Costa Rica


Las enigmáticas esferas de piedra de Costa Rica

Alberto Sibaja A. sibowak@ice.co.cr

 

RESUMEN

El Delta del Diquís, ubicado en el pacifico Sur de Costa Rica, en la baja Centroamérica, alberga una de las manifestaciones escultóricas y culturales, más sorprendentes y singulares de toda la América prehispánica.

Se trata de las monumentales esferas de piedra descubiertas en la espesa jungla tropical costarricense, donde en otras épocas se desarrollara una particular cultura amerindia que dominó todo el delta y un amplio territorio en torno a él.

El alto grado de perfección de estas singulares esculturas aborígenes y la gloriosa manifestación de su pasado, evocan incógnitas similares a las planteadas por las pirámides mayas y aztecas, las gigantescas cabezas de la isla de Pascua, los ciclópeos muros de Sacsayhuamán, los monumentos olmecas, las reliquias de Anáhuac, o la encumbrada ciudad de Machu Pichu, entre muchos otros tesoros amerindios.

Los ineludibles siglos han borrado el nombre de la notable civilización que las esculpió, pero las edades no pudieron destruir sus esféricos monumentos ni corromper el oro de sus orfebres.

Esferas de piedra en Costa Rica

Las primeras esferas de piedra fueron descubiertas en el Delta del Diquís en el año de 1939, cuando la “United Fruit Company”, transnacional estadounidense, inició la siembra de miles de hectáreas de plantas de banano.

En aras del progreso se deforestó de manera meticulosa toda la rica selva tropical que encubrió por siglos el tesoro arqueológico escondido en el Delta del Diquís.

Los protectores árboles y cientos de especies vegetales y animales, perdidas para siempre, fueron incapaces de oponer resistencia a las hachas, cierras mecánicas, tractores y demás maquinaria de la “prosperidad”.

Miles de objetos arqueológicos incluyendo gigantescas estatuas antropomorfas y esculturas zoomorfas, aparecieron por aquí, por allá y acullá.

Los vestigios fueron removidos fácilmente conforme el acero de nuestra civilización avanzaba inexorable.
Toda tumba el la región fue profanada y saqueadas sus ricas ofrendas fúnebres. Los restos mortales de antiguos reyes y poderosos sacerdotes fueron a parar junto a los escombros de la floresta.
Pero aquellos impecables trabajos de “limpieza del bosque” chocaron de frente con la rebeldía de unas imponentes rocas redondas de tamaños y volúmenes diversos.
Conforme se adelantaba en la empresa, las estorbosas pelotas de piedra mostraron un rasgo en común: su forma increíblemente análoga.

Centenares de esferas plagaban literalmente los futuros campos de siembra. Aquella, por demás extraña, cosecha neolítica brotaba incansable conforme se desollaba la selva.

Las había del diámetro de unos pocos centímetros, muchas superaban el metro y medio, las gigantes sobrepasaban los dos metros de diámetro.  

Los asustados peones, informaron a su patrón inmediato del problema. Este era el estadounidense George P. Chittenden, quien trabajaba como explorador y comprador de tierras para la “United Fruit Company” en el Delta. Chittenden ordenó desalojar las esferas que podían ser palanqueadas y empujadas por los tractores, -Si son redondas rodarán- dijo a sus subalternos. Mas hubo de esperar a que maquinaria especializada llegara a la zona para desalojar a las más pesadas.

Chittenden informó del hallazgo a su compatriota, la arqueóloga Doris Stone, quien radicaba en Costa Rica, ella le suplicó encarecidamente que no moviera más los objetos hasta que pudiera analizarlos.

-Casi todos ya han sido removidos, pero dejaré futuros descubrimientos en su lugar, en tanto no demore usted mucho su llegada.- prometió el capataz.

La arqueóloga llegó a las fincas bananeras en abril de 1940, bajo el sofocante calor de la estación seca.
La devastación y el saqueo de los sitios de interés científico la decepcionaron en gran manera, sin embargo dedicó casi un año de estudios en la zona.
La doctora Stone realizó significativos descubrimientos, pero le fue imposible obtener una datación coherente de los monolitos, ni esclarecer su posible origen y por supuesto tampoco logró hallar evidencias arqueológicas que justifiquen la perfección de su manufactura.

En 1943 publicó sus observaciones. Los pioneros trabajos de la doctora Stone han sido de gran importancia para los estudiosos que la precedieron.

Ella observó muchos grupos de esferas y se enteró que estas estuvieron acompañadas por grandes estatuas de piedra que representaban figuras de animales y humanas. Hoy los astrofísicos que estudian en épocas de equinoccio y solsticio los alineamientos de las esferas, lamentan la pérdida absoluta de la posición exacta de estas inmensas estatuas, pues al ser relevadas de sus primigenios lugares, se perdió con ello la observación de las sombras y luces reflejadas por el sol, en su trayectoria anual aparente (eclíptica) y su posible utilidad como calendario astronómico.


La doctora Stone fue la primera en percatarse que en toda la zona del Diquís, no existen canteras del material utilizado en la fabricación de las esferas (granodiorita y gabros, variedades del granito). Registró además la forma misteriosa en que los monumentos estaban alineados. Ponderó el peso de las más grandes y no dejó de preguntarse, de qué manera aquellos aborígenes pudieron trasladar desde las lejanas canteras, monolitos superiores a las 16 toneladas.

Años después, en 1948, el reconocido arqueólogo Samuel K. Lothrop, experto en civilizaciones indígenas americanas, regresa a Costa Rica para continuar su trabajo en la Península de Nicoya, al norte del país, pero se topa con un pueblo en revolución, los combates se desarrollaban desde la capital (San José) hasta la frontera con Nicaragua.
Oportunamente es invitado por la Dr.Stone para visitar el Delta del Diquís, asegurándole un lugar alejado de las escaramuzas. Lothrop quedó fascinado por la riqueza arqueológica del Delta y dio inicio a su exhaustiva investigación.

En 1963, el museo Peabody de Cambridge, Massachussets, U.S.A. publica sus investigaciones bajo el titulo: “Archeology of the Diquís Delta Costa Rica”. 

Si bien, este experto en civilizaciones precolombinas no logró formular ninguna hipótesis con respecto a la cultura de los “hacedores de esferas” fue él junto a la Dr. Stone quienes constituyeron la avanzada de posteriores descubrimientos.

Las investigaciones de estos pioneros, anunciaron al mundo que las esferas de piedra halladas en Costa Rica, poseen (entre muchas más) cuatro notables características que las distinguen de otras esferas prehispánicas reportadas en el continente Americano:


1) La extraordinaria cantidad producida.
2) Su gran tamaño y perfección esférica.
3) El fino acabado en sus superficies.
4) El hallazgo de conjuntos de esferas formando alineaciones o figuras geométricas.

¡No existe registro alguno de esferas de piedra, en toda la América, ni en el resto del mundo que reúnan las características señaladas!
           
Luego de la publicación del libro de Samuel Lothrop, un numeroso contingente de científicos he investigadores de todo el mundo, especialistas en diversas ramas, intentan dar respuestas a las principales interrogantes que plantean las esferas del Diquís. ¿Quiénes las hicieron? ¿Cómo fueron realizadas? ¿Qué edad tienen? ¿Con qué propósito fueron hechas? ¿Qué significan?

El Museo Nacional de Costa Rica, desarrolló en la década de 1990 el proyecto “Hombre y ambiente en el Delta del Diquís” cuyo propósito fue el de arrojar más luz sobre el misterio de las esferas y sus creadores. Las exploraciones continúan aun, y hoy día empezamos a conocer algunas respuestas en torno a esta sorprendente manifestación cultural.

La evidencia arqueológica y antropológica actual nos revela: Las esferas de piedra fueron construidas por una nación amerindia, que se instaló y desarrolló en el Delta del Diquís, desde tiempos inmemoriales. El grupo humano responsable de las esferas, estuvo altamente organizado. La manufactura de esferas fue realizada por medio de las ancestrales técnicas de picado y pulido de la roca. Su fabricación se dio en un ininterrumpido periodo que abarcó más de un milenio, las esferas más antiguas datan de unos 200 años d.C. y se continuaron haciendo hasta poco antes del contacto español.

El lastimoso desarraigo de las esferas se promovió metódicamente desde su descubrimiento en 1939. Las familias de abolengo, máxime las hacendadas en el valle central, empezaron a utilizar estas desprotegidas esculturas antiguas, como ornamentos del césped.


Para los años 60 constituían una especie de moda entre las alcurnias, un emblema de poder económico, político y social. Fueron pocas las mansiones o edificios de gobierno que no exhibían uno de estos monumentos en sus jardines. A esto debemos sumar las decenas de esferas gigantes que fueron sacadas ilegalmente del país y hoy están en manos de coleccionistas privados de todo el mundo.

La indiscriminada remoción de los arcaicos monolitos esféricos de sus contextos originales, junto a la estatuaria asociada a estos, a limitado a los científicos con respecto a la posible utilidad de las esferas en la era prehispánica, sin embargo los registros de los primeros arqueólogos, y las pocas esferas “in sito” que aun quedan en el Delta, demuestran que originalmente fueron colocadas en extensas plazas públicas, formando alineamientos: rectos, triangulares, curvos, rectangulares, etc. Esto sugiere un uso asociado a calendarios astronómicos en función del ciclo agrícola y de las periódicas inundaciones que se dan en la llanura aluvial.

Para estudiar mas a fondo esta posibilidad, entre otras, el Museo Nacional de Costa Rica impulsa el ambicioso proyecto denominado “Parque temático de las esferas” el cual pretende repatriar las esferas dispersas en todo el territorio nacional y fuera de él, a su región original: El Delta del Diquís. He intentar reconstruir sus posiciones originales. De lograrse tan maravillosa idea, el mundo recuperará un espectáculo incomparable.

El monumental trabajo que supuso el labrado, picado, pulido y movilización de grandes y pesadas esferas de granito sólido, nos provoca una profunda admiración y respeto por sus hacedores, quienes tuvieron la inmensa capacidad para realizar tan singular obra, equipados tan solo de herramientas de piedra y materiales vegetales.

Lo realmente admirable de los prehistóricos hacedores de esferas del Delta del Diquís, no son las esferas pétreas en si mismas, las cuales lograron con tan sorprendente maestría, sino el cómo, bajo cuál atmósfera socio-cultural y con qué instrumentos de trabajo las realizaron. Y ante todo, cómo fue posible que estos amerindios del neolítico, desarrollaran el tan abstracto concepto de la esfericidad, mismo que no alcanzaron las grandes civilizaciones de Mesopotamia, Egipto, Siria, Grecia, Roma, etc.

El mejor tributo que podemos dar a nuestros antepasados históricos, es reconstruir la obra que ellos edificaron en siglos, y nuestro arrogante progreso borró en pocos años.

Las esferas de piedra del Diquís no son tan solo un importante legado cultural para los costarricenses, constituyen además un precioso patrimonio para toda la humanidad.


¿Preguntas, comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com

Cómo citar este artículo:

Sibaja, Alberto. Las enigmáticas esferas de piedra de Costa Rica.
En Rupestreweb, http://rupestreweb.info/esferas.html

2007

 

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Sibaja Álvarez Alberto. Esferas de Piedra en Costa Rica. RamStone 2004/ (www.sibowak.com)


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