Arte rupestre comtemporáneo. Ana Mendieta y la cueva del águila.

Divaldo Gutiérrez Calvache divaldogc@yahoo.es, y José B. González Tendero marinaglez@infomed.sld.cu  

 

Con el respeto que toda ciencia merece, entre ellas la arqueología, y cuestionamientos aparte sobre la validez o no de un término científico, entienda el lector que hablaremos aquí de “arte rupestre”, y dichas palabras debían ser rotuladas en letras mayúsculas, pues arte rupestre contemporáneo es el único calificativo que encontramos para los tesoros ocultos en la Cueva del Águila, una pequeña solapa abierta en la base de uno de los mogotes que rodean el lugar conocido como Escaleras de Jaruco, al sur de la capital cubana. Este sitio fue escogido por la reconocida artista plástica cubano-americana Ana Mendieta, para dejar como recuerdo a su país de origen varias de las poquísimas obras de su autoría que hoy se conservan, pues su arte en general estuvo formado por obras efímeras.

Ana Mendieta nació en 1948, en La Habana, y a los 13 años de edad, después del triunfo de la Revolución Cubana, viajó hacia los Estados Unidos, como uno de los tantos niños que salieron de Cuba en la todavía inexplicable situación que la historia recoge como Operación Peter Pan. Su controversial muerte ocurrió en 1985, a los 37 años de edad, al caer desde un rascacielos en los Estados Unidos, hecho que fue todo un suceso en el mundo cultural hispano-americano, pues muchos alegan que fue un suicidio artístico, realizado con el solo objetivo de dejar, como su último performance, la figura de su cuerpo estrellado en una acera neoyorquina.

Mendieta realizó varias visitas a su tierra natal a inicios de la década de los 80 del siglo pasado, estableciendo vínculos muy estrechos con jóvenes artistas que renovaron la cultura cubana en aquellos años, como José Bedia, Ricardo Brey y Juan Francisco Elso.

En el verano de 1981, Ana comienza a esculpir y pintar una serie de obras rupestres en la Cueva del Águila, en las áreas del Parque Escaleras de Jaruco. Sus trabajos se basaron en la elaboración detallada de siluetas y formas corporales, en su mayoría femeninas, cuyos perfiles fueron generalmente retocados con tintas negra o verde, y a la cuales la propia autora bautizó con el nombre de deidades del panteón mitológico aruaco de las Antillas, tales como Iyaré, Maroya, Guabancex, Guanaroca, Alboboa, Bacayu, Guacar, Atabey e Itiba Cahubaba. La eminente obra de otro cubano-americano fue la principal fuente de inspiración de la artista: nos referimos al libro Mitología y Artes Prehispánicas de las Antillas –todo un clásico de la arqueología y la antropología caribeña– del profesor José Juan Arrom, catedrático de literatura española y latina en la Universidad de Connecticut, y destacado estudioso de las artes precolombinas del Caribe insular.

No cabe hoy la menor duda de que la elaboración de estas tallas en su tierra natal y su vinculación con lo más autentico de la mitología y religiosidad aborigen del Caribe, nos habla de la naturaleza de la artista como ser humano y su necesidad de mantener contacto físico con sus sentimientos personales de identidad y origen, acerca de lo cual también nos ilustra su proyecto inconcluso para publicar un libro que debería profundizar en la temática de los mitos entre los pueblos indígenas de las Antillas.

Realizar una aproximación a la obra de Ana Mendieta en la Cueva del Águila es, sin lugar a dudas, una compleja tarea, pues estamos frente al rescate inequívoco del cuerpo femenino, pero no en su fórmula material, no, estamos ante un cuerpo que habla, que piensa, que comunica, que deja huellas, marcas y memoria, pero, sobre todo, nos habla del sentido antropológico de género, arraigado en la creadora, que nos presenta un cuerpo femenino que se funde con su lugar de origen, la tierra, y que como metáfora nos recuerda de donde venimos y hacia dónde vamos

 

Foto No. 1. Talla de un cuerpo femenino silueteado en negro con la representación genital bien definida.
Fotos Adrián de la Paz Rodríguez

Dos de la tallas son figuras donde el sexo está labrado profundamente en la roca, mientras que otras, como la de Iyaré, además de estar semi-tumbada, no posee representación de los genitales femeninos, pero sí de los senos, los cuales armonizan con las curvas muy marcadas de la parte inferior del torso. Estas y otras imágenes elaboradas en la cueva son para ella la expresión conceptual del carácter sagrado de la feminidad y la fertilidad fundidas en la magia primitiva de los amerindios, y así decidió respetarla, apropiándose de un recurso ancestral de nuestros pueblos originarios: la comunicación simbólica por medio del arte rupestre.

Sin embargo hoy, a 25 años de la muerte de Ana Mendieta, los tesoros culturales que dejó como tributo a su país de nacimiento están absolutamente abandonados y en franco proceso de desaparición. La conocida imagen representativa de Guanaroca –realizada en la entrada de la cueva y visible desde las afueras, como símbolo de la madre de todas las cosas–, es hoy imposible de localizar entre la maleza que ha ocupado el lugar. Otras conocidas tallas han desaparecido definitivamente, por la acción de agentes naturales o de vándalos desconocedores del valor cultural y patrimonial de estas esculturas.

Dayamí Vega Márquez y Mario Rodríguez Pereda son un matrimonio de jóvenes espeleólogos jaruqueños, enamorados de la cultura y la naturaleza de su terruño, que se han dedicado en cuerpo y alma a conseguir salvar este tesoro, asumiendo tareas de limpieza y acondicionamiento del sitio, o de orientadores de visitantes ocasionales; pero sobre todo como gestores de atención y protección para este legado cultural, tarea nada fácil en el actual entorno socioeconómico cubano. Según nos cuentan, siempre que se le expresa a algún funcionario de la administración territorial el valor cultural del sitio, la respuesta es puramente comercial, y la protección y conservación no tienen seguro presupuestario, razón que los ha dirigido hacia la búsqueda de oídos más receptivos y comprometidos con el patrimonio nacional, pero este esfuerzo hasta hoy tampoco ha dado frutos.

 

Foto No. 2. Vista actual de la entrada hacia la Cueva del Águila.
El desarrollo de la vegetación casi impide la localización de algunas de las obras.
Fotos Adrián de la Paz Rodríguez

No obstante, la actual reanimación del Parque Escaleras de Jaruco, una realidad palpable –para bien de la familia cubana–, abre nuevas perspectivas. Si en algún momento futuro autoridades locales y nacionales, encargadas del desarrollo cultural, coinciden en la necesidad de dar al parque una oferta mucho más abarcadora que la simple recreación, entonces es posible que nuestros hijos puedan ver desde las cercanías de la Cueva del Águila la imagen de Guanaroca, como eterno mensaje de nuestro antepasado taino, o uno de nuestros nietos escriba algún día un articulo titulado “Las obras rupestres de Ana Mendieta a 100 años de suejecución”. Si algo así sucediera, una vez más la patria se sentirá orgullosa de haber tenido hijos como Ana Mendieta, José Juan Arrom, Dayamí Vega y Mario Rodríguez.

 

¿Preguntas, comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com

Cómo citar este artículo:

Gutiérrez Calvache, Divaldo y González Tendero, José B.
Arte rupestre comtemporáneo. Ana Mendieta y la Cueva del Águila.

En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/cuevadelaguila.html

2012


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