizonte Medio (400-1000 d.C.). De los cinco sitios con paneles asignados al Horizonte Tardío (1450-1532), al menos dos son dudosos por la ausencia de elementos diagnósticos más claros o la falta de superposiciones que facilitarían su ubicación temporal. Asimismo hay elementos en algunos paneles de pinturas o petroglifos y dos paneles enteros (K’uchu Uno 1 y Pukupata 1 y 2) que si bien deben pertenecer a períodos prehispánicos más tardíos por el tipo de motivos representados, no pueden ser atribuidos a una época determinada, por lo que estos sitios fueron marcados en la última columna con un relleno de color verde. Los dos sitios con mayor profundidad temporal de las pinturas son K’uchu Uno 3 y Kanoja, donde se puede observar un mínimo de tres a cuatro episodios de producción pictórica. En la medida en que se logre hallar en el futuro nuevos sitios y profundizar más el análisis pictórico de los yacimientos rupestres conocidos, se podrá quizás despejar algunas de las dudas planteadas al respecto de la cronología relativa de los sitios.

Cuadro 6: Asignación temporal tentativa de los sitios rupestres de Coasa

Fig. 132: Secuencia cronológica de las tradiciones rupestres de Coasa (a manera de propuesta)

 

Finalidad de las manifestaciones rupestres

No cabe duda que en vista de su ubicación en lo alto de las peñas, algunas obras pictóricas de Coasa fueron hechas para ser vistas por los transeúntes. Los grandes y pequeños personajes con armas pueden haber servido como indicadores relativos al control del territorio. Los diseños variados en la cara exterior de los escudos posiblemente representen una clase de heráldica familiar o una insignia personal del portador. Los prominentes adornos cefálicos de los personajes con hacha y escudo de Chillihua 1 nos dicen que no se trata de la representación de hombres de guerra o de escenas bélicas sino de personajes de la élite local, vestidos y dotados de símbolos de poder o de prestigio, participando en un acto ritual. El hacha en la mano de estos hombres representa el emblema del estatus y de la jerarquía política (y quizás también religiosa) de la persona, por lo que no cumplió una función utilitaria sino netamente simbólica (Strecker et al. 2011).

Algunos yacimientos pictográficos precolombinos tardíos de Coasa, y de los demás distritos carabainos de la vertiente oriental de los Andes se encuentran asociados a estructuras funerarias construidas al pie de los acantilados. Esta costumbre de “decorar” con pinturas rupestres las paredes encima de los entierros, estuvo muy difundida en la región andina del Perú y fue practicada ampliamente durante los siglos anteriores a la invasión española.

Es de esperar que en la medida en que se logre complementar el registro de manifestaciones rupestres en el distrito de Coasa y zonas aledañas, se llegue a nuevas y más contundentes conclusiones sobre su asignación cultural, cronología y finalidad.

Agradecimientos

Debo las gracias a Matthias Strecker y a mi esposa Rosa Ana por la revisión detenida del texto y por sus valiosas recomendaciones y correcciones. A Chanel Colque por los mapas y los dibujos de los escudos. A Luis Flores B. por aclarar mis dudas respecto a algunos sitios de la subcuenca del río Achasiri. A Bernardo Ordónez Machaca de Esquena y a Hermengildo Huarsoca Toro de Coasa por sus excelentes servicios de guía.

Debo un agradecimiento especial a Diego Martínez, por las horas de trabajo invertidas en la edición del artículo para su publicación en Rupestreweb.

Notas

1. El artículo ha sido preparado exclusivamente para su publicación en Rupestreweb.

2. Ver: http://www.dstretch.com/DStretchHelp.html y http://www.dstretch.com

¿Preguntas, comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com

Cómo citar este artículo:

Hostnig, Rainer. Inventario y análisis iconográfico de las manifestaciones rupestres
de Coasa en la vertiente oriental de la cordillera de Carabaya, Puno, Perú

En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/coasa.html

2011

 

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