México


Nuevas consideraciones en el estudio de la gráfica rupestre

Francisco Mendiola Galván famendiola@terra.com.mx Arqueólogo, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia-Chihuahua, México.

Ponencia presentada en la XXII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Agosto 1991.

Lo más Ignorado y lo más Conocido.

En este trabajo exponemos algunas bases muy generales para el manejo de una nueva categoría que busca la correspondencia entre lo que se ha dado en llamar universalmente arte rupestre y lo que es el enfoque de la arqueología.

Un sinnúmero de problemas se presentan al estudiar lo que un sinnúmero de nombres ha recibido. Nos referimos al arte rupestre. Es este su nombre más común, por no decir oficial o universal. Nombres tales como arte epilítico, paleolítico, de la época glacial, manifestación, expresión, testimonio, escritura petroglífica o pictográfica o incluso nombres que hacen referencia a su técnica como las de petrograbado y pictografía, confirman, por un lado, que ningœn otro objeto arqueológico ha recibido tantos nombres como el rupestre y consecuentemente, por el otro, que se origina una confusión que no hace más que alejar las posibilidades de estudio arqueológico y sistemático del mismo.

El arte rupestre es un elemento arqueológico que incide obviamente en la categoría de Cultura al haber sido "creado" por el hombre. En este caso, a la palabra creado (creación) no la hemos ubicado en el terreno de lo estético y/o artístico, esto es que en la construcción del concepto que proponemos para el arte rupestre no manejamos a la creación como el acto más puro, excelso y divino de producción de belleza, sino únicamente como el producto de la actividad humana, acción que se explica ampliamente a la luz de la arqueología. No obstante, tenemos que reconocer que las aportaciones de la historia del arte en el terreno de lo rupestre son muy importantes tanto para esta última como para la arqueología misma, y en general para el conocimiento de la prehistoria universal. Pero la arqueología debería retomar conscientemente lo que la historia del arte le ofrece. Esto significa utilizar ciertamente algunos de sus conceptos y términos, sin embargo, aún más conciencia debería de tener que al momento de emitir un juicio de lo que existe entre la forma y la funcionalidad de un objeto determinado, lleva consigo otro de carácter estético por su correspondencia con los dos anteriores. Esta œltima idea es original del afamado prehistoriador francés André Leroi-Gourhan y dada su importancia, nos permitimos anotarla textualmente:

"Es cierto que un juicio sobre la buena o mala adaptación de una forma a la función correspondiente equivale en la práctica a la formulación de un juicio estético" (Leroi-Gourhan; 1971:291).

Nuestro concepto de arte rupestre, que por orden proporcionamos más adelante, va en contra de lo que universalmente se ha conceptualizado en torno a esta expresión. A la manera del filósofo mexicano Adolfo Sánchez Vázquez, podemos decir que existe la imposibilidad y la posibilidad de definir el arte, porque efectivamente se encuentran muchas definiciones del mismo, que en suma, están muy lejos de ser satisfactorias y, a la vez, o son contradictorias entre si o se van más allá de toda realidad, lo que significa en resumen, que se pretende conceptualizar a partir de falsas generalizaciones (Sánchez Vázquez; 1984). Sólo basta que revisemos cuantos autores y de qué manera han definido el arte para que nos percatemos de que lo que priva en todos es un reconocimiento de lo que unilateralmente conciben como arte: su definición sólo es valedera y verdadera exclusivamente para cada uno de los autores. Definiciones que nos remiten finalmente a limitadas y poco objetivas afirmaciones en relación con la generalidad esencial a todo arte y al mismo tiempo, a la reafirmación de reales y entendibles etnocentrismos.

Sólo con un afán ilustrativo y evitando caer en obscuras profundidades en el supuesto de que definiéramos lo que es arte, nos tomamos la libertad de transcribir la Definición del Arte Rupestre que proporcionó la Comisión de Terminología del III Simposio Internacional Americano de Arte Rupestre realizado en México (1973):

"Manifestación artística realizada sobre superficie rocosa natural o retocada in situ. Comprende los grabados para los cuales esta Comisión recomienda la designación del término petroglifos; las pinturas, para las que esta Comisión recomienda el uso del término de pictografías; las grandes figuras sobre superficie de gran extensión para cuales se recomienda el término de geoglifos" (Ibid:128).

Nosotros preguntamos: ¿Qué es la manifestación artística?. Sin darle respuesta a esta pregunta, automáticamente se demuestra que aún pervive la imposibilidad y la posibilidad de definir al arte rupestre como una manifestación artística, precisamente por llamarlo Arte Rupestre. El círculo vicioso se cierra al querer definir arqueológicamente a lo rupestre como arte y por más paradójico e irreal que parezca, la imposibilidad de definirlo aumenta al "creer" que el arte rupestre se puede definir desde el enfoque arqueológico.

Hay quienes sostienen que el estudio de las figuras rupestres realizado con un enfoque esteticista ha sido superado. Casado López, por ejemplo, nos dice que:

"En los inicios fueron consideradas como una simple manifestación artística, siendo el fin y el objeto de la investigación el carácter estético. Este enfoque ha sido superado, y si bien la perspectiva estética no debe ser fin de estudio tampoco se debe desdeñar" (Casado López; 1987:24).

No estamos de acuerdo en que se afirme que este enfoque ha sido superado, y además observamos que se generan algunas incongruencias. Veamos:

"...el arte es solo una particularidad, históricamente determinada, de un fenómeno de mayor amplitud como es el fenómeno estético" (Delgado: 1988:42).

Casado confunde lo artístico con lo estético y si lo estético quedó superado como enfoque, ¿en dónde quedaron los componentes estéticos de la práctica social? (véase Delgado; op.cit.) o simplemente recordemos la afirmación de Leroi-Gourhan ya citada líneas arriba. Por otra parte, si algunos de los términos, conceptos o categorías de la historia del arte pueden servir a la arqueología como medios y no como objetivos centrales de la investigación, entonces, en gran medida existe congruencia, ya que finalmente se llega al punto de interpretación en donde se dice que el material rupestre es producto de la actividad humana. Interpretación despojada totalmente de cualquier connotaci—n artística. Sin embargo, muchos investigadores, a pesar de considerar esto y llevarlo a la realidad, dan por hecho de que ellos están trabajando arte rupestre, no otra cosa y que el objetivo central es interpretarlo bajo la consideración de que es un producto de la actividad humana. La incongruencia salta a la vista: si las categorías artísticas pueden ser los instrumentos conceptuales y no el objetivo principal, y si el arte (en este caso rupestre) es la expresión de las mismas, ¿cómo es que éste se convierte en el objetivo más importante y central del trabajo de investigación?. En pocas palabras: ¿por qué la arqueología sigue llamando a ese producto de la actividad humana arte rupestre?.

En el mismo trabajo de Casado López (nos referimos a su libro Proyecto Atlas de Pictografías y Petrograbados. México), se manejan en el título dos nombres que hacen alusión a la técnica, pero a su vez ambos se refieren a una solo cosa, es decir, se habla de dos aspectos técnicos de un solo objeto de estudio, o sea, el arte rupestre, aunque directamente esto no se reconozca. Volvemos a preguntar: ¿cómo se puede afirmar que el enfoque artístico está superado como objetivo principal cuando que estas técnicas ya referidas se remiten innegablemente a eso que casi todos llaman arte rupestre?. Podríamos pensar que esto es sólo un juego de sinónimos o simple cuestión semántica y que da igual llamarle arte rupestre que petroglifos, pinturas o expresión rupestre, al fin de cuentas todos hacen referencia a la misma cosa.

En lo fenoménico es posible que arte, manifestación, expresión, petrograbado, pictografía o cualquier otro nombre, se refiera al mismo objeto, en este caso a lo rupestre, sin embargo, sostenemos que en esencia y conceptualmente se enfrentan dos mundos totalmente diferentes al estudiarse el arte rupestre desde la historia del arte y el material rupestre desde la arqueología. La aberración, por más drástico que suene, se encuentra en el estudio del arte rupestre desde la arqueología. Por esto estamos convencidos de que es necesario ubicar al material rupestre dentro de un plano diferente al del arte. Su relativo y parcializado punto de vista occidental califica e interpreta con sus parámetros lo que él considera el arte de los "otros".

Nuestra ciencia arqueológica no ha sentado del todo las bases técnicas, analíticas, teóricas y de explicación como lo ha hecho para con otros materiales arqueológicos. Basta mencionar a la cerámica o la lítica para que recordemos todo lo que se ha publicado o discutido en foros como éste, acerca, por ejemplo, de sus técnicas de manufactura y de análisis. ¿A qué responde esta situación en la que se encuentra el estudio del arte rupestre? A pesar de que autores como Messmacher en 1961, Meighan en 1978, Consens en 1985 y González en 1987, entre otros, han venido señalando que el arte rupestre necesita ser tratado desde el enfoque arqueológico, paradójicamente esta disciplina sigue asumiendo consciente e inconscientemente que el material rupestre es arte. Tal situación se ve reforzada al momento en que la arqueología utiliza términos del estudio histórico del arte, y debe reconocerse que ya resulta anacrónico, para los intereses actuales de la arqueología, que se sigan empleando los mismos términos para la descripción, análisis e interpretación del fenómeno rupestre. Esto demuestra que el ámbito esencial de lo arqueológico queda relegado a un segundo plano.

Es esta una de las causas que provocan que el estudio de lo rupestre se encuentre en desventaja con respecto al estudio de otros materiales arqueológicos, aunado al ya mencionado poco sentido arqueológico que le ha caracterizado a su estudio. Una causa aún más determinante es que la investigación del material rupestre presenta serios problemas de cronología, de correlación con los grupos culturales y de interpretación por la vía científica como lo ha asentado Mountjoy (1987: 161), sin embargo, sostenemos que estas razones causales expuestas no son las más importantes. La principal razón por la que no se ha abordado arqueológicamente su estudio responde a la idea generalizada de que lo rupestre es un objeto de estudio de la historia del arte y no de la arqueología. Esto significa o significaría que nosotros los arqueólogos tenemos que conocer, aplicar y/o adaptar términos y conceptos de la historia del arte. De aquí se desprende una actitud de rechazo evidente hacia el estudio de la manifestación rupestre.

"Es posible que la reticencia tradicional de los arqueólogos a estudiar este producto de la sociedad humana se deba precisamente al hecho de que se le ha colocado en una situación en que se convierte en el objeto de estudio de una disciplina ajena a nuestro entrenamiento profesional como podr’a ser la historia del arte" (González; op.cit.: 13).

Para la mayoría de los arqueólogos profesionales la importancia del arte rupestre es secundaria sino es que hasta irrelevante. Su desinterés, rechazo y displicencia se manifiesta en que por muchos años se han conformado con que el estudio de este resto sea realizado, hasta la fecha, por historiadores del arte, aficionados, periodistas o historiadores regionales, cronistas de profesiones y oficios diversos. Dicha actitud sólo puede ser clasificada como simbiótica, esto es que la información de carácter rupestre que obtiene el que no es arqueólogo "me sirve a mi como arqueólogo, y la que yo obtengo de otras fuentes de información arqueológica pues le sirve a todo mundo", incluidos los aficionados al arte rupestre. De todo esto resulta una mezcla amorfa compuesta de una gran ignorancia por parte de la ciencia arqueológica, y conocimiento por parte de la historia del arte. La arqueología toma en actitud simbiótica el conocimiento del análisis artístico y lo aplica, en apariencia, arqueológicamente. A esta mezcla amorfa, desde nuestra posición, se le ha llamado investigación arqueológica del arte rupestre.

El Enfoque Arqueológico y lo Rupestre.

Asumimos el enfoque arqueológico y nos aproximamos al material rupestre como un elemento mas del registro arqueológico. Lógicamente no estamos de acuerdo con aquellos estudios que a’slan a la manifestación rupestre de los demás restos arqueológicos. Esta ha sido una práctica constante, sobre todo en el continente americano:

"...los arqueólogos que han descrito o presentado arte rupestre, tienden a tratarlo aparte de los restos arquelógicos y del contexto cultural de los pueblos que produjeron el arte, es decir, se le considera como objeto aislado" (Meighan; op.cit: 177-178).

Así también no tiene porque existir, desde el enfoque arqueológico, una disciplina propia y autónoma que se encargue del estudio del arte rupestre. El hecho de que efectivamente este elemento arqueológico, al poseer características especiales lo hacen diferente a los otros, como por ejemplo su imposibilidad de ser ubicado tridimensionalmente para su registro y que se dependa œnicamente, para determinarlo, de un solo sentido, la visión (Consens; op.cit.: 7) no es ningún impedimento para que sea estudiado con teorías, métodos y técnicas propias de la arqueología. Otra diferencia que se suma a las demás es que no sufre alteración ni destrucción en ningún momento de su investigación, como si sucede con la excavación.

A estas consideraciones del enfoque arqueológico del material rupestre les sumamos tres más que nos permitieron contar con los elementos previos suficientes para construir el concepto de Gráfica Rupestre. Es necesario aclarar, que si bien al principio de esta exposición dec’amos que contábamos con un determinado concepto o definición de arte rupestre, sólo fue porque no podíamos utilizar el nombre de Gráfica Rupestre al momento de señalar y argumentar nuestros desacuerdos con el de arte, por lo que este fue mencionado constantemente. También es importante añadir que González (1987) utiliza el nombre de "manifestaciones gráficas rupestres" primordialmente para referirse a las dos técnicas de grabado y pintura. Lo que nosotros buscamos con la categoría de Gráfica Rupestre es universalizar por la vía arqueológica a este indicador técnico, socio-cultural e ideológico:

1. Partimos teóricamente de que la Gráfica Rupestre es una forma cultural que expresa contenidos de la conciencia social de representación ideológica y de conocimiento de la realidad, en relación con el ser social. (Bate; 1977: 45 y 1978). Es decir que refleja singularmente aspectos fenoménicos de la cultura como la lengua, tradiciones, los ritos mágico-religiosos, etc., en relación o en condición al modo de producción dominante. Esto no significa negar que el arte sea una forma cultural, pero para el estudio arqueológico de la Gráfica Rupestre el enfoque de la historia del arte no nos sirve para comprenderlo como una forma cultural.

2. En su estudio técnico, utilizamos la categoría de artefacto arqueológico (Rozo Gauta; 1987: 289), en donde incluimos lo que hemos denominado clases y subclases técnicas del grabado, de la pintura y del geoglifo. Siendo entonces que la Gráfica Rupestre es ahora un artefacto arqueológico objeto de estudio de la arqueología, lógicamente debe ser comprendido:

"...como el resto del material desechado –abandonado o perdido- producido o/y utilizado por la sociedad humana (...) Al tratar las manifestaciones gráficas como artefactos arqueológicos con el mismo status en cuanto a ser objeto de la investigación arqueológica considero interesante y pertinente aplicarle las mismas preguntas generales que al resto de los artefactos recolectados y analizados (...) a) cómo se manufacturó, b) cómo se utilizó" (González; 1987: 12 y 40).

Fundamental es tener presente para esta segunda consideración que el único artefacto que se concibe, se realiza, se asienta, se encuentra y se conserva en el mismo sitio es precisamente la Gráfica Rupestre. Esto significa que el sentido de la palabra in situ se cumple plenamente como en ningún otro artefacto, claro, a excepción de aquellos artefactos cerámicos y líicos depositados en hornos y talleres de talla lítica respectivamente. También es importante tomar en consideración que hay una constancia o repetibilidad de que los más importantes, elaborados, vistosos y en ocasiones mejor conservados elementos gráficos ("motivos", "diseños", "formas", "figuras", etc.) se encuentran o se hallan en el mejor espacio rocoso.

3. Ha sido una preocupación constante para la investigación del arte rupestre la interpretación del mismo. Independientemente de que en la mayoría de los trabajos publicados se interprete sobre la base de la descripción y no a partir del análisis no sólo del material rupestre, sino de todos los demás elementos del contexto arqueológico, medioambiente, etnográfico y etnohistórico, consideramos que antes se hace necesario explicar en lo general a la Gráfica Rupestre como un medio de trabajo, que como producto ideológico pudo haber servido para producir las transformaciones deseadas en la naturaleza (Bate; 1982: 75 y 101). La Gráfica Rupestre es el reflejo de la necesidad que surge del enfrentamiento de los hombres con la naturaleza, esto es la necesidad y el deseo de transformarla y/o controlarla. La gráfica, como forma cultural, como artefacto arqueológico, es producto ideológico y de conocimiento (conciencia social) en esa transformación necesaria y deseada para y por los hombres. Por ejemplo, en los pueblos tempranos se evidencia:

"...a nivel de la conciencia social una forma mágico-empírica de conocimiento, aún cuando los contenidos expresados materialmente no nos permitan saber que aspectos específicos de la realidad eran los que se buscaba manejar por este medio. Solamente el hecho de que para el Conjunto I encontremos instrumentos de trabajo destinados a los procesos de caza, con pintura roja, nos autorizan a suponer que hasta en esta actividad económicamente fundamental para este pueblo había un manejo mágico-empírico de la realidad" (Ibid.: 103).

Un segundo y último ejemplo viene a reforzar poéticamente la sustentación de la Gráfica Rupestre como medio de trabajo:

"...los artefactos religiosos deben verse como herramientas. Podrían casi ser descritas como máquinas de hacer milagros. Gracias a ellas la naturaleza podía ser desviada de su curso normal. Los animales se dejarían cazar y el fuego podía ser domado. Lascaux y Altamira fueron máquinas bien diseñadas que funcionaron bien. Si no lo hubieran sido no estaríamos aquí." (Litvak; 1985: 7).

El Concepto de Gráfica Rupestre.

Es una forma cultural entendida como artefacto arqueológico que se manufacturó y se encuentra in situ sobre superficies rocosas y en grandes extensiones de terreno. Son tres sus principales clases técnicas: grabado, pintura y geoglifo, las cuales contienen un determinado orden compuesto de líneas-límite: rectas, curvas y combinadas o mixtilíneas, que conforman representaciones de carácter morfológico que se pueden identificar con los elementos formales de la naturaleza o relacionar con el acto de abstracción que el hombre hace de la misma (naturaleza), con el solo fin de transformarla con este medio de trabajo de factura ideológica.

Últimas Consideraciones.

La propuesta de esta nueva categoría, como la que aquí expusimos, arrastra tras de sí la necesidad de revisar y adecuar conceptualmente, desde la perspectiva arqueológica, un buen número de términos y categorías que provienen de la descripción y del análisis artístico que se han aplicado a este artefacto. No obstante, antes de esto, resulta esencial unificar criterios que nos conduzcan a una explicación arqueológica de este material, pero sin dejar de tomar en cuenta los enfoques filosóficos, artísticos, antropológicos, históricos, sociales, etcétera, para saber lo que podría hacerse al interior de la arqueología con las categorías y términos tales como abstracción, esquematismo, decoración, composición, y muchos más que forman parte del lenguaje arqueológico utilizado en el estudio del arte rupestre.

La categoría de Gráfica Rupestre unifica en lo general a un material o artefacto arqueológico como lo ha hecho ya desde hace muchos años la Cerámica o la Lítica. La propuesta de dicha categoría no es un mero capricho, ni tampoco le hicimos como Humpty Dumpty:

"...que los términos signifiquen lo que uno quiera. Deben ser definidos y probados antes de aplicarlos con confianza" (Litvak; op.cit: 8).

La Gráfica Rupestre como término, concepto o categoría responde a la necesidad de un cambio conceptual, pues buscamos ser consecuentes con la arqueología que estudia a lo rupestre. Así, si aún no existieran criterios unificadores para la Cerámica y la Lítica, es muy probable que todavía estuviéramos estudiando, como arqueólogos profesionales, el arte cerámico y el arte lítico. ÀPor qué nos hemos permitido estudiar tanto tiempo el arte rupestre y no la Gráfica Rupestre?

–¿Preguntas, comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com

Cómo citar este artículo:

MENDIOLA, Francisco. Nuevas consideraciones en el estudio de la gráfica rupestre.
En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/mendiola.html

2002

 

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