El sitio rupestre de Rajch´i (Oropesa, Quispicanchi) Cusco

Raúl Carreño Collatupa raulcarreño@gmail.com Grupo Ayar Cusco

 

RESUMEN

Al este del poblado de Oropesa, Cusco, sobre una meseta de origen volcánico, se ubican los restos de una posible huaka o apacheta prehispánica conformada por un gran petroglifo vandalizado con grabados sinuosos de carácter escultórico, de surco ancho y profundo, rodeado por otros bloques con grabados de distintas épocas, en especial del período republicano. Cabe la posibilidad de que esta probable huaka haya sido (o haya estado asociada a) uno de los dos ceques aún no identificados del Qollasuyu: Guamansaui y Guayra.

Palabras Claves: Rajch´i-Oropesa - arte rupestre - arqueología - petroglifos escultóricos - Cusco - Perú.

 

INTRODUCCIÓN

A la altura del km 21 de la ruta troncal Cusco-Puno, se ubica Oropesa, capital del distrito del mismo nombre, cuyo límite oriental está definido por un afloramiento volcánico, dominado por una capilla consagrada a una cruz, donde se ha habilitado un mirador. A unos 200 metros al este de la capilla (a la cual se accede por un ramal de la trocha carrozable que va al caserío de Pinagua) se encuentra un conjunto de petrograbados de al menos dos épocas distintas que conforman un montículo que bien pudo ser una huaka. El grabado principal, e incompleto, presenta características escultóricas, siendo prácticamente un bajorrelieve de surcos muy gruesos, prominentes y redondeados. Ya sea aquí o en el sitio de la capilla debió, sin duda, existir una huaka.

Fig. 1 Ubicación del sitio rupestre de Rajch’i (base: fotografía aérea SAN)

 

GeologÍa

El sitio se ubica sobre una meseta andesítica, producto de una erupción fisural del vulcanismo Plio-Pleistocénico que dio lugar a la formación Rumicolca y cuya ultima expresión se produjo hace unos 25000 años, en Kimsachata, volcán localizado a unos cien kilómetros al sureste (Audebaud, 1973: 44; Mendívil & Dávila, 1978: 65) y donde se ubica el templo de Huiraqocha y el conocido centro alfarero de San Pedro de Cacha.

La roca es una andesita shoshonítica de color gris claro, de textura predominantemente microlítica, con abundante mica del tipo biotita y flogopita y una proporción menor de hornblendas. Las rocas aflorantes están cubiertas por una delgada pátina de intemperismo derivado de la oxidación de hornblendas y de la cloritización de las biotitas.

 

toponimia

La palabra rajch’i no figura en ninguno de los antiguos diccionarios de kechua de Domingo de Santo Tomás, González Holguín, Torres Rubio ni en el de aymara de Bertonio. El diccionario moderno de la Academia de la Lengua Quechua consigna una entrada relativa a la comunidad y al conjunto arqueológico de San Pedro de Cacha y otra referida a un material volcánico usado en alfarería (AMLQ, 2005: 172). Aparece, en cambio, en el diccionario de kechua boliviano de Laime (2007: 100): “raqch’i. s. Alfarero; el o la que fabrica vasijas de barro o cerámicas”. Pensamos que esta definición es moderna y derivada del Rajch’i de San Pedro de Cacha, pueblo de notable tradición alfarera, cuyo núcleo se ubica también en ambiente volcánico.

En el Cusco son bien conocidos por lo menos otros dos Rajch’i, siempre relacionados a importantes centros arqueológicos: el conjunto arqueológico de ese nombre en el ya mencionado de San Pedro de Cacha, pueblo de la provincia de Canchis, donde se encuentra el famoso templo inka dedicado al dios Ticsi Huiraqocha, mandado edificar por el Inka Huiraqocha durante su campaña de conquista del Qollao, y tras recibir el apoyo de los Kanas, según la reseña de Rostoworowski (2004: 45). El segundo es el próximo a los conjuntos arqueológicos de Tejahuasi y Machuqolqa, en las alturas de Huayllabamba (provincia de Urubamba).

A diferencia del concepto de huaro, que indica pedregal (pero constituido de fragmentos menores, como los arrastrados por los huaycos), por sus evidencias geomorfológicas comunes, constatamos que el topónimo rajch’i corresponde a terrenos, por lo general volcánicos o calcáreos, con muchos grandes bloques o montículos rocosos dispersos. Los de Oropesa y San Pedro presentan bloques y promontorios andesíticos producto de bombas y explosiones volcánicas; el de Huayllabamba, por el contrario, está en material calcáreo, con bloques de caliza dispersos por efecto del fenómeno geodinámico llamado deriva de bloques (Spreading) y por deslizamientos.

 

los seÑorios ayarmaka y pinagua

Este sitio rupestre se encuentra cerca del poblado principal del señorío Pinagua, cuyas raíces se remontan a la época pre-Inka, casi al centro del “área nuclear de la etnia pinagua” planteada por Espinoza Soriano (1974: 160) a partir de la información del Visitador don Diego de Porres en 1571. Sin embargo, esto no autoriza a pensar que  las expresiones rupestres tengan relación con dicha cultura. El territorio de los pinagua comprendía dos de las tres antiguas cubetas lacustres pleistocénicas que conforman el valle del Cusco (la primera y mas amplia correspondía al dominio de los inkas originarios y otras tribus), desde el paso de Angostura (límite de los actuales distritos de San Jerónimo y Saylla), hasta Huambutío, donde el río Huatanay desemboca en el Vilcanota.

María Rostworowski determinó que los pinagua constituían la mitad urinsaya del reino de los Ayarmaca y que hubo dos pueblos con ese nombre, uno cerca de Huayllabamba (curiosamente cerca del otro Rajch’i) y el de Oropesa, actualmente una comunidad campesina cuyos títulos de propiedad, según lo verificado por Rostworowski (1969/1993: 244) “[…] datan de la visita que realizó fray Domingo de Cabrera Lartaún de la Orden de Predicadores en 1655” y de la composición de tierras llevada a cabo por el capitán Francisco de Loayza y Castilla, encomendero de los indios muynas. A partir de lo dicho por Guaman Poma, se afirma que los pinagua “fueron los primeros incas en la zona del Cusco, que estaban reputados como hijos del Sol y que su paqarina o lugar de origen la tenían fijada de igual manera en Tamputoco” (Espinoza Soriano, 1974: 158). Tras una larga resistencia fueron finalmente sometidos por el inka Pachakuteq.

Ya en la Colonia, tras fracasar en sus intentos judiciales por recuperar sus tierras despojadas por el famoso y avariento capitán Diego de Maldonado ”el rico”, este etnia se disperso y sus terrenos se despoblaron, tanto asi  que en 1689 las haciendas cercanas tenían muy poca población: don Gerónimo Zapata de Cárdenas “cura propio de este pueblo de Oropesa” informaba al Obispo del Cusco, don Manuel de Mollinedo y Angulo, sobre la población de su doctrina: “Guacarirpay [Huacarpay] con dos o tres personas no mas”, Tongobamba “tendra hasta treinta personas de confecion”, “y en la ultima nombrada Guanbutio […] abra diez o doce personas…” (Villanueva, 1982: 156-157). No hay mención alguna a Rajch’i en esos escritos.


EL SITIO

A pesar de que un reciente ex-alcalde del lugar proclamaba ser su descubridor, los petroglifos de Rajch’i-Oropesa eran conocidos desde hace varias décadas por los pobladores de la zona. Ciertos lugareños nos mencionaron que el huaqueo (en el que se habría usado dinamita) se produjo en la década de los 40 del siglo XX, mucho antes del nacimiento de esa ex-autoridad edil.

Hasta donde sabemos, el sitio no fue registrado por el antiguo Instituto Nacional de Cultura-Cusco, entidad a la cual el mencionado ex-burgomaestre planeaba dirigir una solicitud pidiendo el traslado de los bloques grabados a la Plaza de Armas de Oropesa, “para evitar su destrucción”. Felizmente la iniciativa no prosperó, pues habría implicado sacar los bloques grabados de su contexto, con el riesgo de que, en el futuro, alguna otra autoridad menos interesada en cuestiones culturales pudiese hacerlos retirar, para reemplazarlos con los consabidos y raras veces armoniosos monumentos que hoy proliferan en los pueblos andinos.

Fig. 2 Vista general del sitio rupestre de Rajch’i-Oropesa (foto: R. Hostnig)

La cercanía del Parque Arqueológico de Pikillaqta, que concentra las más importantes manifestaciones de la cultura Huari de la región, no autoriza a establecer relaciones entre esta cultura y los grabados (tampoco con las culturas Ayarmaca y Pinagua). En efecto, en los confines orientales del afloramiento volcánico se ubican los asentamientos huari de Choquepujyo y Kunayp’ujrupatapatayoq. Al decir de Angles (1988: t.II, 341), Choquepujyo está constituido “por enormes plazas y altos edificios de dos y tres pisos” y muestra el mismo patrón arquitectónico que el de la famosa ciudad de Pikillaqta, principal centro administrativo regional de los huari. Kunayp’ujrupatapatayoq, en cambio, corresponde a un grupo de andenerías y ch’ullpas (mausoleos).

Al sur este se ubican los acantilados que reciben el nombre de Kunturqaqa o Kunturorqo; según la referencia de Garcilaso, sería allí donde Huiraqocha habría mandado pintar dos cóndores para conmemorar su victoria sobre los chankas y su ascenso al poder, de los que sobreviviría uno, el mismo que habría sido recientemente descubierto por el arqueólogo J. Valencia; sin embargo, ello no valida la versión de un Huiraqocha vencedor de los chankas (fruto sobre todo del dudoso relato de Garcilaso y de otros dos cronistas muy tardíos, Cobo y Anelio Oliva), pues la gran mayoría de evidencias ―como la estadística establecida por Rostworowski (1988: 54)― confirman que tal hecho fue un logro de Pachakúteq. Dichos cóndores debieron, en consecuencia, responder a otra causa.

Finalmente, cabe acotar que Rajch’i está muy cerca del Qhapaq Ñan o camino inka al Qollasuyu, que cuenta con un ramal al Qhapaq Ñan del Antisuyu que pasa por Torrekunka, sitio donde existen numerosos y enigmáticos petroglifos en montículos (Carreño, 2012). También es cercano al poblado de Pinagua, citado en varias crónicas y donde subsisten restos arqueológicos.

 

los petroglifos

El elemento principal es un gran bloque de piedra trabajado al menos en dos fases: el primero, posiblemente pre-inka, de gruesos surcos alisados; la segunda, con grabados más someros hechos por rayado, correspondería a la etapa republicana, tal vez de la primera mitad del siglo XX. La roca está partida (fig. 3), probablemente a dinamitazos, aunque esta hipótesis presenta algunas inconsistencias, como una débil fragmentación-fractura de la masa rocosa. En cualquier caso, los huaqueros debieron también recurrir al uso de combas, cuñas, cinceles y barretas para remover, dispersar los fragmentos y abrir el hoyo que se ve en la actualidad.

Este bloque presenta grabados que podríamos calificar de escultóricos. No nos referimos a una litoescultura en sí sino a un tipo de grabados que, por la amplitud y profundidad de sus surcos, el alisado de sus bordes, la complejidad y variedad de sus configuraciones y su adaptación a la forma de la piedra, transmiten una sensación más acentuada de tridimensionalidad. Los grabados se ubican en la cara plana que actualmente se encuentra en posición vertical y orientada hacia el norte. No hay duda de que el pedazo o pedazos que quedaron volteados hacia el hoyo de huaqueo contienen el resto de los grabados, pues resulta por demás evidente que éstos están cortados, incompletos.

Fig. 3 El Petroglifo principal y detalles del grabado en bajorrelieve

Por el color más claro de la roca con relación al resto de los afloramientos andesíticos cercanos, así como por su textura, cabe la posibilidad de que se trate de un bloque transportado desde otro lugar, pero perteneciente siempre a la misma unidad geológica (formación Rumicolca).

Los grabados del bloque son profundos, con surcos que alcanzan los 11 a 12 mm de profundidad y hasta 22 mm de ancho. Representan líneas entrecruzadas y, cerca al borde inferior, una figura serpentiforme de surco algo más delgado.

La cara orientada hacia arriba presenta una morfología escalonada, con otros petrograbados de la época republicana. El primer “escalón” preserva la superficie original de la piedra; hay allí un motivo reticular que, a primera vista, tiene cierta semejanza con un tablero de juego, en especial de la taptana; viendo el detalle, encontramos que tal configuración es la de una pared, con los sillares en disposición entrecruzada; en realidad se trataría de la representación de un templo algo sui generis (podría pensarse también en una fortaleza), con dos torres coronadas por cúpulas chatas, que recuerdan a ciertas ch’ullpas (mausoleos, como los que se encuentran en Maukallaqta, Espinar, o en Sillustani, Puno) y una pequeña portada o cuerpo central con mampuestos más pequeños; no hay puertas, ventanas ni campanario (fig. 4).

Fig. 4 Grabado que posiblemente representa o una iglesia, o una fortaleza o ch’ullpas

En el escalón inferior, con cara fresca resultado de la rotura, hay una serie de líneas entre los cuales se llega a distinguir una cabeza con cabellera y lo que parece una tocado con plumas (maskaypacha? o corona imperial de los inkas); se nota, igualmente, que lleva una prenda cruzada sobre el pecho (fig. 5). Este busto está rodeado por otros trazos indescifrables.

Fig. 5 El segundo escalón del bloque principal, con diversos trazos lineales, donde destaca un busto que tal vez represente a otro “inka” o a una qoya (Fotos: R. Hostnig) .

En la piedra de al lado se observan otros grabados más recientes representando la cabeza con tocado de un personaje más una inscripción que dice “el inca” (fig. 6). Hacia la izquierda hay unas figuras arracimadas que parecen corresponder a un grabado obsceno. Debido a la patina que cubre los surcos, es difícil establecer una edad precisa para estos grabados que son, sin duda, más modernos.

Fig. 6 Grabado moderno representando a un personaje con inscripción de “inca”

Otro bloque vecino tiene grabadas dos cruces; la primera, más antigua y de surco grueso, es una cruz entre bizantina y potenzada con un pedestal más o menos cuadrado (fig. 7); la segunda, latina, es muy reciente y está groseramente rayada a un costado de la anterior. Al centro de la piedra hay una tercera figura de la que se notan trazos de lo que parece ser una llama con el cuerpo delineado y las patas y el cuello indicados con rayas simples, más delgadas y apenas perceptibles.

Fig. 7 Otro bloque con grabados modernos; una cruz bizantina-potenzada; a su izquierda, una recentísima cruz rayada; abajo, trazos que sugieren un camélido (Foto: R. Hostnig)

En la pátina de un último bloque más intepemperizado también se trazaron varias líneas muy finas, rectas y en diversas posiciones, que se llegan a detectar con dificultad (fig. 8).

Fig. 8 Bloque con una serie de finas incisiones a manera de líneas rectas apenas perceptibles (Foto: R. Hostnig)

 

Función y relaciones

Es muy difícil analizar las relaciones y posibles funciones de esta posible huaka de Rajch’i debido a la ausencia de información etno-histórica y de material arqueológico asociado. En cualquier caso esta es una tarea que debería ser abordada por los arqueólogos de la entidad competente

¿Fue una apacheta? Por su ubicación no coincide con la definición más común de apacheta, por cuanto el camino inka (Ñan) al Qollasuyu está algo alejado. No podría ser una sayhua para determinaciones del orto, pues para ello se requieren al menos dos elementos similares; tampoco parece haber servido como gnomon o intihuatana. Todo lo anterior parece descartar una funcionalidad astronómica o para algún ritual de caminantes.

Queda la posibilidad de que sea alguna de las huakas del sistema de ceques del Cusco. De las 328 huakas descritas por Polo de Ondegardo y transcritas por Bernabé Cobo, 85 pertenecen a los 9 ceques del Qollasuyu. Analizando sus descripciones consideramos que habría por lo menos dos del primer ceque cuyos emplazamientos no han sido precisados en el estudio de Bauer: la séptima, Guamansaui, y la octava, Guayra. Guamansaui es descrita “como una gran piedra en la cima de un cerro junto a la Angostura”. En cuanto a la segunda, “Cobo dice que se hacía sacrificios en la huaca de Guayra [Viento] -caracterizada como una quebrada- cuando soplaban vientos fuertes” (Bauer, 2000: 113).

C on relación al paraje llamado Angostura debemos antes indicar que el valle del Cusco corresponde al lecho de un conjunto lacustre del Pleistoceno, llamado lago Morkill, el mismo que, en su fase final, estuvo dividido en tres cubetas: la de Cusco (asiento de la actual ciudad del Cusco), la de Saylla-Oropesa y la de Lucre-Huacarpay. Entre la primera y la segunda existe un estrecho pasaje llamado Angostura y que es donde se buscó la mencionada huaka; sin embargo, hay muchos indicios que permiten suponer que el pasaje de la segunda a la tercera cubeta (formado por el volcán de Rajch’i) también se denominaba así, pues se trata de otro paso estrecho (y donde estaría el cóndor de Huiraqocha) caracterizado por ser muy ventoso, por la confluencia de tres valles, incluso con vientos más frecuentes e intensos que los que baten la primera Angostura de San Jerónimo-Saylla. En tal sentido, los petroglifos de Rajch’i, y el lugar en general, serían los más propicios para ser las huakas séptima y octava de dicho primer ceque del Qollasuyu, por cuanto la “gran piedra en la cima de un cerro” podría ser el petroglifo partido y no hay dudas de que el lugar es muy a menudo batido por fuertes vientos, sobre todo en las tardes. En la Angostura de San Jerónimo-Saylla no hay cimas muy llamativas con rocas prominentes. En consecuencia, el petroglifo de Rajch’i bien podría ser, iteramos, esa séptima huaka no identificada por Bauer.

El petrograbado principal muestra ciertas semejanzas técnicas y estilísticas con los petroglifos escultóricos del cercano sitio rupestre de Torrekunka. Otros ejemplares con cierta familiaridad morfológica se hallan en sitios de la ceja de selva, en Quillabamba y Ocobamba, parajes muy distantes del valle del Cusco.

 

Estado de conservaciÓN y peligros

En Rajch’i el daño mayor proviene de la acción humana que ha perpetrado algunos atentados, como las incisiones realizadas en fecha muy reciente. Pero, en términos generales, tras el dinamitado, el estado de los petroglifos puede considerarse como bueno.

D esde un punto de vista geológico, como ya se dijo, la roca muestra una pátina de intemperismo por oxidación de hornblendas y algo de cloritización, por alteración de las biotitas. Esta última es lavada por la lluvia, por lo que sólo quedan rastros menores; en cambio se notan manchas y franjas de oxidación de carácter somero. Por tratarse de una shoshonita mayormente biotítica, los procesos de alteración químico-mineralógica no son   significativos, debido a que las micas biotita son relativamente estables en ambientes secos como el de la zona. Del mismo modo, gracias a la menor proporción de hornblendas, la oxidación no es un problema acuciante. En general, el grado de intemperismo es bajo. Sólo se nota unas picaduras producto de la descomposición de algunos minerales ferromagnesianos, pero su efecto sobre el estado del bloque principal no es muy importante.

Huaqueos y otros vandalismos

Como ya se indicó, la huaka de Rajch’i fue dinamitada para huaquear, posiblemente hace unos setenta a setenta años. Aparte la incisión de una cruz y otras incisiones menores, no hay signos de profanaciones más recientes, aunque la construcción de una trocha que conduce a la capilla cercana incrementa el riesgo de vandalismo en el futuro por el creciente número de visitantes.

Fig. 9 El hoyo de huaqueo por dinamitado en Rajch’i

 

conclusiones

El sitio rupestre de Rajch’i-Oropèsa corresponde a lo que pudo ser una huaka o apacheta prehispánica.

El conjunto comprende grabados de al menos dos épocas: un gran petroglifo de carácter escultórico evidentemente prehispánico y una serie de grabados más recientes. El primero, distintivo del lugar, fue dinamitado y sólo queda visible una parte del bloque original mostrando grabados abstractos de trazo sinuoso y de surco ancho y profundo.

En la cara rota por el huaqueo así como en otros bloques vecinos se hallan grabados de posible edad republicana, representando cruces, una especie de iglesia o castillo, animales y motivos lineales.

Por su ubicación y características, esta huaka podría ser uno de los dos ceques no identificados del camino al Qollasuyu (Guamansaui o Guayra).


AGRADECIMIENTOS

A Rainer Hostnig (con quien realizamos la principal visita de campo), por sus notas, fotos y, sobre todo, sus comentarios.

 

¿Preguntas, comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com

Cómo citar este artículo:

Carreño Collatupa, Raúl. El sitio rupestre de Rajch´i (Oropesa, Quispicanchi) Cusco.
En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/oropesa.html

2013

 

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